Claves: los detalles que afronta la reducción de jornada, y la medicina propia de Meta
La razonable tendencia a reducir las horas de trabajo requiere atención a las diferencias
La reducción de la jornada laboral es el nuevo caballo de batalla de los agentes sociales. Ahora ha lanzado su cuarto a espadas Fedea, que sugiere que la negociación se haga mediante la negociación colectiva, es decir, como hasta el momento. Eso no cambiará mucho en algunos que llevan atascados una década, como el del metal, señalan los sindicatos. Pero es verdad que es difícil mantener la productividad reduciendo las horas en el comercio o la hostelería; parece más factible en los trabajos intelectuales. En los más físicos, puede resultar beneficiosa si reduce el cansancio de los trabajadores.
Con todo, es muy posible que el Gobierno acabe aplicando el ordeno y mando, como ha hecho con el SMI. La tendencia a recortar las horas de trabajo es general en Occidente, no un capricho del Ejecutivo; pero sería de desear una voluntad de diálogo mayor con las empresas. Estas, en todo caso, tienen un as en la manga, y es que las subidas salariales probablemente se estancarían hasta equilibrarse con la disminución de la jornada.
El turismo tira hasta de la venta de automóviles
El turismo ha llevado su condición de motor de la economía española a cotas de literalidad: las matriculaciones de coches crecieron en junio gracias, fundamentalmente, al rent a car, que apunta a un verano récord. El alquiler de coches, que bebe directamente de la gallina de los huevos de oro española, fue responsable de la entrega de 138.489 coches, una de cada cuatro ventas en España.
Con un crecimiento de más del 37%, este canal lidera la esperada remontada de un sector que busca dejar atrás las vacas flacas de los últimos años: el objetivo es superar el millón de matriculaciones anuales. Van 535.243.
Bruselas quiere que Meta tome de su propia medicina
Meta sí gana para disgustos (ingresó 134.902 millones de dólares el año pasado), pero no por ello duelen menos. Bruselas ha vuelto a golpear a la matriz de Facebook e Instagram con una nueva investigación, esta vez por poner a los usuarios entre la espada y la pared: o pasan por el aro de los anuncios que usan sus datos personales o pagan. Los usuarios europeos pueden abonar unos 10 euros mensuales para usar las versiones sin publicidad, una “elección binaria” que no agrada a la Comisión, que considera que es una forma de esquivar el consentimiento explícito al uso de sus datos. Para la empresa dirigida por Mark Zuckerberg, el pago en cuestión puede ser de hasta el 10% de su volumen de negocio mundial si se confirma que infringe la normativa. Bruselas quiere que tome de su propia medicina.
La frase del día
Solo los conservadores podemos hacer una oposición fuerte a un Gobierno laborista. Reform [el partido de Nigel Farage] simplemente no ganará suficientes escaños para oponerse a ellos
Rishi Sunak, primer ministro británico
¿Hay que vivir en Madrid o Barcelona para ser alguien?
La configuración de España enfrenta a los ciudadanos a una paradójica dicotomía: para ser alguien hay que vivir en las grandes ciudades, pero vivir en ellas es cada vez más difícil (y caro). Espacios privatizados, degradación de los servicios, colapso ambiental y crisis de la vivienda alejan a las grandes urbes del ideal de ciudad abierta. Esto tendría que repeler al ciudadano, que se ve, con todo, atraído –a despecho de sus aspiraciones de tener un huerto– por la fuerza gravitacional de estos grandes centros. En Barcelona, el alquiler acapara más del 70% del SMI; en Madrid, el 60%. Sin embargo, miles de personas abandonan sus provincias, como el protagonista de Rojo y negro, en busca del sueño madrileño o barcelonés. Es el tercer éxodo rural, y quizá el más difícil de todos ellos.
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