¿Cuándo y cómo dejar la liquidez ante la bajada de tipos?
Mantener una gran cantidad de dinero en efectivo en estos tiempos puede ser una trampa
Hay un tema en el que he estado pensando últimamente: la gran cantidad de ahorro que está invertido en liquidez, ahora que los bancos centrales están empezando a bajar los tipos de interés. Teniendo en cuenta que en España un 38% del ahorro financiero (1,04 billones de euros) está en tesorería, es relevante compartir algunas ideas para explicar por qué mantener tanta liquidez podría no ser la mejor opción y convertirse en una trampa financiera.
Cuando los bancos centrales deciden bajar los tipos de interés, la remuneración que las entidades comerciales ofrecen en cuentas remuneradas y depósitos, que por lo general ya son muy bajos para lo que podrían pagar, y el retorno de los fondos monetarios, también disminuyen. Esto significa que el dinero que mantenemos en efectivo o en cuentas de ahorro genera menos intereses. Es frustrante ver cómo nuestros ahorros, que tanto esfuerzo nos costaron acumular, apenas producen. A esto se suma el problema de la inflación. Aunque mantengamos la misma cantidad en nuestra cuenta, nuestro poder adquisitivo disminuye. Nuestro dinero hoy comprará menos bienes y servicios mañana.
El BCE tiene como objetivo mantener la inflación en el objetivo del 2% en el medio plazo. Hasta julio de 2021, se mantuvo por debajo o en línea con este objetivo, pero después, hemos sufrido tres años con una inflación acumulada del 10% y, aunque ahora parece que vamos por el buen camino, será difícil volver a un escenario tan bueno como el que habíamos vivido desde el inicio de siglo. Si a todo esto añadimos el efecto de unos impuestos y unas comisiones más elevados, mantener el nivel adquisitivo de nuestros ahorros con activos muy líquidos se convierte en una tarea imposible.
En un entorno de tipos bajos, hay otras formas de inversión que podrían ofrecer mejores rendimientos, como las acciones, los bonos y el ladrillo. Mantener nuestro dinero en efectivo significa perder la oportunidad de obtener mayores ganancias. Es como si estuviéramos dejando pasar un tren que podría llevarnos a un destino más prometedor. A partir de aquí, viene el gran problema de la asignación de activos, ¿cuándo dejamos esa liquidez que me da tranquilidad e invertimos a más largo plazo? No es tarea fácil ni para los inversores profesionales. Recuerden cómo, a finales del año pasado, todos los sabios de los mercados descontaban que la Reserva Federal y el BCE iban a bajar los tipos hasta seis veces en 2024. Ahora esperan solo dos bajadas para la Fed y otras dos para el BCE. No hubiera sido una decisión del todo acertada haberse salido de liquidez pensando en una reducción tan fuerte. Determinar el momento y la manera adecuada para reequilibrar una cartera es un reto que depende de muchos factores, como la edad y los ahorros y las necesidades futuras de cada persona.
Pero es algo que hay que hacer. Mantenerse al margen puede significar perder años de posibles ganancias, ya que mantener una cartera diversificada de acciones, bonos y otras inversiones de más riesgo puede ofrecer mejores rendimientos a largo plazo y no significa necesariamente asumir un gran riesgo. Otra cuestión a considerar es que, con tipos de interés bajos, los incentivos para ahorrar se reducen, lo que nos puede empujar a gastar más o a buscar inversiones más arriesgadas. Una búsqueda de rentabilidad que puede crear ansiedad entre los inversores, que padecen la volatilidad de los mercados. Tomar decisiones, basadas en el pánico o la euforia, suele conllevar grandes errores, de ahí la necesidad de mantener un nivel de riesgo adecuado.
Muchos inversores se sienten negativos y pesimistas y además desconfían en gran medida de la bondad e independencia del asesoramiento financiero que reciben. En este contexto, es casi imposible que abandonen el efectivo y busquen otro tipo de inversiones. Decidir cómo distribuir nuestras inversiones requiere entender nuestros objetivos financieros, tolerancia al riesgo y el panorama económico actual. Cada decisión que tomemos sobre en qué invertir y en qué proporción puede tener un impacto significativo en nuestro futuro financiero.
Quizá debemos empezar por redefinir los objetivos de nuestros ahorros. No buscar un retorno absoluto (por ejemplo, del 4%), ni tampoco intentar batir un índice de renta variable o fija que no conocemos. Quizá sea más entendible, en especial para los más conservadores, poner un objetivo de batir la inflación en un 1% o 2%.
Tampoco desestimemos la importancia de tener una planificación financiera. Nos permite tener una visión clara de nuestros objetivos a corto y largo plazo y nos proporciona una hoja de ruta. A través de una buena planificación, podemos gestionar mejor nuestros ingresos y gastos, ahorrar de manera efectiva, invertir sabiamente y prepararnos para imprevistos. Además, nos ayuda a tomar decisiones informadas, evitar deudas innecesarias y asegurar un futuro financiero más estable y seguro para nosotros y nuestras familias.
Mantener una gran cantidad de dinero en efectivo en estos tiempos puede ser una trampa. Nuestros ahorros generan menos rendimientos, perdemos poder adquisitivo y dejamos pasar oportunidades con mejores retornos. La estrategia más efectiva pasa por planificar y diversificar y buscar opciones que nos protejan contra la inflación, que ofrezcan beneficios fiscales a un coste razonable. Eviten esta trampa financiera, donde nuestros ahorros pierden poder adquisitivo y busquen alternativas a su liquidez. No se trata de ser imprudentes, pero sí de ser conscientes de todas las opciones que tenemos a la hora de elegir.
Rafael Ciruelos es socio y director de fondos de la sociedad de valores Diaphanum
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