El relevo en el Banco de España y el momento ‘pato cojo’
Sería recomendable que el nombre del nuevo gobernador esté fuera de la agenda política y personal del Gobierno
El poder se manifiesta a través de la ocupación de espacios y se ejerce con la aplicación de un programa. Primero las sillas, después, el BOE. Es así como se transmite el cambio de Gobierno de un país. Luego avanza la legislatura y viene el período viscoso en el que se atisba el fin de ciclo, lo que provoca corrimiento de piezas. Sucedió en la primera mitad del año pasado en la Administración central. Se pronosticaba cambio de inquilino en Moncloa y un buen número de altos funcionarios que ocupaban cargos políticos empezaron a postularse para plazas internacionales en busca de mejor posición (Nadia Calviño, Xiana Méndez) o hibernar hasta nueva oportunidad.
La sorpresa fue que Sánchez no salió de La Moncloa; pero más increíble ha sido que a los seis meses de su investidura se derrumbara y tuviera al país en vilo durante cinco días con la amenaza de dimitir. Salió prometiendo continuidad, pero ha provocado que se extienda la idea de que el Gobierno de España ha entrado en la etapa del pato cojo, que es como llaman en Estados Unidos a los dos últimos años de la segunda legislatura del presidente, que son sus últimos, ya que no se puede presentar a una segunda reelección. Pedro Sánchez asegura que agotará la legislatura y que puede volver a ser candidato. Los hechos dibujan otra idea y los precedentes restan valor a sus palabras.
El nombramiento de Carlos Ocaña Orbis como consejero de Telefónica, en representación de la participación accionarial de la SEPI en la compañía, que camina con fuerza hacia el 10%, es un síntoma más de esa percepción de fin de ciclo. No se trata de cuestionar su valía, no. El punto es designar para un puesto así a alguien tan próximo al presidente del Gobierno –con el que escribió el libro La nueva diplomacia económica de España–, justo cuando este sale del retiro, harto de los ataques a su familia.
Que se escandalice el PP con los nombramientos del Gobierno en empresas como Telefónica, Red Eléctrica o Indra es tan previsible como irrelevante. No hay más que recordar el paso de Eduardo Zaplana, Alfredo Timermans (alto cargo con Aznar) o Iñaki Urdangarín, entonces yerno del Rey, por la alta dirección de Telefónica con sueldos millonarios para apreciar el valor de su crítica.
Los nombramientos del Gobierno tienen relevancia, pero se quedan pequeños ante el inmediato relevo en el Banco de España, institución que se rige por la normativa del BCE y su estatuto de autonomía. Pablo Hernández de Cos deja el cargo de gobernador el próximo 11 de junio por cumplimiento de mandato, y aún no se conoce quién será su sucesor. Circulan nombres con perfiles diversos; unos impulsados por su acento de mujer, otros por su trayectoria en organismos supervisores y algunos por su cercanía al presidente del Gobierno.
Es cierto que el puesto de gobernador del Banco de España ha quedado en parte menguado por la fuerza del BCE, pero su criterio, su opinión fundamentada sigue siendo muy relevante, de manera que tiene mucho impacto en las decisiones políticas. El Banco de España es, con frecuencia, el coco de los planteamientos más de izquierdas (Podemos, Sumar, los sindicatos), que acostumbran a tildarlo de liberal, a veces acompañado de los prefijos ultra o neo. La subida del salario mínimo interprofesional, por ejemplo, es uno de los motivos de confrontación, ante la insistencia del supervisor en afirmar que destruye empleo. Esta capacidad de influencia del Banco de España en el debate público es la que puede obsesionar al partido en el Gobierno y llevarle a caer en la tentación de nombrar a un gobernador que contemporice con sus políticas.
Desde la muerte de Franco, se ha nombrado a ocho gobernadores, cinco de ellos bajo el estatuto de autonomía (1994), que es el que estableció los mandatos improrrogables de seis años, para que no coincidieran con los cuatro de máximo de las legislaturas políticas. De esos cinco gobernadores, tres (Luis Ángel Rojo, Luis María Linde y Pablo Hernández de Cos) llevaban décadas en el Banco de España antes de ser ascendidos a la cúspide de la pirámide; otro (Jaime Caruana) era un recién llegado al palacio de la Plaza de Cibeles cuando le nombró José María Aznar, y el último (Miguel Ángel Fernández Ordóñez) ha sido el único gobernador militante de un partido (PSOE) y que jamás había trabajado en la entidad.
El nombramiento de Fernández Ordóñez, que fue muy criticado por el PP por su perfil político, se produjo con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Su propuesta se debe a Pedro Solbes, que, ante el temor a que Miguel Sebastián impusiera alguien de su entorno, se adelantó ofreciendo a su segundo, al que era el secretario de Estado de Hacienda y Presupuestos. Para colmo, a Fernández Ordóñez le tocó gestionar la crisis del sistema financiero, con la caída de buena parte de las cajas de ahorros, y su perfil no ayudó a que encontrara complicidad en el PP, que había colocado a ilustres del partido como Rodrigo Rato (ex vicepresidente y Ministro de Economía) y José Luis Olivas (expresidente de la Generalitat Valenciana) al frente de grandes entidades como Caja Madrid y Bancaja, que tuvieron que ser rescatadas, ya bajo el nombre de Bankia.
¿Hay riesgo de que hoy vuelva a ocurrir algo parecido? El nivel de enfrentamiento entre el Gobierno y el PP hace difícil que, como se hizo durante décadas, consensúen los nombramientos, y el primero proponga al gobernador y el otro al subgobernador. A esto se añade la tentación de poner a alguien próximo, pensando que te lo va a deber nada más y nada menos que durante seis años. Y, por último y más peligroso, son muchos los precedentes que señalan que en el período del pato cojo se toman decisiones más arbitrarias. Pedro Sánchez muestra síntomas poco tranquilizadores, y la insistencia en nombrar lo que sea a Dolores Delgado es otro más. El jefe del Banco de España debería estar fuera de la agenda política y personal, y hay grandes profesionales que reúnen las condiciones.
Aurelio Medel es periodista y doctor en Ciencias de la Información
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