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A fondo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El fútbol es fútbol... también en el FC Barcelona

El club necesita adelgazar, vender activos y adaptarse a una nueva realidad que afectará a sus resultados deportivos. Si lo hace bien, puede ser una transición corta

Alejandro Balde, jugador del FC Barcelona, celebra el tercer gol de su equipo durante el partido de octavos de final de la Copa del Rey entre Unionistas y FC Barcelona.
Alejandro Balde, jugador del FC Barcelona, celebra el tercer gol de su equipo durante el partido de octavos de final de la Copa del Rey entre Unionistas y FC Barcelona.Ángel L Martínez Cantera (Getty Images)

El FC Barcelona está inmerso en una grave crisis institucional, deportiva, social, y por supuesto, económica. Nada nuevo en el manual y hoja de ruta de cualquier organización, a la que un club de fútbol no es ajeno.

Una premisa, común a toda organización, no es otra que la que indica que “los resultados económicos son una consecuencia de haber acertado en la estrategia, que la ejecución de las operaciones sea correcta y que la gobernanza aplicada por los directivos sea eficaz”. En el caso del FC Barcelona, es evidente que la gobernanza ha sido dinamitada, volada en sentido literal. Sin entrar en razones jurídicas, el caso Negreira, pagar no sé cuántos millones a otro club para que no te denuncie e invertir cantidades astronómicas en futbolistas que han acreditado que no tenían ese valor, son solo tres ejemplos de una gobernanza errática que ha permitido llegar a la actual crisis.

Pero en un club de fútbol los resultados deportivos condicionan a favor y en contra todo lo que envuelve a la entidad y que afecta obviamente a su situación económica y ello conecta con una variable, y es que la gestión profesional debe ser excelsa para garantizar éxitos, que en cada club son distintos en función de diversas variables.

En este terreno, la gestión del entrenador como manager es mediocre. Las claves pueden descubrirlas en la magnífica serie de Netflix, pero además hay errores de bulto en el perímetro del management, y digo de bulto, porque son los que cualquiera puede ver desde fuera, lo que implica que lo que no se ve y solo se conoce desde dentro, al igual que ocurre en las organizaciones empresariales, es mucho más grave y de mayor calado. No es este el lugar para analizar esos errores en la aplicación del management por parte del entrenador, pero citaré uno, que es una máxima de todo directivo que se precie: cuando alguien de mayor rango -presidente y/o junta directiva- invade tu exclusiva parcela de decisión y gestión es preciso decirlo y, si no se resuelve, irse. El entrenador no se ha rebelado cuando le han traído jugadores que no quería y le han negado aquellos que quería tener en su plantilla.

Todo lo que se ve y es público, que es mucho, porque la realidad casi siempre es difícil esconder, y menos en un club de fútbol de las dimensiones del Barça, hace suponer que las cosas están mucho peor de lo que aparentan.

Al igual que una empresa, el Barça tiene un máximo ejecutivo, en este caso encarnado en la figura de su presidente. En las empresas suele decirse y, es cierto, que la cultura -lo que los empleados hacen cuando el jefe no les ve- (Xavier Marcet), desciende desde el máximo nivel superior. Ello supone que la personalidad, la competencia profesional, la integridad y todos los atributos personales y profesionales del máximo mandatario influyen en la cultura del club y la impregnan.

Si observamos lo que proyecta el presidente del Barça, no parece que el rigor en fondo y formas sea el ideal para gobernar una institución como el club. Sin entrar en detalles, solo comentar dos ejemplos: ante la situación actual, el presidente debería dar explicaciones, más aún en un club de fútbol, que aquí sí, a diferencia de una empresa, es depositario de algo tan común y que lo hace tan diferente como son las emociones de sus socios, aficionados y simpatizantes, a escala global en el caso del FC Barcelona.

El segundo ejemplo es económico. Activar las famosas palancas es un error de manual. Lo que ha hecho el club -a decisión de sus dirigentes- es un project finance a la inversa- es decir, se ha apalancado con cash flow futuro para pagar gastos corrientes, porque el flujo de caja, no siendo un activo y que contablemente no se reconozca como tal, no deja de ser un indicador de ingresos futuros, que en el caso de un club de fútbol dependen de múltiples variables. El error es considerar el cash flow futuro para endeudarse, lo cual es diferente a que ese cash flow sea una garantía de inversión a futuro.

Es sospechoso que con la crisis económica contrastada, el club esté inmerso en la construcción de un nuevo estadio, lo cual más parece una maniobra para ocultar la evidencia de la realidad y una red de seguridad para sus dirigentes por la vía de la buena intención y medallas de pertenencia, por si las cosas acaban mal.

Lo que está haciendo el Barça desde el punto de vista económico es de una gravedad sobresaliente. En economía de empresa, es preciso ser consciente de cuándo ha llegado el momento de vender patrimonio y/o reducir velocidad de crucero, para no sobrepasar la línea roja que antecede sin remedio al default. Es el momento más doloroso, y resulta entendible que ningún presidente del Barça quiera llegar a ello.

El valor de los activos de una empresa, menos sus deudas, +/- el factor gestión, +/- imponderables como la suerte o la mala suerte, aportan tiempo de permanencia. Cuando las cosas van mal, ese tiempo se acorta, hasta llegar a una línea de no retorno. Cuando se está cerca de ese punto, el riesgo de supervivencia es máximo. Si esa línea se cruza, y no es fácil emocionalmente fijarla, el default suele estar garantizado.

El club necesita adelgazar; vender activos y adaptarse a una nueva realidad que afectará a sus resultados deportivos, pero eso no es negativo. Si se hace bien, puede ser una transición corta. Estirar más el brazo que la manga siempre es una mala solución. Embarcarse en proyectos faraónicos con una crisis económica como la actual, sería un fracaso en cualquier organización.

Quizá la salida sea que el Barça se convierta en sociedad anónima, y con ello la imagen y responsabilidad del presidente quede justificada y absuelta, pero una cosa es eso, y otra, de obligado cumplimiento, es ser transparente y decir la verdad, atributo directivo de primera magnitud.

Como dijo Boskov, aquel entrenador del Madrid, el “fútbol es fútbol”. Yo añadiría: y en el Barça también, aunque sea más que un club.

Jaime Batlle es director académico del posgrado de desarrollo directivo en la Universidad Pompeu Fabra-BSM.

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