La detención del CEO de Telegram es una difusa advertencia a las grandes tecnológicas
El caso de Durov es único, pero las consecuencias pueden extenderse
La detención del fundador de Telegram, Pavel Durov, ha animado tanto a los detractores de las grandes tecnológicas como a los libertarios acérrimos, que temen una nueva represión de la libertad de expresión. Estos últimos parecen exagerados, dada la naturaleza del caso. Sin embargo, no deja de ser una advertencia para rivales como Elon Musk, propietario de X, y Mark Zuckerberg, de Meta.
Es fácil entender por qué la detención podría verse como un nuevo frente entre los reguladores mundiales y las redes y la libertad de expresión, como ha sugerido Elon Musk. Es la primera vez que se detiene a un CEO de una gran plataforma. Durov ya tiene fama de enfrentarse a Gobiernos poderosos: huyó de Rusia en 2014 tras negarse a dar los datos de los usuarios de la plataforma VKontakte. Bajo la superficie hay poca lectura de otras plataformas. Telegram, como WhatsApp (Meta), permite a millones de usuarios transmitir mensajes. Pero Durov presume de su estructura “supereficiente”, mientras que sus rivales cuentan con ejércitos de moderadores.
Y los motivos del arresto parecen concretos: complicidad para permitir el abuso de menores, la venta de drogas ilícitas y el blanqueo de dinero. Los fiscales también citan la falta de voluntad para cooperar, algo de lo que ya se había acusado a Telegram: el año pasado, un tribunal brasileño ordenó el bloqueo de la aplicación por no colaborar en una investigación sobre grupos neonazis. Telegram afirma que cumple la normativa de la UE y que Durov “no tiene nada que ocultar”.
Es poco probable que a los reguladores les resulte tan fácil apuntar a otros CEO. Durov es francés, lo que permite a los fiscales del país perseguirle.
La detención puede tener implicaciones para otras redes. Telegram no es un pez pequeño. Si se imputa a Durov, un escándalo mundial podría impulsar a los reguladores a intensificar las exigencias para que las plataformas asuman la responsabilidad de sus contenidos.
El escándalo pone de manifiesto los límites de la regulación: con solo 41 millones de usuarios en la UE, la red está por debajo del umbral de 45 millones de la norma europea: así, no está clasificada como una plataforma muy grande, y no está sujeta a normas más estrictas de transparencia y moderación de contenidos. El caso de Durov es único, pero las consecuencias pueden extenderse.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Pierre Lomba Leblanc, es responsabilidad de CincoDías.
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