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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El liderazgo narcisista: Trump y Musk

Este estilo de dirección puede ser una herramienta poderosa para liderar y movilizar, pero también puede poner en riesgo valores éticos y humanos

La ruptura pública entre Donald Trump y Elon Musk ha puesto en evidencia un modelo de liderazgo narcisista que, tarde o temprano, siempre acaba mal. Este estilo de liderazgo no es raro, sino bastante común en muchas organizaciones en el ámbito empresarial. De hecho, ciertas características narcisistas impulsan a algunos individuos a alcanzar la cima y liderar grandes masas o corporaciones. Suelen ser personas visionarias, decididas y carismáticas. Musk es un caso emblemático. Fundador de empresas revolucionarias como Tesla, SpaceX y Neuralink, ha sido alabado como un auténtico visionario, algo que él mismo ha promovido con una narrativa de salvador del futuro: colonizar Marte, eliminar los combustibles fósiles e integrar IA y cerebro humano.

El carisma y la visión audaz de estos líderes propician un éxito acelerado que puede convertirse en un espejismo en poco tiempo. La cara b es su carácter autoritario, errático e insensible al impacto de sus decisiones en los demás. Promueven una cultura organizacional tóxica o frágil. Así, en Musk, su estilo autocrático, sus decisiones impulsivas y su búsqueda de atención constante (sobre todo en las redes sociales) han generado polémicas, despidos arbitrarios y caos organizativo. Esto ha propiciado una alta rotación de talento y muchos conflictos internos.

Otro ejemplo, aún más gráfico, es el narcisismo competitivo y agresivo del fundador de Uber, Travis Kalanick. Su cultura de ganar a toda costa, con comportamientos sexistas, falta de ética empresarial y hostilidad hacia la competencia y los reguladores provocó múltiples escándalos.

En el ámbito político, el estilo de liderazgo de Trump hace que su Gabinete y equipo de trabajo cambiem constantemente en una señal de falta de confianza en los demás o la necesidad de rodearse de personas sumisas. Sus decisiones estratégicas a menudo parecen impulsadas por intereses personales o de imagen, más que por un análisis técnico o ético.

Los líderes narcisistas no admiten ni aceptan las críticas y tienen muchas dificultades para delegar. Son personas con una autoestima inflada que necesitan de la admiración constante, con escasa empatía y una tendencia a la grandiosidad, de corte mesiánico. Ejercen un gran control sobre sus organizaciones con gran presión sobre sus empleados y casi una identificación personal con la propia empresa. Esta necesidad de control es, precisamente, el modelo de liderazgo implantado por Jeff Bezos en Amazón, con ciertos rasgos narcisistas, aun cuando mucho más matizados, ya que su liderazgo es mucho más estructurado y menos errático que el de Musk, por ejemplo.

El liderazgo narcisista muestra una clara necesidad de validación pública. En el caso de Trump y Musk, el uso de las redes les hace mantener una conexión constante con sus seguidores, también para reforzar su ego. Con un estilo populista y un lenguaje a veces tabernario, conectan con su público con un discurso en el que con frecuencia se enfoca en sus propias figuras, sus logros y su percepción del mundo.

El narcisismo en el liderazgo empresarial y política tiene consecuencias polarizantes. Genera tanto admiración como rechazo; puede ser una herramienta poderosa para liderar y movilizar, pero también puede poner en riesgo valores democráticos, éticos y humanos cuando no se equilibra con responsabilidad y empatía.

Fernando Botella es CEO de Think&Action

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