El debate que dio la puntilla a Joe Biden
El problema no es la edad en sí misma, pues pocos años le separan de Trump, sino la imagen que proyecta
Que a un político le critiquen desde la oposición es habitual. Pero que sus partidarios quieran quitárselo de en medio es otro cantar. Nadie dio un céntimo por Joe Biden, tras su debate con Donald Trump en CNN, en la noche del jueves. Renombrados demócratas como David Axelrod (exasesor de Obama) y Thomas Friedman (columnista del New York Times) pidieron tras el debate que el Partido Demócrata abriera la puerta a buscar un sustituto a Biden para enfrentarse electoralmente a Trump en noviembre. Muchos congresistas y senadores demócratas escribieron lo mismo en las redes sociales.
¿Qué pasó en el debate para que muchos demócratas quieran –a pocos meses de celebrar su convención en Chicago– cambiar de candidato presidencial? “Intervención catastrófica” de Biden es la definición usada por los medios de izquierdas de EE UU para explicar su actuación en el debate. NYT, Bloomberg, Washington Post, CNN y MSNBC coincidieron en el diagnóstico: el enfermo está terminal y, como se decía de Felipe II al final de su reinado, si el rey no muere, el reino, muere. La agonía de un candidato presidencial fallido como Biden hace temer por la pérdida de las elecciones presidenciales y asientos en la Cámara de Representantes y el Senado.
No es que los demócratas odien de repente a Biden. Simplemente, temen que, siquiera por un puñado de votos, Trump gane las elecciones. CNN realizó una encuesta flash entre los televidentes del debate con intención de votar y el 67% afirmó que Trump ganó el encuentro. Menos del 33% apostó por Biden.
¿Tan importante es un debate en televisión entre candidatos, como para dilucidar quién ganará las elecciones? Habitualmente, no. En contadas ocasiones, sí. El país esperaba un presidente Biden lúcido, fuerte, mentalmente ágil y con capacidad para plantar cara a Trump. Se vio lo contrario en televisión. Biden estuvo lento, confuso, no acababa las frases, se equivocaba frecuentemente y, a menudo, se le veía boquiabierto, mirando al infinito. Mala imagen para un presidente que es jefe de Estado, y de Gobierno, y comandante en jefe de las fuerzas armadas, y director de orquesta de la primera economía del mundo.
El problema no es la edad en sí misma. Pocos años separan a Biden de Trump. Es la imagen que proyecta una edad avanzada mal llevada. CNN llegó a escribir que “la fragilidad humana de Biden, en siendo muy triste, es manifestación de lo que nos tocará vivir a todos”. En cambio, Ronald Reagan, a propósito de su avanzada edad (69 años entonces), en su primera campaña presidencial de 1980, respondió con su propia pregunta, desviando la atención hacia lo que verdaderamente interesa a los americanos, la economía: “Are you better-off than four years ago?” (¿Están ustedes mejor que hace cuatro años?).
La crisis del petróleo (1979) se llevó por delante la presidencia de un bienintencionado Jimmy Carter. Entonces, como ahora, la inflación estaba por las nubes. En la campaña electoral para su reelección (1984), con 73 años, Reagan tiró por tierra “la cuestión de la edad”, en debate electoral, con un chiste del que se rio hasta su contrincante demócrata, Walter Mondale: “No usaré, por motivos políticos, la inexperiencia y juventud de mi oponente como un arma electoral”.
Pero Reagan fue actor y comunicador. En la política americana, la imagen transmitida es esencial. En los primeros debates electorales televisados (1960, Kennedy versus Nixon), Kennedy transmitió fortaleza, vigor, incluso belleza, aunque estaba aquejado de una seria enfermedad en la espalda. En cambio, Nixon, recién operado, parecía la antítesis de la virilidad bronceada de Kennedy, quien ganó las elecciones, por un puñado de votos.
Los problemas electorales de Biden no comenzaron con el debate: más bien, el debate ha dado la puntilla a problemas que venían de meses atrás. En las encuestas de los últimos doce meses, Trump gana por la mínima a Biden (+1,5%) en toda la nación. Pero, en los llamados battleground states (Estados bisagra), Trump supera a Biden por 3,5-5,5 puntos porcentuales. El índice de aprobación de la gestión de Biden como presidente es negativo (el 68% lo desaprueba) y también suspende en economía, política internacional, inmigración, sanidad, etc.
Desde la sociología electoral y la demoscopia, estas son elecciones presidenciales, no para que Trump las gane, sino para que Biden las pierda. Por eso, en el Partido Demócrata se busca con urgencia un sustituto. No es fácil. Biden (candidato único) ha ganado todas las primarias de su partido. Tan solo su dimisión como candidato o una revuelta de los delegados demócratas en la convención de Chicago podrían quitarle de en medio. Pero no es fácil encontrar un sustituto: alguien que sea conocido y esté preparado para asumir el timón de la candidatura. Kamala Harris, vicepresidenta, podría ser la persona ideal y, sin embargo, su nombre no se baraja en las quinielas demócratas. Lo cual es lógico porque, para su jefe, Biden, sería una traición. Pero Michelle Obama…
Kamala Harris puso el dedo en la llaga al afirmar tras el debate que lo importante no son las formas (“el desastre Biden”, como dicen muchos analistas), sino la sustancia. Sin embargo, fueron las formas las que salvaron a Trump, mucho más comedido y moderado de lo que es habitual en él. A Trump no parecen haberle afectado sus exageraciones o mentiras del debate. Como a Reagan con Mondale, a Trump le bastó esta afirmación para ganar a Biden: “No entiendo lo que ha dicho Biden. Y creo que tampoco él lo entiende”.
Jorge Díaz Cardiel es socio director Advice Strategic Consultants, autor de ‘El New Deal de Biden-Harris’
Sigue toda la información de Cinco Días en Facebook, X y Linkedin, o en nuestra newsletter Agenda de Cinco Días