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La tribuna de los fondos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Innuendo’ y el arte de invertir en tiempos volátiles

En el actual entorno del mercado hay que primar activos de calidad: bonos de buenas empresas y acciones de buenas empresas

Bolsa inversión
ANA BORNAY (EFE)

Innuendo. Los amantes de Queen, entre los que me incluyo, reconocerán en esta palabra el título del último álbum grabado por la banda. Innuendo es gerundio, tránsito por el momento que nos toca vivir. Eso nos cantaba Freddie Mercury en la canción homónima. Decía Stefan Zweig que, antes, las noticias eran lo que leíamos en los periódicos. Ahora son lo que nos pasa. Llevamos unos cuantos años ya sintiendo que estamos viviendo la historia que contarán los libros. La que marca épocas.

Mientras vivimos la historia, hemos de convivir con la incertidumbre sobre su desenlace. No sabemos el final, pero los humanos necesitamos saber. El mundo es, cada vez más, una realidad compleja, interconectada. Hemos de convivir con dos conflictos bélicos que implican actores que siembran la duda razonable sobre si disponen y, aún peor, si estarían dispuestos a usar su arsenal nuclear. El declive de las democracias occidentales, con líderes populistas y derivas autoritarias, no añade sino más desasosiego en el panorama político. En el plano económico, estamos asistiendo a un cambio de ciclo. Una reversión violenta de las condiciones que marcaron las décadas pasadas. Alta inflación y altos tipos de interés que podrían terminar impactando o desencadenando una crisis económica o financiera. La irrupción de la inteligencia artificial generativa produce al mismo tiempo excitación y temor ante lo que se avecina.

Mientras todo esto pasa, los mercados se mueven. Los precios de los activos se mueven tratando de encajar en el cortísimo plazo las consecuencias de eventos que pueden tardar años en resolverse o que, quizás, nunca lleguen a suceder. Esta disonancia temporal a veces produce estupefacción, pero las noticias tratan de explicar lo ocurrido en los mercados buscando relaciones causa-efecto, porque hay que explicar a diario lo que pasa. En los mercados nunca pasa una sola cosa y, aunque así fuera, cada participante en ese mercado interpretaría la información disponible a su manera y tomaría decisiones que podrían ser bien distintas a las que, con esa misma información, otro agente pudiera estar tomando.

Aterrizando todo esto en abril de 2024 y en los mercados financieros, es lógico pensar que estamos en un momento de enorme incertidumbre. Qué pasará con los conflictos bélicos, si escalarán o permanecerán enquistados, qué decidirán los bancos centrales, quién será el próximo presidente de Estados Unidos y cómo impactará en el mercado, si aparecerá un nuevo chip prodigioso que plante cara a la intratable Nvidia…

Puede parecer desalentador dedicarse a una profesión en la que no controlamos el medio en el que nos movemos. Sin embargo, podemos pensar en positivo y considerar que nuestra profesión es más necesaria que nunca, ya que los inversores necesitan asesoramiento y acompañamiento y precisan de una gestión sensata de su dinero.

El estribillo de Innuendo, acompañado de la prodigiosa guitarra flamenca de Steve Howe, al que los miembros de Queen engañaron para que tocara con ellos, dice “Be free with your tempo”. La única receta que tenemos los inversores para ser libres con el tempo que nos toca vivir es pensar en el largo plazo. A largo plazo, los precios de los activos reflejan los fundamentales de los mismos. Es de las pocas verdades inmutables en el mundo de la inversión. De ahí que sea vital analizar la calidad de los activos y tomar decisiones coherentes con el horizonte temporal de la inversión.

La siguiente estrofa del estribillo es aplicable a los gestores y a todos aquellos responsables de las decisiones de inversión y dice: “Surrender your ego”. O sea, seamos humildes a la hora de asumir que no podemos predecir el futuro y tampoco el comportamiento de los mercados a corto plazo. De vez en cuando y contra consensos, los mercados se encargan de poner colorados a los que tienen grandísimas convicciones, entre ellos a los expertos.

Si pensamos a largo plazo y somos humildes respecto a lo que podemos saber y lo que no, estaremos en un buen punto de partida. Las tribulaciones de 2024 serán sustituidas por otras nuevas y así sucesivamente, y por el camino hemos de transitar con la información que tenemos y es la que reflejan los precios de los activos. La buena noticia es que hoy hay oportunidades de inversión, incluso más de las que ha habido en otras épocas y, con estas piezas, lo que debemos hacer es una correcta asignación del presupuesto de riesgo.

La mejor manera de ganar dinero es no perderlo y para ello no conviene hacer apuestas asimétricas. Mientras escribo estas líneas, las tires de los bonos de gobierno vuelven a escalar con fuerza acercándose peligrosamente a los máximos de octubre de 2023. Las Bolsas caen y con ello abultan los números rojos en el arranque del segundo trimestre. La correlación entre la Bolsa y los bonos vuelve a ser dolorosamente positiva, lo cual es una pesadilla para las carteras mixtas. Las siete magníficas tal vez acaben como los Siete Magníficos y las denostadas empresas de energía emergen de nuevo con fuerza. Una vez más, el mercado decide cambiar de humor sin previo aviso.

Volviendo a Zweig, el autor decía que la auténtica grandeza no está en hacer todo, sino en evitar muchas cosas. Nosotros defendemos que el mejor acierto es no cometer grandes errores. En este entorno de mercado hay que primar activos de calidad. Bonos de buenas empresas y acciones de buenas empresas. Mantenemos una distribución de activos prudente y equilibrada, cerca de la neutralidad, sin grandes apuestas ni de duración en renta fija ni de estilos en renta variable. La idea no es maximizar el beneficio a toda costa, sino proteger el patrimonio de los inversores produciendo rentabilidades consistentes.

Marta Campello es socia y gestora de Abante

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