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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

China agita el mercado de la inteligencia artificial

Los cimientos que sustentan el modelo imperante en el sector son más endebles de lo que parecían

El logo de Deepseek delante de la bandera china.
El logo de Deepseek delante de la bandera china.Dado Ruvic (REUTERS)
CINCO DÍAS

La startup china DeepSeek ha provocado un pequeño terremoto tecnológico con su modelo de lenguaje de inteligencia artificial, presentado la semana pasada. Su aplicación móvil ya está en lo alto de la lista de descargas para iPhone. Por encima, incluso, del omnipresente ChatGPT. Un desembarco arrollador, sin necesidad –dicen– de tantos potentes chips como sus competidores, lo que viene a poner en duda, aunque sea momentáneamente, el modelo estadounidense, liderado por empresas como Open AI, Google o Microsoft, y sustentado en inversiones milmillonarias muy intensivas en hardware. Hace apenas unos días, el presidente estadounidense, Donald Trump, anunció una inversión conjunta de 500.000 millones en infraestructura de IA.

La mayor afectada por esta irrupción ha sido la líder mundial en semiconductores, Nvidia, que vio ayer cómo su cotización recibía un fuerte zarpazo. Washington prohibió a la firma estadounidense la venta a China de sus chips más potentes, para limitar su desarrollo militar y de modelos de IA propios. Sin embargo, DeepSeek ha hecho de la necesidad virtud para llegar a competir de tú a tú con ChatGPT y ha sembrado la duda en los inversores sobre la necesidad absoluta de los (caros) chips que han hecho de la empresa estadounidense la mayor del mundo por capitalización bursátil.

Además, mientras que los líderes del sector se adentran en el obscurantismo, la startup responde a un modelo abierto, y comparte sus avances públicamente, como lo hacía en sus inicios DeepMind, ahora propiedad de Google. Todo ello acrecienta la amenaza sobre las empresas que dominan el mercado con unas barreras de entrada que se creían inexpugnables. Un impulso bueno para la competencia y quizá para Europa, que no tiene la capacidad de inversión, pero sí el capital intelectual.

Este es el último capítulo de la particular –y larga– carrera espacial por la IA, una tecnología llamada a cambiar el mundo, pero que, siguiendo la premisa aristotélica, es más un ser en potencia que en esencia. Por ello, todavía es pronto para sacar conclusiones. Con todo, este pequeño seísmo bursátil deja entrever varias cuestiones fundamentales: que no hay una sola manera de desarrollar esta tecnología, y que los cimientos que sustentan el modelo imperante en el sector son más endebles de lo que parecían. O, simplemente, la Bolsa estadounidense estaba demasiado cara. Solo el tiempo lo dirá.

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