BBVA y Sabadell, un terremoto en el mercado bancario
Crear gigantes económicos y financieros es viable, y puede hacerse sin pies de barro y sin merma de la protección y tutela de usuarios y consumidores
No ha sorprendido que haya movimiento en el sector bancario. Al contrario, es esta una década de grandes operaciones corporativas y, sobre todo, de concentraciones. Algunos apuestan por fortaleza intrínseca y en el mercado español, de cara a una dimensión a posteriori más europea. Aperitivo para otra etapa, en la que las concentraciones ya serán transnacionales y con actores de envergadura. Simplemente, el mercado se está preordenando, ajustando y, quizá, en una arista algo más negativa, limpiando, término este que probablemente englobe demasiados significantes y relecturas. Pero lo que sí ha sorprendido es que, cuatro años después, vuelva a intentarse el mismo movimiento por parte de BBVA. De todo se aprende, y a buen seguro que esta vez sí, flecos y flancos, promesas y planes, están o estarán más alineados y seguramente concertados en la dimensión jurídica y económica. En una operación de esta envergadura nada se deja al azar y los múltiples equipos jurídicos van más allá de lo simplemente previsible.
Esta vez, la valoración que una entidad hace de la otra cambia. Y aquí está, quizá, uno de aquellos talones de Aquiles que hicieron inviable la anterior. Pero había otros, mas estos quedan entre las bambalinas de juegos de poder. La tasación que ahora se hace es infinitamente superior, como también lo es la prima a pagar y el canje de acciones entre ambas sociedades. Todo apunta a que esta vez sí va a fructificar, y en ese resultado no puede haber ecuación sin otra variable, los asientos en el consejo de administración. Aquí estaba y estará siempre otra de las grandes aristas. Se trata de poder. De gestión. De decisión. Y de audacia.
Si la operación se lleva a cabo, se creará en España otro gigante bancario. Y en esta edad de oro para los bancos, toda vez que las cajas de ahorro fueron pulverizadas, rescatadas y compradas a buenos precios por sociedades o matrices bancarias y que hoy ganan suculentos beneficios, las cooperativas de crédito apenas son competencia, y su situación es muy dispar y diferente. La pregunta es: ¿cuánto se debe al Estado y a los rescates habidos, amén de los marcos de ayuda abismales que hubo para sanear un sector, el que hoy el mapa bancario esté cada vez más concentrado?
Aquí entramos en una de las grandes preocupaciones, la competencia, el empleo, y el panorama o paisanaje del sector bancario. Era claro que, tras el nacimiento de Caixabank, seguirían los movimientos. Alcanzar cuotas de mercado, diferenciarse, pero sin rehuir de una no escrita beligerancia directa entre bancos, amén de una no divergencia de oferta y productos de ahorro, inversión y depósito, ha hecho que la competencia de momento sea plana. Pero preocupa otra dimensión, el exceso de concentración y todo lo que eso puede suponer en un mercado regulado y controlado por el supervisor, pero donde la oferta de servicios y productos sea mimética y con ella de las condiciones de acceso, contratación y marco obligacional. Y la otra arista, cómo no, el empleo. La duplicidad o quintuplicidad de oficinas, empleos, sucursales, entes, edificios, estructuras, preocupa. Y mucho.
Es el sector bancario, uno de los ámbitos en donde ha habido una reducción drástica de empleo, de ERE que acabamos pagando todos, amén de unas condiciones de jubilación muy diferentes en edad a otros sectores, y del cierre de miles de oficinas bancarias. Algo que, en áreas rurales, ha supuesto un auténtico cataclismo y falta de atención, sobre todo a una población envejecida y ausente de las modernas tecnologías, especialmente a la hora de contratar.
Qué duda cabe que, como la otra gran operación societaria habida en este sector en los últimos años, la catalanidad o no de la entidad que surja no es una cuestión menor, pero tampoco tiene la trascendencia que algunos corifeos políticos pretenden darle. El mercado de capitales, ahorro e inversión, amén de los grandes fondos, hace mucho que no entienden y desatienden cuestiones nacionalistas, y ese ebúrneo romanticismo con que, para aquietar griteríos, se es tímidamente condescendiente. Son los números, son los resultados, es la Bolsa, es la rentabilidad, es, en suma, el mercado y la percepción del socio y, sobre todo, el inversor, el que prima. Y el que a la postre respalda operaciones, movimientos como este y todo lo que los acompaña. Algo en lo que lo jurídico, en todas sus ramas y vertientes, dará respuesta y que ha analizado ya a la perfección, y más por la importancia y relevancia, amén de enorme prestigio, de los dos grandes despachos involucrados en esta operación, en la que nada se deja al azar ni a la improvisación.
La adquisición de Popular-Pastor por Santander, la fusión de La Caixa con Bankia, y ahora el paso adelante de BBVA respecto a Sabadell significa, además, que más de las dos terceras partes del mercado de crédito y de depósito esté en manos de estos tres grandes bancos. Los supervisores, Banco de España, CNMV, pero sobre todo, la tutela de los consumidores, y el Gobierno, han de estar atentos a una operación de tamaña envergadura. Es el mercado. Son los retos y desafíos que las grandes corporaciones cotizadas han de asumir para fortalecer nervio, estructura, capacidad, solvencia y rigor. España empieza a situar entidades en un nuevo escenario de bancos europeos que juegan en otra dimensión patrimonial económica. Y el movimiento no ha hecho más que empezar. No debería sorprendernos que en breve empiece el segundo nivel o fase de las grandes concentraciones a nivel europeo. Ahí están nombres como BNP Paribas, HSBC, Barclays, Deutsche Bank, etc.
Crear gigantes económicos y financieros es viable y puede hacerse sin pies de barros y sin merma de la protección y tutela de usuarios y consumidores. Y de facto, si queremos jugar en ese nuevo escenario y ser caballo ganador; evitar deslocalizaciones y descentralizaciones de control y gestión, estar listos y ser audaces. La prudencia y la cautela miran únicamente esa dual dimensión: exceso de concentración y oferta, por un lado, y empleo por el otro. El precio es que el coste no se cebe en este marco último.
Abel Veiga es profesor y decano de la facultad de Derecho de Comillas Icade
Sigue toda la información de Cinco Días en Facebook, X y Linkedin, o en nuestra newsletter Agenda de Cinco Días