Las claves: Trump vuelve a su terreno de juego favorito, y la ley del mínimo esfuerzo fiscal
La guerra comercial vuelve a calentarse a pocos meses del retorno del republicano
El proteccionismo comercial es probablemente el gran mantra de Donald Trump. En otros temas (las empresas tecnológicas, las criptomonedas o los vehículos eléctricos, por hablar solo de asuntos relacionados con las finanzas) ha cambiado de opinión, pero en este lleva ya desde los años 80 enfrentado a la producción exterior. Su momento acabó llegando, y aunque al inicio de su primer mandato, en 2017, China y la UE se opusieron a su política (aunque Pekín no tenía mucho de qué presumir al respecto), terminaron sumándose con entusiasmo a la ola, especialmente durante la pandemia, en que se evidenció la necesidad de tener capacidad industrial propia en prevención de interrupciones en la cadena de suministro (primero fueron las mascarillas, y más tarde los chips). El propio Joe Biden ha mantenido una línea continuista con Trump, aunque no lo pregone a golpe de tuit. Ahora el presidente electo de EE UU vuelve a utilizar los aranceles de forma transaccional; dice que para frenar la inmigración irregular y la entrada de fentanilo. Es el terreno de juego en el que se siente más cómodo, y a los demás no les queda otra que aceptarlo, porque también es el dueño del balón.
El nuevo y exhaustivo registro de viajeros que puede ser irrealizable
Los hoteleros, representados por la patronal Cehat, han decidido recurrir a los tribunales el real decreto que les va a obligar, a partir del lunes, a facilitar hasta 42 datos de cada viajero (prácticamente hasta la talla de ropa). La medida no viene de una directiva europea, y, de hecho, puede contravenir la normativa continental sobre protección de datos, según los empresarios.
Dado que muchas reservas de viajes se hacen a través de intermediarios, en muchos casos a los hoteles les va a ser realmente difícil obtener la información, así que la medida puede ser simplemente irrealizable.
España aprueba otra vez ante Bruselas con la ley del mínimo esfuerzo
España se está comportando últimamente en Europa como ese estudiante que aprueba siempre con un 5 raspado, pero que va pasando de curso sin mayores problemas; a veces da la impresión de que, si se esforzara un poco, podría hasta sacar notas brillantes, pero prefiere remolonear con la Play Station o con sus amigotes. Esta vez, el Gobierno ha conseguido el visto bueno parcial de la Comisión Europea a su plan de ajuste, gracias a la reforma fiscal aprobada al límite el jueves. Ahora quedan los Presupuestos de 2025, que el Ejecutivo se muestra confiado en sacar adelante, haciendo de nuevo malabarismos parlamentarios. Tampoco es que muchos otros alumnos de la UE puedan presumir mucho de su disciplina presupuestaria, así que España sigue pasando desapercibida.
La frase del día
“No nos consta que Gazprom quiera vender Nord Stream 2 [ante la noticia de que hay un inversor de EE UU interesado]. Gazprom no entregará sus recursos estratégicos a Estados Unidos”
Dmitry Peskov, portavoz del Kremlin
La producción de acero verde en España tendrá que esperar
ArcelorMittal dio ayer un pequeño varapalo a la industria española, al renunciar a invertir en Europa, y en concreto en Gijón, en instalaciones de reducción directa del mineral de hierro, claves para la descarbonización de la acería. Lo atribuyó, principalmente, a la sobreproducción china, donde se hace de forma más barata, gracias en buena medida a, claro, las subvenciones públicas.
España se ha convertido en un destino deseado para las empresas industriales, por el relativamente asequible precio de su energía, pero en este caso eso no ha sido suficiente, a pesar de la ayuda de 450 millones de euros que se ofrecía para el proyecto. No hay que rendirse, eso sí, porque la transición verde va a dar muchas vueltas.