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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Puede tener éxito el plan de chips europeo?

La atracción está siendo menor que la de EE UU o Japón, y con proyectos de menor ambición

Chips.
Chips.Florence Lo (REUTERS)

La escasez de chips a finales de 2020 supuso una llamada de atención sobre la clase política de las grandes economías mundiales. Repentinamente, la falta de estos componentes obligó a parar o reducir la producción de las líneas de montaje de los más variados elementos, desde los automóviles hasta los dispositivos de ocio personal, pasando por los ordenadores personales de las oficinas. Para aumentar la resiliencia de sus economías frente a futuras disrupciones de la cadena de suministro de chips, los principales bloques económicos iniciaron una carrera para atraer a sus territorios el mayor número de eslabones de ella.

En marzo de 2021, la UE se fijó el objetivo de producir el 20% de los semiconductores de vanguardia en el mundo, para lo que estimaba necesario movilizar al menos 43.000 millones de euros de fondos públicos que facilitasen la activación de inversiones privadas, al menos, equivalentes.

La medida más relevante para alcanzar esta meta es la Ley de Chips, propuesta en febrero de 2022 y en vigor desde septiembre de 2023, que flexibiliza las normas de ayudas públicas sectoriales. Adicionalmente, se promovieron otras actuaciones, como el desarrollo de un Proyecto de Interés Común Europeo de Microelectrónica (IPCEI ME/CT) para reforzar la industria de la microelectrónica europea. ¿Son los resultados obtenidos hasta ahora los esperados?

En el aspecto de resultados puramente cuantitativos, la Comisión ha estimado a partir de los anuncios de diversas empresas que se invertirán no menos de 100.000 millones de euros en el ecosistema de semiconductores europeo. La cifra no es desdeñable, considerando los antecedentes de las últimas décadas, pero el multiplicador de la inversión pública que se espera alcanzar es inferior al que se confía obtener en otros territorios. En EE UU, con una apuesta de inversión pública de 54.000 millones de dólares, las inversiones totales esperadas se sitúan en 223.000-260.000 millones. Mientras, en Japón se están movilizando 25.000 millones de dólares de fondos públicos, que han creado la expectativa de proyectos por valor de más de 63.000 millones.

Gigantes

En las inversiones participadas por los gigantes del sector, el diferencial entre el multiplicador de inversión pública alcanzado en Europa y en otros territorios es aún mayor. Mientras Intel en Alemania se ha comprometido a hacer una inversión de 30.000 millones de euros a partir de una subvención de 10.000 millones, en EE UU, las ayudas de 8.500 millones de dólares recibidas del programa Chips For America impulsarán una inversión total de la compañía americana de 100.000 millones.

Lo mismo sucede con TSMC. El Gobierno alemán le proporcionará una subvención de 3.000 millones de euros para la construcción de una factoría valorada en 10.000 millones, mientras que, con una ayuda directa de 6.600 millones dólares en EE UU, la empresa taiwanesa establecerá tres fábricas valoradas en 65.000 millones.

La comparación de ambición de los proyectos conocidos tampoco resulta favorable a la UE. Por ejemplo, mientras que TSMC se ha comprometido a fabricar chips de arquitecturas avanzadas en las nuevas fábricas de EE UU (2 nanómetros-3 nm) y en Japón (6 nm-7 nm), en la factoría europea, los chips más innovadores que se desarrollen tendrán arquitecturas semimaduras (12 nm-16 nm). También existe un contraste entre el difuso objetivo de desarrollar el ecosistema de la UE que tendrán los 8.100 millones del IPCEI ME/CT con la finalidad concreta de los 6.000 millones de dólares que está destinando el Gobierno de Japón al objetivo concreto de desarrollar Rapidus, un campeón nacional capaz de fabricar chips de arquitecturas muy avanzadas (2 nm) antes de 2027.

Países Bajos

En el ámbito internacional, Países Bajos se ha alineado progresivamente con las restricciones comerciales más estrictas sobre China al respecto del equipamiento de fabricación de chips, lo que está empezando a levantar dudas sobre el negocio futuro de ASML. Con un 29% de sus ventas en China, la empresa holandesa registró una bajada cercana al 4,5% en su valoración tras su presentación de resultados del primer cuatrimestre de 2024.

Un resultado similar pueden obtener las empresas de óptica (Zeiss) y productos químicos (BASF), claves en la fabricación de chips, si el Gobierno alemán establece sanciones comerciales sectoriales sobre China, cediendo a las presiones estadounidenses.

En resumen, existe un valioso compromiso de financiación por los Estados miembros con el objetivo de reforzar una tecnología central para el desarrollo de la autonomía digital estratégica de la UE, por encima de lo esperado, contabilizando tan solo el de las cuatro principales potencias comunitarias (Alemania, Francia, España e Italia). No obstante, la atracción de inversiones para fortalecer el ecosistema europeo de semiconductores está siendo comparativamente menor que en otras áreas geográficas, y están desarrollándose proyectos de menor ambición. También puede estar deteriorándose la posición de las escasas empresas europeas relevantes como resultado del conflicto geopolítico.

¿Estamos a tiempo de evitar un nuevo fracaso como el que supuso la Estrategia industrial europea para el sector electrónico del año 2013? Las debilidades señaladas muestran el camino a seguir: el reforzamiento de la cooperación entre los Estados miembros, articulada con mayores poderes por la Comisión Europea. Por un lado, ofrecer una visión de los importantes recursos económicos dedicados como un fondo común real tendría la capacidad de atraer proyectos de inversión en mejores condiciones. Por otra parte, depositar la decisión de control de las exportaciones y las restricciones comerciales en Bruselas limitaría el poder de presión individual sobre los Estados miembros, que daña a las compañías del sector.

En los sectores muy globalizados, Europa no solo necesita una política común, sino también una implementación conjunta de ella para tener éxito.

Emilio García García es exdirector de gabinete de la secretaría de Estado de Telecomunicaciones y miembro del Consejo Asesor de la Asociación Española de la Industria de Semiconductores (Aesemi)

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