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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Más de siete millones de habitantes y creciendo… eclosión demográfica y segregación social en Madrid

No solo importan el crecimiento demográfico y económico, también deberían importar la cohesión social y territorial

Viandantes por la Gran Vía de Madrid, el pasado octubre.
Viandantes por la Gran Vía de Madrid, el pasado octubre.David Expósito

No solo importan el crecimiento demográfico y económico, también deberían importar la cohesión social y territorial, un horizonte deseable, del que el Madrid metropolitano parece alejarse cada vez más. La población de la Comunidad de Madrid –entonces provincia- era, en 1900, de 775.000 habitantes (el 4% de la española), pasando a tener en la actualidad –oficialmente– algo más de siete millones (concretamente 7.056.621 en junio de 2024). 15 de cada 100 habitantes en España residen actualmente en esta región.

A lo largo del siglo XX, antiguos municipios históricos se convirtieron en distritos o barrios de la capital, lo que la dotó a ésta de un estratégico recurso territorial. El área metropolitana se configuró a partir de la eclosión demográfica a mediados del pasado siglo XX de más de una decena de municipios rurales, próximos a la capital. Estos municipios funcionalmente ligados a ella, que pasaron de tener uno o unos pocos miles de habitantes en 1900 a decenas o a centenares de miles en la actualidad y se transformaron en piezas fundamentales del área metropolitana. La fecundidad y la natalidad están en franco declive: en 2023 –último año para el que el INE ofrece datos oficiales– fueron 50.299 los nacimientos (el 25% de madre extranjera) y 48.646 las defunciones.

A configurar el ADN demográfico madrileño ha contribuido históricamente la inmigración, tanto la nacional como –y, sobre todo, desde la última década del siglo XX– la extranjera: 1.112.555 habitantes, hoy. Respecto a la localización de inmigrantes se constata que Vallecas, Carabanchel o Usera poseen una tasa de inmigrantes próximas al 30% y otras áreas apenas llegan al 10%, la inmigración extrajera está menos segregada espacialmente de lo que comúnmente se considera), Solo en este último año se han añadido a Madrid por inmigración, 97.000 nuevos residentes –el 98% como consecuencia del muy positivo saldo migratorio– y, de ellos, los inmigrantes con edades entre los 25 y 45 años representan un volumen que es el doble que el resto de los demás grupos de edad.

Madrid, además, constituye el principal destino de la llamada fuga de cerebros de toda España y está aprovechando, como ninguna otra región española, el dividendo demográfico, derivado de la inmigración exterior y de su propia dinámica demográfica anterior. Así pues, el llamado invierno demográfico en España es dulce otoño demográfico en Madrid.

De otra parte, la estructura demográfica de la Comunidad también es actualmente muy diferente a la de principios del siglo pasado. Hoy, la pirámide de población de la Comunidad está tomando una forma de peonza invertida o de rombo, lo que es preocupante demográficamente a medio plazo. En la actualidad, su base es cada vez más reducida, hay un claro predomino de adultos o personas entre 15 y 64 años, potencialmente activas (prácticamente el 70%) y, finalmente, las personas de más de 65 años (el 18%) es sensiblemente menor que el nacional (20,1%).

Pero, al margen de los espectaculares datos de población que la Comunidad de Madrid ofrece, creemos que importan más los dónde y los cómo de la misma que los cuántos. Y es que Madrid se presenta como uno de los espacios urbanos más segregados socialmente de Europa, según un conocido Informe del Consejo Europeo de Investigación.

El citado informe analiza datos de 2011, pero entre esta fecha y el momento actual la brecha entre ricos y pobres no ha hecho más que crecer y las desigualdades sociales se han ido exacerbando, como consecuencia, entre otros factores, de los niveles de los ingresos y el patrimonio, del ciclo vital, de los tipos de empleo y condición socio-económica o del grado de segregación educativa (Madrid encabeza en este campo a Europa según la OCDE). A estos factores hay que sumar otros, como la gentrificación rampante, la muy desigual distribución de inmigrantes extranjeros y, muy singularmente, la crónica falta de equilibrio del mercado la vivienda.

Importa la segregación por renta, patrimonio e ingresos porque explica todos los demás tipos de segregación: residencial, educativa, calidad y acceso a los servicios, calidad de vida y movilidad. Todos estos hechos hacen que el mapa de vulnerabilidad social presente unas desigualdades nunca conocidos hasta ahora. La ciudad histórica era desigual, pero era socialmente integradora y, a su manera, cohesionada. El área metropolitana, configurada en torno a ella, se presenta fragmentada y segregada socialmente.

La renta per cápita media de Comunidad de Madrid, en 2023, era de 39.000 euros, 10.000 euros más que la española. Pero este hecho no debe ocultar la enorme y conocida brecha por renta (que sería aún mayor, por patrimonio) entre los sectores noroeste y sureste del área metropolitana. Según el INE, Pozuelo, Boadilla del Monte, Aravaca, Chamberí, La Castellana o Moncloa poseen una renta media anual por habitante próxima a los 100.000 euros en tanto que en otros sectores urbanos no llegan a los 15.000 y casi ninguno de los municipios del sur llega a los 30.000.

Los 1,3 millones de personas en riesgo de pobreza en la Comunidad, según el indicador Arope, se contrapone con otros dos nuevos datos significativos. El primero es que un tercio de las personas con base imponible superior a dos millones de euros se concentran en la Comunidad de Madrid, según la Agencia Tributaria. El segundo es que en el primer semestre del 2024 casi tres cuartas partes de la inversión extranjera también se concentran en Madrid, lo que contrasta altamente –se insiste en ello- con el peso demográfico y territorial relativo de la región en el país (15% y 1,28%, respectivamente)

La segregación social no es deseable, en primer lugar, por razones de las de carácter ético o de elemental justicia social, a ellas se suman, además, las de carácter económico-funcionales, más incontrovertibles.Concluyendo: ¿el éxito demográfico y económico es compatible con el fracaso social y político que los altos índices de pobreza y la segregación socio-territorial suponen? Sí pueden, pero no se constata en el territorio analizado. ¿Pueden relacionarse crecimiento económico y desarrollo social? Sí, se puede y se debe, pero Madrid no parece el mejor ejemplo.

Pedro Reques Velasco es catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Cantabria.

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