Días de pánico tecnológico
La repercusión en Bolsa del fallo de Crowdstrike no fue excesiva a pesar de las estimaciones de pérdidas
Hay ocasiones en que los malos augurios se ciernen sobre las cosas. A veces son augurios puramente supersticiosos, pero incluso estos tienen una base que los origina. ¿Será lo sucedido el viernes (con el fallo del software de la empresa CrowdStrike, y el pánico correspondiente) un mal augurio para el futuro de la burbuja tecnológica de las siete magníficas?
Lo primero que se vino a la mente de mucha gente el viernes pasado fue que el mal augurio fallido de finales de los años 90 (el del efecto 2000, que podría haber paralizado el mundo el 1 de enero de aquel año) hubiera terminado haciéndose realidad el 19 de julio de 2024.
Aquel miedo a que el mundo quedara inmovilizado por no haber previsto un cambio de milenio en el software provocó enormes gastos con los que poner a punto los sistemas informáticos y en buena parte (junto con las modificaciones que exigía la introducción del euro) contribuyó a alimentar la burbuja tecnológica.
La repercusión en las Bolsas de lo del viernes no fue excesiva a pesar de que pronto se empezaron a hacer estimaciones de las pérdidas provocadas a empresas de todo tipo y de la posible cascada de querellas que podrían provocar.
En el día de autos la cotización de CrowdStrike cayó un 20% antes de la apertura de mercado y cerró la sesión con -11%. Poco parece para lo que se le puede venir encima.
Todo esto ha sucedido en medio de las dudas sobre la sostenibilidad de la segunda burbuja tecnológica, la que ha llevado la cotización de “las siete magníficas” (las de mayor capitalización) a la estratosfera: en los quince días previos esas dudas llevaron a caídas del índice de Bolsa Nasdaq 100 del 5,6%, dejando, al terminar la semana última, la subida acumulada en 2024 en un 16%.
En un índice general de Bolsa como es el S&P 500 el peso de las empresas tecnológicas se ha hecho sentir, permitiéndole una subida desde el final de 2023 de un 15%, lo que no está nada mal para un momento en que la Reserva Federal aún quiere que el tipo de interés del mercado interbancario a un día se sitúe en el intervalo 5,25% a 5,50%, tras 24 meses esperando inútilmente que iniciara el proceso de bajada.
La subida extraordinaria de las cotizaciones de las grandes empresas tecnológicas frente a un comportamiento mediocre de las demás se explica con unos números muy sencillos: según los datos de Factset, el crecimiento en tasa anual de los beneficios de cuatro de ellas (Amazon, Google, Meta y NVIDIA) fue en el primer trimestre de 2024 de un 131,8% y de 56,4% en el segundo. La variación de los beneficios de las restantes 496 empresas del índice S&P 500 fue, en los respectivos trimestres, de -1,2% y +5,7%.
El peso de estas compañías en el índice S&P 500 hace que la correlación entre él y sí mismo, pero con las 500 empresas que lo forman teniendo igual ponderación, está acercándose a cero.
Comparando con enero del año 2000, uno puede encontrar algunas similitudes. Entonces dos índices empezaron a mostrar que algo no estaba yendo bien: entre mediados de enero y mediados de marzo el Dow Jones Industrial bajó un 15% y el S&P 500 cayó un 8%. En ese mismo período los otros dos índices más importantes (Nasdaq 100 y Russell 2000) subieron, respectivamente, un 24% y un 20%, componiendo un panorama en el que no era fácil interpretar qué estaba pasando para que los índices se desacoplaran de esa manera.
Es curioso que en la mayor parte del año 2024 se ha estado produciendo también un desacoplamiento muy fuerte entre los índices, pero en esta ocasión con intercambio de pareja: el Nasdaq 100 y el S&P 500 han subido fuertemente, mientras que el Dow Jones Industrial tenía ganancias muy ralas y el Russell 2000 incurría incluso en pérdidas en algunos momentos. Pero recientemente los primeros empezaron a caer y los segundos a subir, para, finalmente, bajar todos
Este comportamiento tan disperso de los índices de Bolsa ha sido en 2024 igual de desordenado que entonces. Lo que tienen en común ambos momentos es que las empresas tecnológicas (y en especial las “siete magníficas”) encabezan las subidas y dirigen la tendencia del conjunto de los índices.
Ahora se abren dos líneas argumentales sobre el impacto que puede tener el fallo del software de CrowdStrike. Una de ellas es que surgirá cierta desconfianza que pudiera llevar a retrasar la implantación de nuevas herramientas, a las que se exigirán más chequeos y pruebas de infalibilidad, con la consiguiente mengua de ingresos de las compañías tecnológicas. Hay que recordar, además, que todo esto llega tras el cuestionamiento que se ha hecho recientemente de las grandes inversiones, ejecutadas o planeadas, en una inteligencia artificial que aún está lejos de resolver problemas complejos y de, consiguientemente, ser capaz de añadir valor a la altura de lo invertido en ella.
La otra línea discurre justamente en sentido contrario: fallos como el acontecido exigirán nuevas inversiones para garantizar la fiabilidad y seguridad de los sistemas.
Probablemente se darán ambas reacciones, de manera sucesiva y en el mismo orden en que se han expuesto. Que la primera fase pueda provocar el pinchazo de la segunda burbuja tecnológica es algo que aún está por ver. Nadie sabe ni el día ni la hora. Pero la probabilidad de que suceda se va acrecentando.
Juan Ignacio Crespo es economista y estadístico del Estado.
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