La industria agroalimentaria, a la cabeza de la innovación sostenible
La Administración debe dar facilidades a las empresas, la mayoría de ellas pymes, para que puedan invertir, mejorar su competitividad y crear valor
El sector agroalimentario es uno de los principales motores de la industria española. Por ello, resulta fundamental que sea altamente competitivo y pueda afrontar los importantes retos que tiene por delante. Al tratarse de un área estratégica, por su capacidad para generar empleo y riqueza, en los últimos años se ha modernizado tanto o más que otras ramas que habitualmente se consideran más innovadoras. Así, hace tiempo que las nuevas tecnologías y la digitalización llegaron al sector agroalimentario, lo que explica que hoy sea uno de los más eficientes, sostenibles e innovadores de nuestro país.
Hace tan solo unos días se ha celebrado en Dubái la 28ª edición de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, popularmente conocida como COP28, en la que los representantes de más de 200 países del mundo han alcanzado, a pesar del amago de fracaso, un acuerdo histórico que supone el inicio del camino para lograr el abandono de los combustibles fósiles, con el foco puesto en el petróleo, el gas y el carbón. Se trata de un buen punto de partida que debe ser acompañado por el firme compromiso de los Estados implicados para que finalmente no quede en papel mojado, de cara a tratar de poner freno a una situación cada vez más grave.
Desde el sector agroalimentario, consideramos que se deberían hacer esfuerzos claramente superiores en la lucha contra el cambio climático. De hecho, esta industria puede servir de ejemplo de cómo es posible mantener la eficacia y la rentabilidad y, al mismo tiempo, cumplir con criterios de innovación y sostenibilidad que ayuden a paliar las consecuencias del cambio climático.
La situación resulta especialmente importante si tenemos en cuenta que este nuevo planteamiento enfocado hacia un tipo de producción más sostenible responde a un contexto al que hasta hace poco no teníamos que enfrentarnos o cuyo alcance, al menos, desconocíamos. Hoy existen tremendos retos para el sector en términos de sostenibilidad y de suministro de alimentos, teniendo en cuenta, además, la limitación de los recursos.
Ante esta recurrente situación, la industria agroalimentaria debe tener la capacidad de garantizar soluciones innovadoras para producir más con menos. De hecho, el sector está apostando decididamente por la tecnología aplicada, entre otras cosas, a la obtención de nuevas variedades de plantas y alimentos capaces de ofrecer cosechas anuales más abundantes, en climas adversos, con un menor uso de agua y de fertilizantes y con la capacidad de resistir a plagas y patógenos sin el empleo de pesticidas. Además, todo ello se está logrando mientras se mantienen los estándares de calidad adecuados a las demandas de sabor, textura y color de los alimentos exigidas por los consumidores.
Pero la evolución y revolución del campo no se limita únicamente a la innovación científica y empresarial. En las últimas décadas, la inversión que está realizando el sector en I+D supone un importante esfuerzo en recursos humanos y económicos, lo que, sin duda, está posibilitando una auténtica revolución agroalimentaria por parte de algunas empresas a nivel mundial, capaces de dedicar la tremenda cantidad de recursos necesarios para llevar a cabo esta innovación tecnológica y cuya responsabilidad posterior es dar acceso a los agricultores para que puedan ofrecer los beneficios de estos avances a todos los consumidores.
De esta manera, los retos de la industria agroalimentaria únicamente pueden afrontarse si se tienen en cuenta todas sus variables, tanto las económicas como las medioambientales y humanas. La industria hace todo lo posible por garantizar una alimentación sana, sostenible, asequible y de calidad. Al mismo tiempo, nos esforzamos en seguir contribuyendo al desarrollo económico y a incentivar la generación de riqueza en las áreas rurales a través de la agricultura, como medida que puede ayudar a luchar contra el fenómeno de la despoblación en esas regiones.
Para lograr todo ello, Gobiernos e instituciones deben unirse a esta revolución de un sector clave para la economía española y mundial. La Administración tiene que trabajar de la mano de la industria y fomentar un desarrollo sostenible, facilitando la inversión en nuevas tecnológicas que permitan consolidar la agricultura 4.0. Se necesitan, para ello, más casos de colaboración público-privada en la que participen todos los actores implicados: empresas, Administraciones, universidades y asociaciones, entre otros grupos de interés relevantes en la materia.
Nuestro sector está apostando por lo que pide y necesita la sociedad: una alimentación saludable basada en productos naturales y de calidad, capaces de generar resistencia a la nueva realidad climática que afecta a todas las regiones del mundo y, además, favoreciendo la generación de riqueza en toda la cadena de valor. Para conseguirlo, es necesario facilitar los medios a las empresas del sector, la mayoría de las cuales son pymes, para que puedan invertir, mejorar su competitividad y crear valor a través de la relación con clientes y consumidores.
Hoy en día resulta más necesario que nunca un sólido y amplio compromiso social para avanzar hacia un nuevo modelo, considerando todos los factores y protagonistas, no solo en España, sino a nivel global. Pero deben ser los representantes políticos quienes asuman su responsabilidad y aprueben las medidas legislativas necesarias para asegurar ese compromiso y que actúen con una visión transversal que ayude a toda la sociedad.
Es el momento de acelerar el progreso y el impacto del sector para afrontar los desafíos globales. Con la ayuda de todos los actores involucrados, debemos seguir trabajando por un sector agrícola innovador y al servicio de las personas, que proporcione una alimentación saludable y sostenible, como requiere el mundo en el que hoy vivimos.
Michael Brinkmann es CEO de Planasa
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