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Perfil
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El banquero que tiene que buscar un sucesor para el trono de Disney

El ex-CEO de Morgan Stanley James P. Gorman afronta el difícil reto de encontrar un sucesor para Bob Iger en el gigante del entretenimiento

James P. Gorman
José Manuel Esteban
Pierre Lomba

“No conoce el negocio, no es un trader, no es banquero de inversión, ¡es un consultor!”. Así resumía un indignado analista de Wells Fargo las capacidades de James P. Gorman para liderar el gigante bancario Morgan Stanley cuando se anunció su nombramiento como CEO en un 2010 aún convulso para las instituciones financieras. Este consultor, un australiano tachado de outsider en Wall Street, acabó, sin embargo, levantando un banco que había coqueteado por momentos con seguir los pasos de Lehman Brothers. Fue gracias en buena parte a su temple, labrado en las partidas de póker que lleva jugando desde que tiene 15 años y que ahora tendrá que poner a prueba en el que apunta a ser el último reto de su extensa carrera: encontrar, como presidente de su consejo de administración a partir del próximo enero, un nuevo CEO para el imperio Disney (y mediar, por el camino, con el actual, el polémico Bob Iger).

Gorman, de 66 años, nació en Melbourne, y está casado, con dos hijos. Es el sexto de 10 hermanos en una familia de origen irlandés. Tras acabar sus estudios obligatorios en un internado católico, se graduó en Derecho –como su hermana Katharine, que fue durante años juez del Tribunal Supremo de Victoria– y comenzó a trabajar como abogado en el despacho internacional DLA Piper (por entonces, Philips Fox and Masel). Pero el camino legal le duró poco: en 1985 se mudó a Estados Unidos para cursar un máster en administración de empresas (MBA, por sus siglas en inglés) en la prestigiosa Universidad de Columbia, y al terminar fue fichado por la consultora McKinsey.

En el gigante estadounidense, el ejecutivo participó como socio del departamento financiero en el desarrollo de la estrategia online del banco Merrill Lynch. Tras más de 10 años gestionando su cuenta, acabó fichando por la entidad. De la abogacía a la banca, pasando por la consultoría: los tres pilares de los servicios económicos. Tras apenas dos años en Merrill Lynch, ya era su responsable de Bolsa. En 2006, poco antes de la tormenta de la crisis financiera, Gorman fichó por Morgan Stanley.

Allí también escaló rápido: comenzó como presidente del grupo de gestión de patrimonios; menos de dos años después ya era vicepresidente y, en septiembre de 2009, un año después de la quiebra de Lehman Brothers, el banco anunció su nombramiento como CEO. El directivo accedió al puesto cuestionado por sus orígenes profesionales y personales: “A veces la atención se centraba en el hecho de que yo era australiano, porque no había muchos extranjeros que dirigieran bancos en este país, y era una época en la que realmente quería centrarme en el negocio y no en mi personalidad”, contaba en una entrevista para el Financial Times en 2015.

Bajo su mando, y con no pocos sacrificios, Morgan Stanley pasó de ser un banco cuya supervivencia estaba bajo sospecha a convertirse en el líder de su sector. Una de las claves fue pivotar el negocio hacia la gestión de patrimonios, menos volátil y con una garantía de ingresos más estables. Otra –herencia de sus tiempos de consultor–, la reorganización y el control del gasto, incluidos los bonus de sus banqueros. Al ser preguntado en la reunión de Davos en 2012 sobre el tema, respondía así: “Les diría que son ingenuos, que lean el periódico. Y que si ponen su compensación anual en lo más alto de sus prioridades para definir su felicidad, su problema es mucho mayor que el trabajo”.

Sucesiones

En su primera reunión como CEO, en 2010, Gorman aportó una lista de posibles sucesores en caso de emergencia. Y, desde que anunció en mayo de 2023 que dejaría su puesto al frente del banco en 2024, se dedicó a hacer un profundo casting. Esa experiencia, además de su fama de mentor de los máximos dirigentes empresariales –tiene la costumbre de llamar a los nuevos CEO de las grandes empresas y ofrecerles su consejo–, le han valido su nombramiento como próximo presidente del consejo de administración de Disney.

En el particular proceso de selección para sustituirle, el banquero australiano pidió a los candidatos todo tipo de datos personales, y apostó por ponerles en cargos y situaciones de gran exposición pública, para ver cómo se desenvolvían. Él mismo, contaba en una entrevista hace años, vomitaba casi diariamente por el estrés en sus primeros años en la cima. Eso sí, cuando acabó el proceso, el banco premió a los tres candidatos (incluido el elegido) con un bonus de 20 millones de dólares.

El reto que le espera con Disney, sin embargo, va a ser mayor que organizar una pacífica transición interna. Por lo pronto, porque el ejecutivo a sustituir, Iger, es prácticamente indisociable de la marca, y no está claro que vaya a dejar el trono pacíficamente. También porque el reino del ratón no es un negocio al uso: desde los parques temáticos al streaming, pasando por el cine, la televisión por cable o las retransmisiones deportivas, Disney es difícil de abarcar, por lo que el grupo necesitará un líder ecléctico. En enero de 2026 habrá un nuevo CEO. Quizá un consultor valga.

Sobre la firma

Pierre Lomba
Redactor de la sección de Economía. Graduado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París. Después de ejercer la abogacía, realizó el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.
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