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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los descuentos no levantarán mucho el ánimo en EE UU

Hasta que no baje el impuesto más regresivo de todos, la inflación, los más pobres seguirán sintiéndose frustrados

US Inflation Rate
Tienda de alimentación en San Anselmo (California, EE UU).Justin Sullivan ( GETTY IMAGES )

El dinero no puede comprar el amor, y cuando la inflación se dispara también es más difícil comprar muchas otras cosas importantes. La frustración es mayor para los compradores pobres que para los ricos. Aunque algunas empresas empiecen a bajar los precios para recuperar clientes, una comida de 5 dólares y una camiseta rebajada no bastarán para que los estadounidenses se sientan mucho mejor con la economía.

Cuando los Beatles cantaban sobre la inutilidad de la moneda cuando se trata de asuntos del corazón, empezaban el estribillo diciendo “No me importa demasiado el dinero”. Es un sentimiento que se percibe aún más extraño 60 años después de que la banda lanzara el éxito, a pesar de que aquellos en el extremo inferior de la pirámide de ingresos lo han pasado mejor últimamente.

Desde 2019, el 25% de los trabajadores de EE UU con los salarios más bajos han cobrado un 5,4% más al año de media, frente a las subidas del 3,8% para el 25% de los que más ganan del país, calculamos a partir de medias móviles de 12 meses de datos oficiales mensuales. Esta subida se debe en gran medida al auge de la economía del país y a la baja tasa de paro. A pesar de las predicciones de Wall Street sobre una recesión, la producción de EE UU creció un 2,5% el año pasado, un ritmo que eclipsó a todas las demás economías avanzadas, excepto España.

Este año, se prevé que el crecimiento económico se acelere aún más, según el FMI. Mientras, el desempleo se ha reducido drásticamente desde su pico de casi el 15% durante el inicio de la pandemia a mediados de 2020, y se ha establecido en o por debajo del 4% desde enero de 2022. Si a esto añadimos la generosidad fiscal del Tío Sam, que también ha beneficiado a los ciudadanos con rentas más bajas, sería fácil concluir que los de abajo están ascendiendo en la escala de la riqueza más deprisa que antes.

Pero ese no es el ánimo generalizado. Cuando la Reserva Federal encuestó a familias con ingresos anuales inferiores a 25.000 dólares en octubre y les preguntó si los cambios en los precios con respecto al año anterior habían empeorado su situación financiera, el 96% respondió afirmativamente. Entre los que ganaban más de 100.000 dólares, solo el 69% estaba de acuerdo.

Los buenos resultados económicos del país, comparados con las diferencias de opinión, confunden a economistas y políticos por igual. Cualesquiera que sean las razones, sin embargo, el problema será un factor significativo cuando los votantes acudan a las urnas en noviembre para elegir presidente. Dar sentido a las cifras también es importante a la hora de decidir hacia dónde orientar la política fiscal y monetaria.

Una posible explicación de la discrepancia entre el crecimiento salarial y la persistente ansiedad financiera es que las percepciones son peores que la realidad. Se trataría de una variación del neologismo vibracesión (vibecession), acuñado por la analista Kyla Scanlon. Pero hay pruebas más persuasivas.

Las malas vibraciones se justifican por las subidas de precios, alimentadas en parte por las ingentes sumas inyectadas en la economía por el Congreso y el presidente Joe Biden. “Si se tuviera que diseñar un impuesto que afectara más a los estratos más bajos de la población, se elegiría el tipo de inflación que acabamos de tener”, afirma un antiguo responsable de la política monetaria de la Fed. Los datos corroboran esta intuición. Los consumidores de todos los niveles de renta están pagando un 23% más por bienes y servicios que en 2019. Los hogares más pobres lo han pasado peor que el estadounidense medio, sin embargo, por dos razones.

La primera es que compran artículos que se han encarecido mucho más que el aumento medio. Los consumidores con menos ingresos tienden a gastar una mayor proporción de sus ingresos en alquiler, que se disparó un 6% y un 8% en 2022 y 2023, respectivamente, con respecto a los años anteriores. Estos mismos hogares también utilizan un tercio de sus ingresos para comprar alimentos, tanto en supermercados como en restaurantes. Estas dos categorías subieron los precios más de un 11% y casi un 8%, respectivamente, en 2022 por sí solo. En comparación, los estadounidenses más ricos dedican solo el 8% de sus ingresos a la alimentación, según el Departamento de Agricultura.

Se ha intentado comprender las diferencias de forma más amplia. El consumidor medio se encontró con una inflación anual del 4,5% a partir de 2019, pero el quintil inferior de la escala de ingresos pagó un poco más, mientras que los del quintil superior soportaron aumentos algo inferiores, estimó la Oficina Presupuestaria del Congreso tras estudiar una cesta de consumo típica. Pese a la estrechez de las brechas, un estudio separado realizado por investigadores de la Universidad de Pensilvania encontró que el 20% inferior gastó 2.100 dólares más en 2021 por los mismos productos que en 2019, una cantidad que sesga significativamente las finanzas de los hogares en ese nivel.

Estos efectos se han visto agravados para los hogares más pobres, que experimentan menores aumentos de ingresos que sus contrapartes más ricas, pese a un crecimiento salarial más rápido. El déficit se debe a una comparativa falta de dividendos y otras fuentes de inversión. Los consumidores más pobres están recortando gastos en la medida de lo posible. Entre 2020 y 2021, el quintil más bajo aumentó el gasto en alimentación casi un 19%, según cifras oficiales. Un año después, la tasa de crecimiento se había desplomado a menos del 5%.

Los comercios y restaurantes también intentan atraer de nuevo a los clientes. Target, por ejemplo, acaba de rebajar 5.000 artículos populares, entre ellos productos básicos como leche y café. McDonald’s ha puesto en marcha un descuento temporal de 5 dólares. Amazon, Walmart y Walgreens ofrecen rebajas a su vez, lo cual indica un punto de inflexión. “Sabemos que los consumidores sienten presión a la hora de aprovechar al máximo su presupuesto”, dijo Rick Gómez, ejecutivo de Target.

Además, algunas de las rebajas reflejan una reversión de la greedflation (codicinflación): cuando las empresas aprovechan los tiempos inflacionistas para engordar sus cuentas de resultados disparando los precios más deprisa que sus propios costes. Los nuevos descuentos pueden suponer cierto alivio para los hogares con rentas más bajas, pero es poco probable que cambien mucho su salud financiera general o cambien las vibraciones económicas.

Una respuesta más duradera no llegará hasta que baje la inflación general. En ese sentido, las señales son contradictorias. Por primera vez desde 2020, más de la mitad de los 74 componentes del IPC están creciendo por debajo del 2%, según los analistas de BofA. Al tiempo, la métrica de precios preferida de la Fed aumentó a una tasa anual del 2,7% en abril, el mismo ritmo que en marzo. Y aunque está muy por debajo del máximo de junio de 2022, es superior al objetivo del banco central, del 2%. Su comité de fijación de tipos ha dicho en repetidas ocasiones que mantendría elevados los costes de endeudamiento para luchar contra la pegajosa inflación.

Las raíces de la desigualdad de la riqueza en EE UU son profundas y complejas, pero hasta que el impuesto más regresivo de todos –los precios altos– no retroceda, será difícil abordarlas adecuadamente. Está muy bien “querer el tipo de cosas que el dinero no puede comprar”, como imaginaban Paul McCartney y John Lennon. La realidad económica es menos romántica.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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