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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El veto a US Steel es una política industrial complaciente

La decisión de Biden, apoyada por Trump, puede perjudicar a los consumidores, si suben los precios de los coches

Gary Works, alto horno de US Steel en Gary (Indiana, EE UU), en diciembre.
Gary Works, alto horno de US Steel en Gary (Indiana, EE UU), en diciembre.Vincent Alban (REUTERS)

United States Steel está lastrada por el pasado en más de un sentido. La empresa, con 123 años de historia, se hizo vulnerable a una adquisición debido a la transición de los viejos altos hornos a los nuevos hornos eléctricos. La decisión del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de bloquear su venta por 15.000 millones de dólares (14.400 millones de euros, al cambio actual) a su homóloga japonesa Nippon Steel se produce tras una lucha, en gran medida, sobre el destino de esas instalaciones más antiguas. Proteger las industrias heredadas es ahora una fijación bipartidista. Sin embargo, este favoritismo ad hoc puede perjudicar a los consumidores.

La decisión de Biden, anunciada el viernes, se produce tras más de un año de disputas, iniciadas por la oferta fallida de 8.000 millones (7.700 millones) de Cleveland-Cliffs por la empresa en agosto de 2023. No es de extrañar: tanto el presidente como su sucesor, Donald Trump, ya se opusieron a la fusión. La decisión se produce después de que la operación fuera remitida a la Casa Blanca por el Comité de Inversiones Extranjeras en Estados Unidos (CFIUS), que examina las inversiones entrantes. Las acciones de US Steel cerraron el jueves un 41% por debajo de la oferta en efectivo de Nippon.

En un comunicado de prensa, Nippon Steel y US Steel dijeron que “condenan” la decisión, que según ellos fue “manipulada” para promover una “agenda política”. Según el comunicado, el comprador ofreció una serie de medidas para disipar las preocupaciones, entre ellas garantizar que el consejo de US Steel esté compuesto por ciudadanos estadounidenses, prohibir la transferencia de puestos de trabajo al extranjero, garantizar la producción en instalaciones clave durante 10 años y permitir que el CFIUS ocupe un puesto de observador en el consejo.

Los intentos del jefe de US Steel, David Burritt, de alcanzar al resto de la industria le llevaron hasta aquí. Los márgenes de ebitda tanto de su empresa como de su pretendiente van a la zaga de empresas como Nucor y Steel Dynamics, que se apoyan en la fusión de chatarra con electricidad para producir acero en lugar de utilizar hornos tradicionales que dependen del carbón.

El nuevo método requiere menos empleados. Pero la mano de obra sindicalizada que opera los hornos más antiguos es políticamente importante y hostil al plan de Burritt de gastar mucho en el cambio a la producción eléctrica. Al aliarse con Lourenco Goncalves, consejero delegado de Cleveland-Cliffs, obstaculizaron la venta de US Steel, oponiéndose a la operación en todo momento.

Lo que viene ahora es más complicado. US Steel y Nippon Steel han indicado que podrían presentar una demanda, aunque los litigios contra decisiones de seguridad nacional rara vez prosperan. Mientras tanto, las viejas instalaciones de US Steel en Mon Valley (Pensilvania) y un alto horno en Gary (Indiana) se enfrentan a fuertes necesidades de inversión que Nippon prometió respaldar con 1.300 millones (1.250 millones) entre otras promesas. Según datos de Visible Alpha, es probable que US Steel gastara aproximadamente esa cantidad en efectivo en 2024. Es poco probable que Burritt duplique los números rojos para respaldar la tecnología heredada.

Sin embargo, más allá de los trabajadores, hay industrias que necesitan acero específicamente de los altos hornos, en particular los fabricantes de automóviles. US Steel y Cleveland-Cliffs son los únicos proveedores nacionales, mientras que los aranceles a la producción en el extranjero no han hecho más que aumentar. Si se cierran Mon Valley y Gary, o incluso se venden a la empresa de Goncalves, la reducción de la competencia promete, en última instancia, precios más altos para los consumidores.

Tanto el ala de Biden del Partido Demócrata como los aliados de Trump en el Partido Republicano están de acuerdo en proteger a los trabajadores y empresas estadounidenses de la competencia. Pero no hay un consenso duradero para construir hacia el futuro. Fijémonos en los coches, donde ambos partidos quieren barreras para los fabricantes chinos, pero no están de acuerdo en la necesidad de cambiar a vehículos impulsados por baterías, lo que posiblemente dejaría a Estados Unidos con un sistema de transporte más sucio y menos competitivo si desaparecen las subvenciones, pero se mantienen los aranceles. Lo que ocurre con el proteccionismo es que a menudo se centra en el pasado.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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