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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La política que rige la economía china

El objetivo para Pekín sigue siendo redoblar esfuerzos para potenciar su manufactura industrial

Xi Jinping China
El presidente de China, Xi Jinping.Ng Han Guan (AP/LaPresse)

En los últimos años, la economía ha dejado de acaparar el principal foco de atención de China para tomar el testigo la seguridad nacional, entendida como asegurar la cadena de suministro, mantener las ventajas competitivas que favorezcan el ascenso del gigante asiático en la cadena de valor, y alcanzar la ansiada autosuficiencia tecnológica. Pilares sobre los que el presidente Xi fundamenta el nuevo modelo de crecimiento de alta calidad de la economía china, aunque realmente son las cuestiones de índole de política interna y de rivalidad geopolítica las principales palancas que establecen los objetivos de China.

Desde la perspectiva económica, se esperaba que el Tercer Pleno del Partido Comunista de China marcara las nuevas directrices para revitalizar la economía. Más de 300 reformas son el resultado de uno de los cónclaves más esperados entre empresarios nacionales e inversores internacionales que ansían una mejora de la demanda doméstica y la recuperación de la confianza empresarial.

El encuentro se producía en un momento propicio para reformular políticas económicas, justo un año antes de que se revisen los objetivos del Plan Quinquenal y a medio camino de que finalice el tercer mandato de Xi Jinping. A pesar de ello, el Tercer Pleno ha finalizado sin el anuncio de grandes reformas que dinamicen la economía y frenen la prologada crisis inmobiliaria. El protagonismo lo ha acaparado, sin embargo, la envolvente de la decisión política de posponer hasta 2029 la fecha objetivo para completar las reformas, estableciendo una nueva hoja de ruta que busca encajar la consecución de las ambiciones económicas y tecnológicas previstas para 2027 con la celebración del próximo gran hito para el Partido Comunista de China.

De esta forma, se establece un nuevo plan para los próximos cinco años que resta presión a que las reformas se deban completar favorablemente en 2027 ante un escenario geopolítico adverso, generando así un margen de tiempo que haría coincidir el simbolismo que representa la celebración del 80 aniversario de la República Popular China en 2029 con el anuncio de una China más fortalecida. Así, el próximo Congreso Nacional de 2027 pasaría a ser un punto de control en la consecución de las ambiciones de China en lugar de marcar la habitual renovación de los objetivos de desarrollo socioeconómicos, favoreciendo una futura reelección de Xi en un cuarto mandato en calidad de promotor de las reformas.

De hecho, la cuestión táctica podría tener incluso un peso mayor en la ambición de Xi que el hecho de asegurar con la proclamación de unos objetivos conseguidos la pompa de una celebración que aglutina tanto simbolismo para el país. La renovación del mandato hasta 2029 supondría que sería Xi quien liderara las ambiciones de China hasta que la Casa Blanca acogiera un nuevo inquilino en enero de 2029.

Segundas partes nunca fueron buenas, y tras una guerra comercial iniciada con el primer mandato de Trump en 2018, de la que surgió la rivalidad tecnológica que enfrenta actualmente a ambas potencias, y que ha alcanzado una dimensión mundial, una administración Trump 2.0 traería al panorama geopolítico renovados desafíos que se sumarían a un ya tensionado tablero en el Indo-Pacífico. Sobre la mesa del Despacho Oval estaría la reafirmación o renovación de alianzas estratégicas, la redefinición o revisión del modelo de globalización, y el establecimiento de actualizados retos tecnológicos y de seguridad nacional que marcarán la rivalidad entre Estados Unidos y China y para los que Xi quiere mantenerse como interlocutor.

El primer punto de control será alcanzar el objetivo de crecimiento en torno al 5% para 2024, bajo un escenario en el que a las restricciones estadounidenses de tecnología que comenzaron en octubre de 2022 se sumarán los aranceles previstos por la Unión Europea a los coches eléctricos chinos, y previsiblemente también sobre los paneles solares. La Unión Europea comienza así a implementar medidas para avanzar en su seguridad económica reduciendo la dependencia de China en un proceso de derisking, no exento de puntos de fricción que van a marcar la relación bilateral en los próximos años.

Aunque las políticas anunciadas en el Tercer Pleno no han generado excesivo entusiasmo, el objetivo para China sigue siendo redoblar esfuerzos para potenciar su manufactura industrial, especialmente la relacionada con la fabricación de chips avanzados, así como la de equipamiento médico, software industrial y materiales avanzados, apostando por la investigación en tecnologías avanzadas y la reducción de barreras comerciales. Desafíos para los que China aspira a dar cumplimiento en los próximos años y que requerirán de una adaptación de las estrategias de derisking por parte de las grandes potencias.

Sentando las bases para una renovación de un cuarto mandato, el siguiente horizonte temporal para Xi sería 2035, fecha establecida para alcanzar un “sistema económico de mercado socialista de alto nivel”. Para entonces, los desafíos podrán cambiar de nombre, pero se mantendrá la esencia de una rivalidad de dimensión global para lo que la Unión Europea debe también establecer sus mecanismos de seguridad nacional.

Águeda Parra es analista del entorno geopolítico y tecnológico de China, fundadora de #ChinaGeoTech y autora de China, las rutas del poder.

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