Año clave para la inflación
El hecho de que en el IPC vuelva a subir por los carburantes muestra hasta qué punto las economías siguen sobre un alambre
Tras dos ejercicios de infarto para muchas familias y empresas, 2024 pasará a la historia como el año en que el que finalmente la inflación volvió a entrar en vereda. El dato adelantado de diciembre, conocido el lunes, apunta que el IPC se ha anotado en diciembre una variación del 2,8%. El Gobierno lo ha reivindicado como un éxito de sus políticas, comparándolo con la media del 3,6% en 2023. El dato es cierto, pero también lo es que en diciembre del año pasado la variación del IPC estaba en el 3,1% y en retroceso. Este final de año, en cambio, supone el tercer mes consecutivo de incremento, desde el 1,5% que marcó en septiembre (el mes que hizo de valle en 2024). Los expertos lo explican por el efecto base y creen que en este repunte están desempeñando un factor fundamental los precios energéticos.
Nadie espera una vuelta a la situación que se desencadenó con la combinación de la salida de la pandemia y la guerra de Ucrania. Los primeros, los bancos centrales, que hasta ahora han mantenido el rumbo de bajadas de tipos. Hay confianza, pues, en caminar hacia la normalización. Pero el 2,8% con que acaba el año muestra que aún queda trecho hasta ese objetivo de situar el IPC a medio plazo en un crecimiento sostenido en torno al 2%. La ortodoxia dicta que muy por debajo peligra el desarrollo económico. Por encima, los estragos son fáciles de imaginar, porque los acabamos de vivir, comenzando por una merma considerable del poder adquisitivo de muchos hogares.
Por otro lado, el hecho de que en el IPC vuelva a subir por los carburantes, siempre tan dependientes de mercados internacionales y geoestratégicos, muestra hasta qué punto las economías siguen sobre un alambre. Y son muchos los factores que en 2025 parecen capaces de mover ese cable, comenzando por el cambio presidencial que aguarda en enero en la primera potencia mundial.
En clave doméstica, el año nuevo traerá la normalización de los tipos de IVA en los alimentos. Las rebajas se aprobaron precisamente para paliar las consecuencias de una inflación desbocada, y su retorno tendrá obligatoriamente algo de impacto en la cesta de la compra. El Gobierno previó una vuelta escalonada, como sucede en el conjunto de medidas fiscales: subirán otra vez algunas tasas energéticas (a la vuelta del año aguarda la equiparación del diésel con la gasolina), aunque la gratuidad y los descuentos en el transporte colectivo sobrevivirán hasta junio.
Todo listo para iniciar un 2025 que pondrá a prueba la capacidad de las economías para reducir lo que muchos expertos han denominado la última milla de la inflación. Que no es otra que la más difícil de transitar.