La política de Biden sobre China puede ser contraproducente
Divorciarse de la cadena de suministro del país asiático es difícil, y puede aumentar los costes de los coches eléctricos
¿Qué hacer cuando pisar el acelerador a fondo no es suficiente? Para la Administración del presidente Joe Biden, la respuesta es... poner barricadas en la carretera a sus rivales. La Casa Blanca desveló el martes una serie de aranceles más elevados sobre los productos chinos, incluida la cuadruplicación del gravamen sobre los vehículos eléctricos hasta el 100%. Una política estadounidense confusa podría acabar siendo contraproducente.
El anuncio de Biden afecta a un total de 18.000 millones de dólares de importaciones. En un comunicado, la Casa Blanca describió los aranceles como un apoyo a las subvenciones introducidas en virtud de diversas leyes aprobadas durante la presidencia de Biden para fomentar la industria nacional. Los aranceles sobre el acero, el aluminio, las baterías y sus componentes, así como las grúas buque-tierra aumentan hasta el 25%, y los aranceles sobre semiconductores y células solares crecen del 25% anterior al 50%.
La medida se basa en una investigación llevada a cabo bajo el mandato del expresidente Donald Trump, en la que se afirmaba que China fuerza la transferencia, o directamente roba, tecnologías de empresas estadounidenses, inyecta dinero en los bums industriales resultantes e inunda el mercado global. Los aranceles elevados, según la Casa Blanca, restablecen la igualdad de condiciones.
Los aliados han mirado con recelo el propio régimen protector de Estados Unidos de aranceles y subvenciones a la producción nacional de vehículos eléctricos. Reforzar el mercado nacional mediante ayudas públicas es un reflejo de la estrategia de la República Popular China, que gastó unos 130.000 millones de dólares en fomentar su industria hasta 2021, según el Center for Strategic and International Studies, think tank con sede en Washington DC.
La inversión propia de China le ayudó a construir una formidable ventaja en áreas a las que no se puede hacer retroceder rápidamente. No se trata solo de los 8.000 millones de dólares en exportaciones de coches eléctricos del primer trimestre de 2024, o de su control de entre el 60% y el 90% del refinado de los ingredientes cruciales de las baterías. El país está avanzando tecnológicamente, dominando las nuevas patentes de baterías e impulsando nuevas químicas como la de iones de sodio.
Mientras, los esfuerzos estadounidenses flaquean. Ford y General Motors han recortado sus objetivos eléctricos; sus ventas de coches con baterías llevan estancadas desde mediados de 2022. El crecimiento del líder mundial Tesla se está ralentizando drásticamente; peor aún, la infraestructura estadounidense depende de la empresa dirigida por Elon Musk, que opera casi dos tercios de todos los cargadores rápidos. Eso convierte al impredecible ejecutivo –que recientemente despidió a todo el personal de la división de carga– en un pilar chirriante de todo el esfuerzo de Biden.
Enderezar el barco dista mucho de ser una labor armoniosa. Los senadores del Partido Demócrata, el de Biden, quieren suprimir las normas sobre subvenciones a las baterías o las normas de emisiones para tratar de impulsar las ventas de coches menos contaminantes. Al mismo tiempo, para favorecer a los sindicatos siderúrgicos del país, la Administración ha intervenido en la compra por parte de la japonesa Nippon Steel del importante fabricante de acero para automóviles US Steel, lo cual podría tener un resultado desastroso para las empresas de automoción.
Por si fuera poco, sigue existiendo el riesgo de que las empresas chinas importen a Estados Unidos desde México para eludir los onerosos aranceles. Otras medidas, como una investigación de seguridad nacional sobre los coches conectados, podrían restringir directamente, por ejemplo, los coches chinos con sensores para funciones de conducción autónoma.
Pero divorciarse de la cadena de suministro china es una tarea diferente y más difícil, y corre el riesgo de repercutir los costes a los estadounidenses en un año electoral. Sin acceso a la avanzada y barata tecnología china, los vehículos eléctricos estadounidenses seguirán siendo caros productos de nicho. A medida que aumentan los desafíos, la política china de Biden parece arrinconada.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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