Intel se verá obligada a encontrar un plan B
La tecnológica, que llegó a ser el líder indiscutible de la industria de semiconductores, ahora va a la zaga de TSMC
Intel está luchando por gastar dinero y se está quedando corta. La empresa ha invertido miles de millones en igualar la destreza de Taiwan Semiconductor Manufacturing en la producción de chips de última generación. Sin embargo, con la desaceleración del negocio, el jefe Pat Gelsinger tiene mucho menos poder de fuego. Intel simplemente no puede seguir el ritmo.
La tecnológica, que llegó a ser el líder indiscutible de la industria de semiconductores, ahora va a la zaga de TSMC en términos de densidad de chips, coste y eficiencia energética. A medida que sus rivales abandonaban el modelo de diseño y fabricación integrado verticalmente, se beneficiaban de los avances de la firma taiwanesa, engullendo cuota de mercado. El resultado: Intel está quemando efectivo y sus acciones han caído a la mitad en cinco años.
Gelsinger fue el arquitecto jefe del emblemático chip 80486 de Intel hace casi cuatro décadas, y volvió para sacar a la empresa de su estancamiento tecnológico en 2021. Ahora dice que la misión está casi cumplida y promete que los chips del año que viene igualarán a cualquier otro fabricado por TSMC en medidas clave. Tal vez, pero eso es solo una parte de la batalla. Intel tiene que demostrar que puede producir chips de última generación en volumen, de forma eficiente, y que puede convencer a clientes externos para que utilicen su fabricación.
Aumentar la producción de esta forma, y mejorarla año tras año, es enormemente costoso. TSMC tiene previsto invertir 30.000 millones de dólares en 2024. Alrededor del 80% se destinará a los semiconductores más avanzados. Eso es más o menos suficiente para una sola nueva planta de fabricación, que cuesta 25.000 millones de dólares, según Intel.
La empresa estadounidense no tiene que invertir tanto. Los ejecutivos afirman que las subvenciones públicas y la ayuda de criptomaniacos, como Brookfield, pueden cubrir una cuarta parte del gasto necesario. De ser así, Intel necesitaría unos 19.000 millones de dólares anuales solo para mantener el mismo ritmo de una nueva planta al año.
De momento, tiene previsto gastar aproximadamente esa cantidad el año que viene. El problema es que Gelsinger también ha prometido que los gastos de capital equivaldrán a una cuarta parte de los ingresos a largo plazo. Si las ventas se sitúan en torno a los 75.000 millones de dólares, queda margen suficiente. Pero eso es un tercio más de lo que los analistas prevén que Intel genere el año que viene, según LSEG.
Mientras tanto, el coste de construcción de las plantas no hace más que aumentar. Los márgenes operativos de TSMC son mayores que los de Intel, y sus gastos de capital han representado una media del 40% de los ingresos en la última década. En otras palabras, las dos empresas van en direcciones opuestas. Intel ha apostado su cambio de rumbo a dos revoluciones: una en sus diseños de chips y otra en la recuperación de la supremacía de fabricación. Si las promesas actuales se cumplen, habrá demostrado su astucia en lo primero. Pero como la brecha financiera no hace más que aumentar, salvo que se produzca un cambio milagroso, Gelsinger se verá obligado a replantearse lo segundo.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Pierre Lomba Leblanc, es responsabilidad de CincoDías.
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