La importancia de un mix energético con combustibles fósiles
La energía es un derecho, y este solo puede garantizarse si contamos con todas las herramientas disponibles

El apagón total vivido en toda la Península Ibérica y que dejó tanto a hogares, empresas como a infraestructuras críticas completamente a oscuras y desconectadas, nos plantea una lección indiscutible: la electricidad es un pilar esencial de la sociedad moderna y su normal funcionamiento. Y su fiabilidad, continuidad y disponibilidad no puede depender exclusivamente de una única fuente.
En tiempos de vulnerabilidad, los sistemas energéticos deben demostrar no solo su sostenibilidad, sino también su resiliencia, su capacidad de respuesta inmediata y su disponibilidad constante. En este sentido, los combustibles fósiles, con frecuencia estigmatizados en el debate público, desempeñan y desempeñaron un papel crucial. Literalmente, salvaron vidas.
Cuando se interrumpió el suministro eléctrico en diversos puntos de la geografía española, los hospitales pudieron seguir operando gracias a la activación automática de generadores alimentados por gasóleo. Esos equipos de respaldo garantizaron el funcionamiento de respiradores artificiales, quirófanos, unidades de cuidados intensivos y otras áreas críticas. También permitieron que muchos centros de coordinación de emergencias, estaciones de servicio, sistemas de bombeo de agua y empresas logísticas mantuvieran sus operaciones. En un contexto como este, esos generadores no fueron un lujo ni una opción: fueron una necesidad vital.
Este episodio debe hacernos reflexionar sobre los límites de una visión energética que prioriza la velocidad del cambio sobre la seguridad del suministro. La transición energética y la reducción progresiva de las emisiones son objetivos loables y necesarios, pero deben abordarse sin dogmas y con una planificación realista. La energía no es solo una cuestión medioambiental; es también una cuestión de estabilidad, de equidad y de protección ciudadana. Cuando se produce una crisis, no basta con tener paneles solares o parques eólicos si no hay sol o no sopla el viento, o si el sistema eléctrico no puede absorber o distribuir esa energía. Hace falta un respaldo fiable, flexible y rápidamente desplegable. Ese respaldo, hoy por hoy, lo proporcionan los hidrocarburos.
De hecho, como reconoció el propio presidente del Gobierno, se han movilizado múltiples generadores a diversos puntos del país para atender a las poblaciones que aún no han recuperado el suministro. Y, para garantizar el suministro, ha anunciado la liberación de tres días de reservas estratégicas de gasóleo y gasolina con el fin de asegurar el abastecimiento de las posibles necesidades de servicios esenciales. Porque, ¿qué tipo de energía alimenta esos generadores? Combustibles fósiles. Esta es la realidad, más allá de cualquier planteamiento ideológico. Por eso, insistimos: la transición energética debe ser ordenada, gradual y, sobre todo, segura. Porque de nada sirve avanzar hacia un modelo más verde si no garantizamos que la energía siga fluyendo cuando más se necesita.
El mix energético, esa combinación equilibrada de fuentes renovables, convencionales y tecnologías de respaldo, no es una opción teórica ni una excusa para alargar el uso de combustibles fósiles de forma indefinida. Es una herramienta estratégica. Un país con un sistema energético diversificado es un país más preparado frente a crisis geopolíticas, eventos climáticos extremos o fallos técnicos. Y es, también, un país más justo, porque evita que las poblaciones más vulnerables sufran las consecuencias de apagones o interrupciones del suministro.
Contar con productos energéticos esenciales como gasóleos y biocarburantes permite abastecer, no solo a hogares y empresas, sino también sostener la movilidad, la agricultura, el transporte marítimo y, como se ha visto estos días, los servicios esenciales de emergencia. Pero el esfuerzo no debe detenerse ahí. También es necesario invertir en soluciones sostenibles, modernizar infraestructuras y adaptarse a los nuevos desafíos medioambientales. El futuro no puede verse como una dicotomía entre lo nuevo y lo viejo, sino como un espacio de transición donde todas las piezas deben encajar de forma coherente.
El debate energético no puede reducirse a consignas. No se trata de elegir entre renovables o fósiles, sino de diseñar un sistema capaz de integrar todas las fuentes con inteligencia, eficiencia y responsabilidad. La emergencia vivida ha puesto de manifiesto que el suministro energético no puede basarse solo en buenas intenciones. Necesita planificación, tecnología, inversión y, sobre todo, pluralidad.
Los combustibles fósiles son, hoy por hoy, una parte imprescindible del engranaje energético. Ignorar este hecho no nos acerca al futuro, sino que nos expone a mayores riesgos. Por eso es necesario mantener un mix energético sólido, que garantice el suministro en todo momento, que permita avanzar hacia modelos más sostenibles sin comprometer la seguridad y que asegure que, en situaciones de emergencia, nadie quede desamparado.
La energía es un derecho. Y ese derecho solo puede garantizarse si contamos con todas las herramientas disponibles. Lo que ha ocurrido es una llamada de atención. Escuchémosla.
Diego Guardamino es director general de Hafesa.
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