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Editoriales
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La crisis de CrowdStrike y los peligros de la concentración

La industria del software, tan esquiva para la regulación, tal vez merezca una supervisión mayor o, al menos, diferente

Un hombre mira unas pantallas inoperativas en el aeropuerto de Nueva Delhi, el pasado viernes.
Un hombre mira unas pantallas inoperativas en el aeropuerto de Nueva Delhi, el pasado viernes.RAJAT GUPTA (EFE)
CINCO DÍAS

Una actualización de Falcon, el antivirus estrella de la firma estadounidense de ciberseguridad CrowdStrike, provocó el pasado viernes, a raíz de un error de código, un apagón informático planetario, con impacto en aeropuertos, bancos y sistemas de pagos, hospitales y un sinfín de infraestructuras críticas. Los miles de vuelos anulados o retrasados en el mundo se sustanciaron en España con 500 cancelaciones, justo en el día en el que muchos ciudadanos comenzaban sus vacaciones de verano. La solución de las aerolíneas, resolviendo las facturaciones con papel y bolígrafo, presas de las pantallas azules de sus ordenadores, afloró imágenes de otro tiempo que, por otra parte, demostraron la fragilidad de unas sociedades absolutamente dependientes de la digitalización.

CrowdStrike, fundada hace poco más de una década, ha logrado en ese corto plazo de tiempo que casi 300 de las 500 empresas del índice Fortune trabajen con ella. También ocho de las diez mayores firmas de servicios financieros del mundo y ocho de las diez mayores automovilísticas, según datos de la propia firma. En su último ejercicio fiscal arrojó un beneficio de 91 millones de dólares, con unos ingresos de 3.100 millones, circunstancia que ha disparado su capitalización a los 83.000 millones de dólares (76.000 millones de euros), un valor ―por ponerlo en contexto― ligeramente superior al de Iberdrola.

Diversos medios estadounidenses se hacían eco tras la crisis de las palabras de Anne, Neuberger, responsable de tecnología y ciberseguridad en la Casa Blanca, que animaba a poner en el foco el exceso de concentración en el sector y en la necesidad de reevaluar el peso de estas nuevas firmas en un mundo interconectado.”Necesitamos pensar realmente en nuestra resiliencia digital. No solo en los sistemas que ejecutamos, sino en los sistemas de seguridad conectados globalmente, los riesgos de la consolidación, cómo la abordamos y cómo garantizamos que, si ocurre un incidente, se pueda contener y podamos recuperarnos rápidamente”, manifestaba.

En efecto, la industria del software, tan esquiva para la regulación, tal vez merezca una supervisión mayor o, al menos, diferente. Desde luego, la crisis de CrowdStrike y la magnitud de sus efectos alientan la necesidad de abrir un debate en profundidad sobre el sector. Resulta clave, por ejemplo, generar la estructuras de respaldo ―las tecnologías de back-up que existen en entornos como el energético― para responder sin demora ante un fallo humano como el del viernes. Todo un reto.

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