¿’Stablecoins’? El caballo de Troya de Trump para dolarizar el mundo
Podrían entrar en las economías vulnerables disfrazadas de estabilidad, pero con efectos inciertos en su autonomía

Estados Unidos se enfrenta hoy a una crisis de confianza de dimensiones globales. Las formas y la incertidumbre asociadas al presidente Trump, junto con una deuda pública que supera el 120% del PIB y un déficit fiscal estimado por encima del 6% para este 2025, están mermando la credibilidad del dólar como activo refugio.
Es evidente que el billete verde no dejará de ser la divisa de reserva global de un día para otro. Pero sería imprudente asumir que su estatus está garantizado para siempre. Si a ese deterioro fiscal añadimos que el Tesoro de Estados Unidos emitirá este año más de 10 billones de dólares en bonos, con vencimientos concentrados en casi un tercio de su deuda, el panorama es preocupante. Bajo ese contexto, la presión de Trump sobre la Reserva Federal para bajar los tipos, sus mensajes intervencionistas y el debilitamiento del Estado de derecho han erosionado la confianza en la divisa estadounidense, que ha registrado un notable retroceso en lo que llevamos de ejercicio.
Ante esta pérdida de confianza, la Casa Blanca ha encontrado en las stablecoins una inesperada pero eficaz herramienta de política económica. Aunque las criptomonedas solían estar lejos del radar institucional, Trump parece haberlas redescubierto como una vía para revitalizar la demanda global de dólares.
Una stablecoin es una criptodivisa cuyo valor está vinculado a otro activo más estable, generalmente una moneda fiduciaria. En el caso de las más populares, están referenciadas al dólar. Transaccionar con stablecoins supone, de facto, adquirir dólares en el mercado de criptoactivos. Desde esta perspectiva, su expansión global podría convertirse en una forma silenciosa, y muy efectiva, de dolarización mundial.
Estados Unidos y Europa han tomado caminos divergentes en este frente. Mientras el Banco Central Europeo ha impulsado un euro digital regulado y emitido por la autoridad monetaria, la Reserva Federal ha optado por no lanzar su propio dólar digital. En su lugar, ha favorecido el desarrollo de un ecosistema de stablecoins privadas vinculadas al dólar, ofreciendo cierta colaboración en términos de supervisión y regulación, sin asumir directamente su emisión.
El contraste es significativo. Para los ciudadanos europeos, con acceso a una moneda estable y sólida, las stablecoins pueden suponer simplemente un medio de pago eficiente. Pero para millones de personas en economías emergentes, con monedas volátiles y crónicamente devaluadas, estas criptomonedas representan algo más: una vía directa para proteger su ahorro y transaccionar en dólares sin pasar por los canales tradicionales.
En esos países, donde ya existe una economía informal dolarizada, las stablecoins podrían acelerar una dolarización de facto. Esto, a corto plazo, puede ser percibido como positivo por quienes buscan escapar del castigo de la inflación. Pero también implica un riesgo estructural: la pérdida de control sobre la política monetaria nacional. Es decir, una cesión de soberanía económica a la Reserva Federal.
Desde el punto de vista geopolítico, para Estados Unidos esto podría traducirse en una nueva fuente estructural de demanda de dólares. Una estrategia encubierta pero eficaz para prolongar el dominio del dólar como moneda de reserva global en un momento en que su hegemonía es crecientemente cuestionada.
Implicaciones para los mercados
Traducir esta reflexión en ideas concretas de inversión no es sencillo. Podría pensarse que el crecimiento de las stablecoins beneficiará a todo el ecosistema cripto, pero sus efectos más directos probablemente se den en los activos tradicionales en dólares. En particular, la deuda soberana estadounidense podría recuperar atractivo si este nuevo flujo de demanda se consolida, y más aún si la presión bajista sobre los tipos no es tan intensa como anticipa el mercado.
En cualquier caso, el desenlace más probable es una nueva dosis de volatilidad e incertidumbre, especialmente en los mercados de renta fija. Ante este entorno, reafirmamos nuestra preferencia por estrategias de inversión flexibles y gestión activa. Los fondos que puedan adaptarse con agilidad a los cambios en el ciclo monetario, la regulación y los flujos de capital internacionales serán, sin duda, los mejor posicionados.
Nos mantendremos atentos a la evolución regulatoria de las stablecoins, especialmente en lo relativo a los requisitos de colateral. Porque quizás Trump esté diseñando su particular caballo de Troya, uno que podría entrar en las economías más vulnerables disfrazado de estabilidad, pero con consecuencias inciertas para su autonomía monetaria. Y aún está por ver cómo responderán los Gobiernos, los reguladores… y los bancos centrales.
El nuevo paradigma está en marcha. Y su evolución marcará el rumbo de los mercados –y del dólar– durante los próximos años.
Diego Fernández Elices es director general de inversiones de A&G Banca Privada

