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La Lupa
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Empresas y Gobierno vasco toman posiciones en defensa

Quieren aprovechar la ola de inversión para reforzar las capacidades industriales de un sector en la vanguardia tecnológica

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el jueves en la inauguración de ITP Aero del nuevo centro de fabricación avanzada en Zamudio (Bizkaia). Está flanqueado por el lehendakari, Imanol Pradales y el presidente de ITP Aero, Juan María Nin.

España y toda Europa van a tener que invertir y gastar enormes cantidades de dinero en defensa. Lo exige Donald Trump a los miembros de la OTAN y el Viejo Continente lo necesita si quiere ser autónomo. Los 27 países de la UE destinaron el año pasado 326.000 millones a defensa, el 1,86% del PIB (17,5 billones), según datos de la Agencia Europea de Defensa. Elevarlo al 5% que pide Trump es inaccesible. Saltar al 3%, que UK se propone para 2030, supondría gastar otros 200.000 millones adicionales al año.

Este es el pastel que se adivina desde que hace tres años Rusia invadiera Ucrania. Para España, alcanzar un gasto del 2% del PIB significa pasar de los 20.000 millones actuales a 32.000 millones. Pero lo relevante es el gasto conjunto de Europa, ya que las empresas españolas participan activamente en todos los programas europeos de desarrollo de armamento (satélites, aviones, vehículos de combate, etc.), con lo que se beneficiarán del gasto conjunto.

En vista de este panorama, el Gobierno de Pedro Sánchez ya inició movimientos clave para construir un importante sector de defensa, con Indra como pieza central, y en asociación con empresas vascas punteras. La industria de defensa es un gran desconocido por razones obvias. Por eso, para los neófitos, quizá resulte llamativo que haya empresas vascas tan relevantes en este sector y que el Gobierno central confíe tanto en compañías con sede y factorías en las provincias vascas.

Empresas vascas en el sector defensa Gráfico

La realidad es que el País Vasco cuenta con tradición secular en este sector, que se remonta, al menos, a la fundación en 1573 de la Fábrica de Armas Portátiles de Fuego y Blancas de Guerra de la Villa de Placencia (Gipuzkoa). Ese es el origen de la actual Sociedad Anónima de Placencia de las Armas (SAPA), refundada en 1935 y que trasladó su sede a 59 kilómetros, a Andoain. Este sector es también la raíz de las actuales marcas de bicicletas, como BH y Orbea. Tras la I Guerra Mundial, los talleres vascos de armas entraron en crisis por falta de demanda y reconvirtieron los cañones de escopeta en cuadros de bicicletas. Por eso no sorprende que en Eibar (Guipúzcoa) esté el Museo de la Industria Armada.

El Gobierno ha contado precisamente con SAPA, compañía hoy perteneciente a la familia Aperribay, cuyo presidente estuvo en la diana de ETA durante años, para crear el núcleo duro que controla Indra. Entre la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), SAPA y el grupo Escribano, controlan el 51% de Indra (ver cuadro). Estos dos socios (SAPA y Escribano) son además accionistas de Tess Defence, la compañía que construye vehículos de combate, en la que Indra posee el 51%.

Así como Navantia, astillero 100% de SEPI, es la pieza clave para la industria naval militar española, Tess Defence es, junto con la antigua Santa Bárbara, adquirida por la estadounidense General Dynamics en 2001, la marca española para la producción de vehículos de combate. SEPA, Escribano y General Dynamics tienen cada una un 16,3% de Tess Defence y, sobre todo, están entre los proveedores más importantes de piezas para construir los vehículos de combate sobre ruedas (VCR) 8x8 Dragón. El Ejército de Tierra le ha encargado 348 unidades por un valor de 2.000 millones de euros y se espera que este programa pueda alcanzar en los próximos años las mil unidades. Cuenta con pedidos en firme de 10.000 millones para 15 años.

Indra también ha metido un pie en aeronáutica, ámbito en el que España cuenta con una pléyade de empresas importantes que son proveedores de Airbus, el proyecto industrial más relevante de Europa y en el que participan varios países, entre ellos España. Entre estas compañías, destacan la alavesa Aernnova, heredera de Gamesa Aeronáutica y controlada por Iñaki López Gandásegui, y la vizcaína Industria de Turbo Propulsores (ITP). Esta última fue creada en 1989 por Sener y Rolls-Royce, que se hizo con el 100% en 2017. Cuatro años después, los británicos vendieron el 70% al fondo de capital riesgo Bain Capital, operación que autorizó el Gobierno español con la condición de que creara un consorcio con empresas españolas. Así es como Indra entró en el capital (9,5%), y que además quiere aumentar esta participación, junto al fondo de inversión del Gobierno vasco Finkatuz (6%) y JB Capital (10%).

Sener, propiedad de la familia Sendagorta, que dejó la aeronáutica para meterse de lleno en el mundo aeroespacial, se ha convertido en el socio de Indra en la actividad de satélites. El Gobierno ha decidido meter Hispasat en la órbita de Indra, por lo que ha facilitado que compre a Redeia el 90% de Hispasat, que a su vez tiene una filial de defensa (Hisdesat), con todos sus accionistas públicos o semipúblicos (ver cuadro), a excepción de Sener, que cuenta con un 5%.

Precisamente, el presidente de Sener, Andrés Sendagorta McDonnell, tiene un currículum de servicio a la patria muy apropiado para el momento. Nació en Madrid en 1958, aunque se siente de Bilbao; se graduó en la Escuela Naval Militar de la Armada española como alférez de navío del Cuerpo General Escala Superior. Ha sido oficial de guerra antisubmarina, teniente de navío, piloto de portaviones en la US Navy y en la Armada española y también de aviones Harrier.

Estas cuatro compañías vascas (ITP, Aernnova, Sener y Sepa) son la punta de lanza de una nube de pymes vascas muy enfocadas al sector de la defensa y que producen desde piezas para tanques, como la guipuzcoana Iraundi, a tecnología para la observación de la tierra desde el espacio, como Satlantis, una empresa que nació en Florida y que ahora tiene su sede en Leioa (Bizkaia).

El Gobierno vasco tiene clara la apuesta por este sector, y la semana pasada el lehendakari, Imanol Pradales, se puso al frente del “Grupo para la Defensa Industrial” (quizá no se atrevieron a poner Grupo para la Industria de Defensa). Mikel Torres, vicelehendakari y consejero de Economía, Trabajo y Empleo, y máximo representante del PSOE en el Gobierno vasco, lo aclaró señalando sin ambages que, tras la petición de Trump, la industria militar vasca cuenta con una oportunidad “importante de crecimiento” y apoyarán al sector “en todo lo que puedan”.

Los vascos tienen muy claro la relevancia de la industria. A la calidad de sus empleos se debe que sea la comunidad con el salario medio más alto: 32.314 euros al año, que es un 50% superior al más bajo, Extremadura (INE 2022). Estos sueldos implican más cotización y mejores pensiones. Este mes, la pensión media de jubilación en España alcanzó por primera vez los 1.500 euros, con el País Vasco en 1.829 y Extremadura en 1.269. Cómo no apostar por la industria, aunque sea militar, si da tan buenos réditos. Ahora se entiende muy bien por qué Pedro Sánchez e Imanol Pradales fueron ayer a Zamudio a inaugurar un centro de innovación de ITP Aero.

Aurelio Medel es periodista y doctor en Ciencias de la Información


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