Un ingeniero experto para reparar la seguridad de Boeing
Kelly Ortberg, con más de tres décadas en el sector, asumirá la jefatura del gigante, que atraviesa una crisis de confianza y resultados
El de Boeing era un vuelo que necesitaba un cambio de rumbo urgente. Como muestra, sus últimos resultados, presentados el miércoles. En los últimos seis meses, la empresa ha triplicado sus pérdidas netas para superar los 1.600 millones de euros negativos. En cuanto a la facturación, las noticias también son malas. La compañía apenas se ha quedado cerca de los 31.000 millones de euros, por debajo de los 35.000 millones del mismo periodo del año anterior, lo que supone un descenso del 11%.
Es la principal consecuencia de que, en los últimos tiempos, Boeing haya visto limitados por las autoridades los aviones que puede fabricar y, por consiguiente, vender. En concreto, de 266 aviones entregados en la primera mitad de 2023, Boeing pasó a fabricar 175 en el mismo periodo de este año, un 34% menos. Para entender su crisis, hay que remontarse a los años 2018 y 2019, cuando dos accidentes en modelos de Boeing se saldaron con la muerte de 346 personas. Aquello desató una crisis de reputación sin precedentes que dio lugar a que le entregaran las riendas como CEO a Dave Calhoun, experto contable y hombre con fama de buen comunicador. Pero pronto se vio que los problemas de Boeing iban a necesitar más que buenas palabras.
En enero de este año, un Boeing de Alaska Airlines perdió en pleno vuelo un panel destinado a tapar un hueco que quedaba cerca de la puerta de emergencia. En el mes de marzo, otro avión de Boeing, esta vez operado por Latam Airlines, sufrió una fortísima sacudida que mandó al hospital a 13 pasajeros. Desde luego, no fueron accidentes tan graves como los de 2018 y 2019, pero llueve sobre mojado. Entre uno y otro, la Administración Federal de Aviación de EE UU (FAA, por sus siglas en inglés) ya había publicado un informe demoledor que hablaba de que había una desconexión entre las altas esferas de Boeing y los responsables de la seguridad.
En otras palabras, que Calhoun no había resuelto el problema. Dando acuse de recibo, el primer ejecutivo anunció su dimisión en marzo. Esta debía ejecutarse a finales de este año, pero los malos resultados de Boeing han precipitado los acontecimientos. Su sustituto será Robert K. Kelly Ortberg (Iowa, EE UU, 1960), quien, sin tiempo que perder, tomará posesión de su cargo el próximo día 8.
El perfil de Ortberg dista mucho del de Calhoun. Si el todavía CEO de Boeing destacaba por su faceta como contable, el del próximo responde más bien al de un técnico experto que conoce cada modelo de avión como la palma de su mano. No en vano, es ingeniero por la Universidad de Iowa, y cuenta con más de 35 años de experiencia en el sector.
Aficionado a los Hawkeyes –el equipo de fútbol americano de su alma mater–, casado con la dietista Valerie Ortberg y padre de dos hijas, Kaitlyn y Abigail, quienes han trabajado con él lo describen como un hombre íntegro, de carácter recto y con un gran sentido del humor. Empezó su carrera a principios de los ochenta en Texas Instruments, una empresa de materiales semiconductores. Allí, el ingeniero ocupó durante seis años diversos cargos en el área de gestión de datos, lo que le dio la oportunidad de ampliar su red de contactos. Dio con la experta en tecnología Nan Mattai, quien lo conectó en 2001 con Rockwell Collins, una compañía especializada en la industria aeroespacial.
Ortberg entró en ella asumiendo el cargo de director general de sistemas de comunicación, puesto en el que permaneció hasta su transición a sistemas comerciales, en 2002. Durante los siguientes cuatro años, trabajó para aumentar el negocio en un área muy afectada por los atentados del 11S. Sin embargo, no le fue mal. En 2006 pasó a dirigir operaciones de sistemas comerciales, hasta que cuatro años después asumió la dirección de operaciones de sistemas gubernamentales. Para 2012, su conocimiento de la empresa y el sector era tan profundo que su nombramiento como presidente y CEO de Rockwell Collins cayó casi por su propio peso.
En esos años, más de la mitad de los ingresos de la firma dependían de contratos públicos. Para tratar de reducir esta dependencia, en 2013 Ortberg lideró la compra de Arinc, una compañía de servicios comerciales, por cerca de 1.400 millones de dólares. En 2017 adquirió por 8.300 millones B/E Aerospace, un importante proveedor de asientos de avión y sistemas de iluminación de cabina. No pasó un año antes de que United Technologies, líder en el sector de la defensa, comprara Rockwell Collins por 30.000 millones.
Su elección como CEO de Boeing es coherente con lo que Calhoun confesó hace un par de meses, cuando, en el marco de la investigación del vuelo de Alaska Airlines, describió a las autoridades de EE UU a su candidato ideal para sustituirlo: “Intentaremos seleccionar a gente que sepa mucho de aviones. Somos raros. Estamos en un sector en el que los conocimientos especializados importan mucho”.
Ortberg se enfrenta al reto de tratar de mejorar la cuenta de resultados de Boeing. Para eso, antes debe convencer a los reguladores y a los clientes de que los problemas de seguridad son cosa del pasado y de que, bajo su mando, no se van a repetir. Antes de ponerse el traje de ejecutivo, el nuevo piloto deberá enfundarse el mono de mecánico y ensuciarse.
Apuesta por los jóvenes
Kelly Ortberg es copresidente de First. Fundada en 1989 por el inventor Dean Kamen, se define como una organización mundial sin ánimo de lucro que prepara a chavales de entre 4 y 18 años mediante un conjunto de programas de robótica.
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