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La Lupa
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La Moncloa se instala en la política vacía y Cataluña recupera el ‘seny’

Los Gobiernos trocan sus papeles, y es Sánchez el que se enreda en debates estériles, mientras Illa avanza “aferrado a la realidad”

Pedro Sánchez y Salvador Illa durante el Comité Federal del PSOE
El líder socialista y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez , y el presidente de la Generalitat de Cataluña, Salvador Illa, en septiembre.Eva Ercolanese/PSOE (PSOE/EFE)

Los debates de esta semana en los Parlamentos de España y Cataluña han dado la medida de la situación de un Gobierno y otro. Mientras que en el Congreso de los Diputados es difícil dar con algo realmente productivo –de hecho, el Gobierno está perdiendo las principales votaciones y no hay visos de que vaya a haber Presupuestos en 2025–, en las Cortes de Cataluña se aprecia un debate muy diferente, “aferrado a la realidad”, que es como le gusta definir a Salvador Illa su propósito de gobierno. Esto supone un intercambio total de papeles, si se compara con las legislaturas pasadas.

Cataluña lleva atascada en el debate soberanista al menos doce años; desde que, en diciembre de 2012, las dos principales fuerzas políticas regionales (CiU y ERC) aparcaran sus visiones económicas opuestas para pactar una agenda independentista común. Esta realidad ha quedado atrás, como consecuencia de los resultados de las pasadas elecciones autonómicas y municipales. De hecho, hoy el PSC está al frente de la Generalitat de Catalunya (Salvador Illa), de la Diputación de Barcelona (Lluïsa Moret) y del Ayuntamiento de Barcelona (Jaume Collboni), las tres instituciones con mayor peso político y presupuestario de la comunidad autónoma, para lo que cuenta con el apoyo de ERC y Comuns Sumar.

El martes pasado, se produjo la primera sesión del debate de política general en las Cortes Catalanas, y Salvador Illa lanzó un programa concreto de vivienda, que claramente está identificado como el primer problema real de este país. La falta de vivienda a precio asequible es la raíz de muchos otros corsés que sufre la sociedad española, como es la tardía emancipación de los jóvenes, la baja tasa de natalidad o la emigración de los más preparados en busca de oportunidades.

Illa lanzó un plan concreto que contempla una inversión pública de 4.400 millones en esta legislatura para la construcción de 50.000 viviendas hasta 2030. Para ello, se comprometió a crear una reserva, que pretende realizar la primera convocatoria en cinco meses para adjudicar los primeros solares. También prometió reducir la burocracia a la mitad, ofreció financiación en condiciones ventajosas a través del Instituto Catalán de Finanzas y se abrió a la colaboración con los promotores privados para la construcción de vivienda pública.

El presidente de la Generalitat, que 15 días antes había lanzado la proclama “Catalunya ha vuelto”, quiere volver a liderar económicamente España. “Ahora nos toca generar las mejores condiciones para seguir impulsando un dinamismo económico en Cataluña”, dijo. Pese al calado de la propuesta, la más concreta y ambiciosa lanzada hasta el momento por ningún Gobierno regional ni por el estatal, no mereció ni una línea en la portada de los tres periódicos económicos de este país, lo que pone de manifiesto cómo el procés soberanista ha sacado del radar financiero a la región más rica de España, con un peso del 20% en el PIB.

Mientras Illa lanzaba su propuesta, se reunía el Consejo de Ministros del Gobierno de España. Tras el encuentro, se producía la rueda de prensa habitual, donde el Ejecutivo anuncia sus propuestas legislativas, que no sabe si va a conseguir aprobar, dada su precaria mayoría parlamentaria, y donde queda reflejada la pobreza del debate político público, que sigue enredado en la palabra ETA o la evolución judicial del expediente de la mujer del presidente. Habrá quien diga que esto se debe a las preguntas de los periodistas, la típica manera de culpar al mensajero, pero lo cierto es que la actualidad la marcan los políticos, estén en el Gobierno o la oposición. De hecho, el miércoles, se producía en el Congreso de los Diputados un debate sobre la inmigración, a propuesta del PP, debate que, en la práctica, no se produjo gracias al interés de los populares en hablar de la desaparecida organización terrorista.

Puede que el Gobierno lleve razón al acusar al PP de utilizar torticeramente el reclamo de ETA, puede que el caso Begoña Gómez termine en nada desde un punto de vista judicial. Pero cada día parece más claro que Pedro Sánchez no acierta al abordar ambos temas, más aún cuando su ministra portavoz tergiversa (¿miente?) el contenido del dictamen de la Audiencia Provincial de Madrid sobre el caso Gómez, como bien señaló El País, o el de un informe del Consejo de Estado.

Salvador Illa está demostrando cómo el tono puede llegar a ser el mensaje. El presidente de la Generalitat de Catalunya tiene una oposición tan dura o más que el presidente del Gobierno de España: no parece que Junts sea más cómodo que el PP, Carles Puigdemont que Alberto Núñez Feijóo. Sin embargo, Illa ha desarrollado un caparazón más duro y resbaladizo que Sánchez y evita entrar al trapo de las provocaciones de sus contrincantes. Sánchez, en cambio, disfruta alimentando a sus oponentes, como sucedió con su primer discurso tras el verano, en el que volvió a poner en el punto de mira a Isabel Díaz Ayuso.

El Gobierno de Pedro Sánchez tiene una debilidad tan patente que ha tenido que retirar varias iniciativas legislativas ante la falta de continuidad en el apoyo de los partidos que le invistieron. Tuvo que retirar en mayo el proyecto de reforma de la Ley del Suelo, y el mes pasado también paró la tramitación de la senda de estabilidad presupuestaria en la que se fija el techo de gasto. Además, el PP le ha sacado adelante iniciativas como el reconocimiento de Edmundo González como presidente de Venezuela. Se sabía que Junts no se lo iba a poner fácil al Gobierno, pero es que la reforma del suelo se la tiraron también ERC, Podemos y Sumar.

Salvador Illa ha conseguido que el empresariado catalán haya pasado de la expectación al encantamiento con la nueva situación. En cambio, Pedro Sánchez, que disfruta de unas cifras macro como hacía tiempo no tenía España, tiene el apoyo más bajo desde que llegó al Gobierno, tal como reflejan encuestas poco sospechosas como la de 40dB, que le sitúan casi cinco puntos por debajo del PP. Sánchez no tiene ningún incentivo a convocar elecciones, pero ¿tiene sentido mandar sin gobernar? Illa sin Sánchez no es nada y viceversa, pero el seny del catalán ha conseguido que hasta Felipe González pronuncie su nombre, mientras ignora al presidente.

Aurelio Medel es periodista y doctor en Ciencias de la Información


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