Ir al contenido
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Que venga la singularidad ya, por favor

El momento en el que la IA tome el mando empieza a no parecerme tan preocupante

El presidente de EEUU, Donald Trump (i), la primera dama de EEUU, Melania Trump (2i), y el Rey Felipe VI (d) durante el funeral del Papa, en la plaza de San Pedro, a 26 de abril de 2025, en Ciudad del Vaticano.

¿De verdad que una inteligencia artificial en el Despacho Oval sería más peligrosa que este presidente-espectáculo, enemigo de la razón, la ciencia y sin contrapesos? La llamada singularidad, ese momento en el que la IA supere al ser humano y tome el mando, empieza a no parecerme tan preocupante. Todo hace suponer que dejarnos guiar por la IA no tiene por qué ser peor -para los ciudadanos y la democracia- que hacerlo por la actual clase política. Así lo ha entendido Emiratos Árabes Unidos, el primer país en reconocer que ha integrado a la IA en el proceso de redacción de leyes, en un experimento de gobernanza automatizada.

Cuando, en España, la mayoría de los accidentes de tráfico (más de cien mil en 2024, con 1.200 fallecidos) están relacionados con distracciones del conductor y más de la mitad de los conductores fallecidos dieron positivo en alcohol o drogas, ¿de verdad nos iría peor con el coche autónomo? Una empresa china ha entrenado a 100 agentes de IA con el conocimiento de los mejores médicos de su país, para ponerlos a disposición de los pacientes y asesorarles desde cualquier parte y a cualquier hora (recordemos que, con humanos, los errores o negligencias médicas ocurren de manera significativa). Ya hay tecnología que consigue 96 puntos, sobre 100, en las pruebas de acceso a la judicatura, y se utiliza en despachos de abogados para contrastar/anticipar sentencias. Sin mencionar la revolución que ya está produciendo la IA en la enseñanza y en la investigación. Nos enteramos de que un ensayo exitoso en todo el mundo ha sido escrito por una IA.

Y entonces, pienso, ¿qué haría una IA al mando en La Moncloa? Una IA que buscara soluciones a los problemas y no lanzárselos al adversario a la cabeza, que intentara unir, en vez de confrontar, que buscara movilizar lo mejor de los votantes y no utilizar formas de enfadarlos y dividirlos, cuyo objetivo fuera hacer cosas y no impedir que el adversario llegue al Gobierno o echarlo como sea, si ya está. Estoy seguro, por ejemplo, de que hubiera encontrado el mejor plan español de defensa en el contexto de la nueva política europea o consensuaría las ayudas a las empresas perjudicadas por los aranceles de Trump.

Y, ahora, por ejemplo, estaría prestando atención a cómo resolver dos asuntos importantes que han cobrado nueva actualidad esta semana: la insuficiente inversión en infraestructuras, limitada, además, por una normativa obsoleta y un plan urgente para construir viviendas de verdad y no solo decir que se van a construir.

Hasta el año pasado no recuperamos en España el nivel de inversión bruta prepandemia. Y, aun así, la inversión pública en infraestructuras es un 30% inferior a la de 2009, según Seopan, la patronal del sector, la misma que calcula unas necesidades durante la próxima década de 300.000 millones de euros, sobre todo en transporte, agua y energía, si queremos mantener la competitividad y el servicio en estos sectores. Un plan tan necesario como este es imposible de abordar sin tres elementos claves: financiación, nuevo marco regulatorio y renovada alianza público-privada. El actual marco normativo se ha convertido en el principal freno a la inversión en el sector: la ley de desindexación debe reformarse, el modelo concesional necesita revisión urgente para impulsarlo con agilidad y seguridad y las licitaciones deben favorecer la innovación y no acabar, como ahora, en adjudicaciones solo por precio. Nada que no propusiera una IA al frente del ministerio, a lo que añadiría algo obvio: se necesita un gran pacto entre Administraciones para hacerlo posible y sostenible.

La vivienda lleva más de dos años siendo el principal problema para los españoles, y la mayor fuente de discriminación social para los jóvenes de clases menos favorecidas. En sus propuestas, todos los partidos prometen construir vivienda (pública, asequible y libre) y coinciden en dos ideas: la vivienda es cara porque no hay suficientes (entre 2022-25 por sí solo, durante el anterior Plan de Vivienda, la oferta ha estado por debajo de la creación de nuevos hogares en más de 300.000 viviendas) y hay que agilizar el procedimiento para construirlas. Pues bien. Ahí seguimos. Atascados y funcionando con parches normativos, en muchos casos, a nivel autonómico.

¿Qué propondría una IA al frente del ministerio? Algo parecido a lo que dicen los expertos y, la semana pasada, la Asociación de Promotores Constructores en sus alegaciones al nuevo Plan de Vivienda. Un plan de choque excepcional, con tres cosas como mínimo: movilizar suelo urgentemente (la vivienda no se construye en el aire), permitiendo el cambio de usos y acortando (digitalizando) drásticamente los plazos de las licencias; facilitar la financiación, tanto presupuestaria, como privada, para construcción (incluyendo las ejecutadas con industrialización) y desarrollo del suelo; rebajar todos los IVA que intervienen en el proceso al superreducido. Y graduar las condiciones según destino final de la vivienda. Todo ello exige un pacto nacional entre las tres administraciones con competencias en la materia: central, autonómica y municipal.

Escuchando las (merecidas) alabanzas al Papa Francisco tras su fallecimiento, me sorprende, desde mi laicismo, que todas destacan su humildad, defensa de los desfavorecidos y de que todos los seres humanos, inmigrantes u homosexuales incluidos, son iguales y tributarios de la misma dignidad y trato. Y pienso, ¿pero no son estas las ideas fundacionales del cristianismo? Con tanto sentido común, ¿no sería Francisco una IA? Es decir, ¿no será que los que nos da miedo de la IA es su coherencia y que se basa en datos, hechos y razonamientos lógicos, algo que los humanos hemos abandonado como fundamento de nuestras decisiones colectivas? Así, la principal diferencia entre una inteligencia de silicio y otra de carbono no sería esas “ilógicas y estúpidas emociones” que resultaban irritables de los humanos a Mr. Spock, sino que, a veces, como ahora, estas toman el mando, también, en las relaciones sociales, arrinconando a la razón. Cosa que no le ocurre a la IA. De momento.

Jordi Sevilla es economista

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

_
_