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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El bono de EE UU, frontera para la osadía de Trump

Si vence el republicano, deberá evitar romper las expectativas del mercado sobre los tipos y preservar la independencia del banco central

CINCO DÍAS
El presidente de EE UU, Donald Trump, con Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, en 2017.
El presidente de EE UU, Donald Trump, con Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, en 2017. REUTERS

Los inversores reciben con una suerte de amor-odio la posibilidad de que Donald Trump pueda ocupar de nuevo la Casa Blanca. En principio, su victoria en las presidenciales del próximo martes podría dar aún más vuelo a Wall Street gracias a una fiscalidad y una regulación muy favorables a las empresas. El reverso, sin embargo, está en su radical propuesta en materia de aranceles e inmigración, capaz de rescatar los temores inflacionistas y de enfriar la expectativa de rebajas de tipos por parte de la Fed.

Más aranceles encarecerán el precio de los productos importados ­–y Trump propone elevarlos en al menos el 10% para todo lo que entre a EE UU–, mientras que las restricciones a la inmigración, llevadas al extremo que propone el republicano, provocarían previsiblemente un repunte en los salarios, además de un incalculable coste social y humanitario. Los inversores lo saben, y estos días el rendimiento del bono de EE UU a una década alcanza máximos de julio, con la volatilidad de la deuda en máximos del año.

Más inflación, y menos bajadas de tipos, serían el impacto más inmediato para una economía que se adentra cada vez más en un desequilibrio fiscal que sería aún más agudo en el caso de un Gobierno republicano. En especial si Trump, además de la Casa Blanca, también controlase las Cámaras. Ni Harris ni Trump han planteado en campaña medidas para reducir un déficit que ronda el 7% y una deuda que supera el 100% del PIB. Pero del magnate republicano se espera, además de más gasto, menos impuestos.

Ninguna economía puede permitirse el lujo de unas cuentas públicas desequilibradas sin recibir la penalización de los inversores. Solo la estadounidense logra ese estatus, gracias a la condición de divisa refugio del dólar y a una Reserva Federal sobre la que no se cuestiona su independencia. Las aventuras presupuestarias de la británica Liz Truss de octubre de 2022 aún están en la memoria de los inversores: el interés del bono británico, poco sospechoso de la volatilidad propia de un emergente, ha subido a máximos del año, por encima del 4,5%, tras conocerse los Presupuestos presentados por los laboristas. Incluyen más impuestos, pero también más endeudamiento, ante lo que el mercado ha enseñado la patita. Si Trump vence el martes y quiere contar con que los inversores financien sus políticas, deberá tener cuidado de no romper las expectativas del mercado sobre las bajadas de tipos y preservar la independencia del banco central, sin perder de vista en exceso el déficit público.

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