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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El caos ibérico pone el foco en la resiliencia de la red

Hay un riesgo para la transición energética, pero también es una oportunidad para ordenar las prioridades

Calle a oscuras durante el apagón, en Ronda (Málaga), el 29 de abril.

El apagón masivo en España y Portugal no tenía precedentes en cuanto a su magnitud. Se barajan como posibles culpables la excesiva dependencia de la energía baja en carbono en la península, las exportaciones de electricidad a otros países e incluso los ciberataques. Es un riesgo para la transición hacia una energía baja en carbono, pero también una oportunidad.

Los problemas en la red no son nada inusuales, aunque sí lo sea que se vea afectado el 60% de la española. En 2019, un rayo y una serie de contratiempos posterior dejaron sin electricidad a un millón de clientes en Reino Unido. Pero, aunque es positivo que la eólica y la solar aporten más del 60% de la electricidad de España, una ratio tan elevada puede hacer que las redes sean más frágiles ante cortes imprevistos. Los enormes generadores rotativos usados en las centrales nucleares y de combustibles fósiles siguen girando y generando cuando el suministro cae, gracias a la inercia.

El riesgo ahora es que las fuerzas hostiles a la descarbonización aprovechen la confusión y culpen del desastre al hecho de que la solar y la eólica no tienen mucha inercia, a menos que se les instalen máquinas giratorias que den estabilidad a la red. Dado que los expertos conocen desde hace tiempo este problema y que España quizá no disponga de suficientes condensadores síncronos, esto sería muy engañoso. Pero la hostilidad de Donald Trump hacia las consideraciones sobre la neutralidad en carbono ha envalentonado a otros escépticos del ecologismo.

Sin embargo, a falta de conclusiones oficiales que demuestren que la energía verde es la principal responsable, el desastre de la red española también puede tener un lado positivo. Medidas como la sustitución de los coches de gasolina por eléctricos significan que la cuota de la electricidad en la demanda energética tendrá que pasar del 20% actual a hasta el 70% en 2050. Para evitar que esta avalancha de energía sin emisiones de carbono sature la red o quede excluida de ella, la Energy Transitions Commission estima que la inversión en la red debe aumentar de unos 300.000 millones de dólares al año en la actualidad a 800.000 millones en 2050.

Esto debería de permitir la sustitución de líneas antiguas y la construcción de otras nuevas, así como la mejora de las capacidades de la red. Pero es fácil ver cómo necesidades aparentemente más urgentes, como el rearme, relegan estas consideraciones a un segundo plano. Como mínimo, la situación de España podría situar las redes energéticas obsoletas en el punto de mira de los legisladores europeos.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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