La caída de un banco de Nueva York expone una trampa regulatoria
Los problemas de New York Community Bancorp se deben en parte a que compró préstamos de Signature Bank
Imagine dos casas casi idénticas. Una podría caerse, pero probablemente no lo hará. La otra está construida de manera que no puede derrumbarse. ¿Cuál elegiría una persona racional? La respuesta ayuda a explicar por qué las ondas expansivas de la crisis bancaria estadounidense del año pasado –actualmente visibles en la caída del precio de las acciones de New York Community Bancorp, NYCB– aún resuenan en el sector.
El martes, Moody’s rebajó la calificación de la deuda de NYCB a “basura”. Dijo que afrontaba “múltiples retos financieros, de gestión de riesgos y de gobernanza”, y citó las recientes pérdidas imprevistas del banco en préstamos inmobiliarios comerciales.
Eso nunca es bueno para un banco. Es cierto que NYCB no tiene una enorme rama de trading con contrapartes que le retiren el negocio en ausencia de una calificación prístina, a diferencia de Morgan Stanley, que en 2012 afrentó y finalmente eludió una rebaja de tres escalones. Pero la decisión de la agencia de calificación, provocada por las pérdidas relacionadas con el sector inmobiliario de la semana pasada y el plan para apuntalar el efectivo (recortando el dividendo) y el capital, sigue siendo un problema grave, porque afecta a la confianza de la que dependen todos los bancos. Ayer, las acciones del NYCB habían caído un 58% en algo más de una semana, y su valor de mercado se había reducido a 3.100 millones de dólares.
En su defensa, NYCB ha hecho muchas cosas para tranquilizar a los inversores y depositantes. En primer lugar, tiene un plan para recuperar la rentabilidad con el tiempo. Segundo, ha renovado la gestión convirtiendo a su presidente en ejecutivo, dejando de lado en la práctica al consejero delegado, Thomas Cangemi. Y lo que es más importante, el NYCB ha resuelto las dudas sobre la seguridad de los depósitos demasiado grandes para ser asegurados por la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC, por sus siglas en inglés). El banco podría reembolsar cómodamente esos depósitos, los más proclives a fugarse, aunque los clientes los retiraran en masa.
Hay dos problemas. En primer lugar, las crisis de confianza a veces desafían los hechos y los mejores esfuerzos. Segundo, si agotara la mayor parte de sus recursos líquidos reembolsando a los depositantes, sería improbable que el banco sobreviviera mucho tiempo. Curiosamente, los problemas de NYCB se deben en parte a que los reguladores le permitieron aumentar de tamaño con demasiada rapidez, mediante la compra el año pasado de préstamos del banco en quiebra Signature Bank. Esto provocó una indigestión que no habría afectado a gigantes demasiado grandes para quebrar como JP Morgan y Bank of America. Es probable que la lección sirva para futuros fiascos.
Mientras, el miedo al miedo podría empujar a los reguladores a intervenir con más frecuencia y decisión. A menos que la FDIC esté dispuesta a garantizar formalmente todos los depósitos –algo que hasta ahora solo ha hecho de forma ad hoc–, los depositantes no asegurados siempre tendrán motivos para buscar refugio en casas financieras verdaderamente indestructibles cada vez que perciban mal tiempo. NYCB hace ahora lo que puede para evitarlo. Puede que lo consiga, pero sus poderes son dolorosamente finitos.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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