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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El doble filo de la IA sobre la economía

El mundo, sobre todo el financiero, suele exagerar el impacto de una tecnología a corto plazo, pero subestimarlo a medio

CINCO DÍAS
Móvil con el logo de OpenAI.
Móvil con el logo de OpenAI.FOTO: ETIENNE LAURENT (EFE)

Hace menos de dos años que se lanzó la primera versión de ChatGPT; el aniversario se cumplirá a finales de noviembre. En términos empresariales y económicos, no obstante, parece que haya transcurrido una era. Por más que los mercados financieros y, por extensión, las empresas, tiendan a subirse al carro de todo lo que parezca disruptivo, baste como ejemplo el metaverso y la realidad aumentada. Aun así; el mundo, sobre todo el financiero, suele exagerar el impacto de una tecnología a corto plazo, pero subestimarlo a medio. En la pugna corporativa, los impactantes modelos de lenguaje han solapado avances en otras áreas menos espectaculares, como la investigación biomédica. Ahí está el premio Nobel de Química. Hay menos claridad, al menos a fecha de hoy, sobre el papel de la IA aplicada a tareas que requieran interacción humana.

Así, las implicaciones económicas son particularmente inciertas. Sobre el papel, la tesis de partida es que la inteligencia artificial mejorará la productividad de los humanos. De hecho, ya lo está haciendo en las aplicaciones, todavía limitadas, que están en el mercado y que descargan trabajo mecánico. Lo que no sabemos es cuánto. Y en qué medida esta tecnología puede afectar a la economía. Tal y como explicaron ayer en Madrid varios investigadores, más allá de esta presunta eficiencia, subyacen otras incógnitas de calado. Como, por ejemplo, cómo impactará la inteligencia artificial en la desigualdad y en el empleo. Se teme por millones de puestos de trabajo, pero la adopción masiva de la computación no recortó los trabajos de oficina; al contrario.

Tampoco sabemos el impacto en la inflación, pues eficiencia también puede ser ajustar los precios de forma que los consumidores paguen siempre lo máximo que estén dispuestos a pagar. El uso de la IA puede disparar los precios de la energía y el calentamiento global... O encontrar fórmulas para solucionar estos problemas. Estas reflexiones, todavía primigenias, posiblemente dominen la conversación económica y empresarial en los próximos años. Aunque, de nuevo, cabe apelar a la paciencia; otro Nobel de este año, Daron Acemoglu, ya ha avisado de que las tareas donde la IA tiene menos visibilidad actual son las que tienen menos valor añadido desde un punto de vista económico. Y que el recorrido, en términos de empleo, de las herramientas conversacionales actualmente en uso es, en el medio plazo, limitado. Dos años pueden haber parecido mucho tiempo, pero en realidad pueden ser muy poco.

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