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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La demografía, el elefante en la habitación de España

Las crisis económicas actúan como dinamita, mientras que la demográfica lo hace como las termitas: imaginémoslas sumadas

La España vaciada
Nacho Izquierdo

No nos referiremos a la situación política a la que puede llegar nuestro cada vez más polarizado país. Tampoco a su futura situación económico-financiera que hace presagiar algunos ajustes futuros. No se abordará, tampoco, el futuro de su situación social, por más que España se vea altamente condicionada por la dualidad de su mercado laboral, cada vez más globalizado, y por la creciente desigualdad socio-económica y territorial.

Ninguna de estas perspectivas va a ser analizadas. Se tratarán los determinantes demográficos del futuro de España. La fuente es un reciente informe realizado por nuestro principal organismo estadístico: el INE en el que se presentan los resultados de una proyección sobre nuestro futuro demográfico. El informe se ha partido de los resultados de una consulta que se nos hizo a más de un centenar de especialistas y expertos en demografía a fin de establecer las hipótesis de los comportamientos de los parámetros demográficos de país en las próximas décadas.

El citado organismo, extrapolando las incontrovertidas tendencias demográficas actuales en sus proyecciones demográficas, prevé que España incremente su población en más de cuatro millones de habitantes en los próximos 15 años y en unos cinco millones más hasta 2072, que se sumarían a los 48,5 millones actuales.

El umbral mítico de los 50 millones de residentes en España no se alcanzaría hasta 2028. Pero este crecimiento solo podría hacerlo posible la inmigración extranjera, habida cuenta que en la proyección demográfica mencionada se considera que el crecimiento vegetativo o natural (nacimiento menos defunciones) se mantendrá en valores negativos a lo largo de todo el periodo proyectado.

Como consecuencia la población nacida en España pasará del 85% actual al 63% a mediados de siglo. Caminamos hacia una España cada vez más mestiza, esto es, étnicamente más diversa, plural y compleja, lo que, por otra parte, nos equipara a otros países occidentales.

La fecundidad podría pasar del 1,19 hijos por mujer actual al 1,27 a final de periodo, merced a la mayor juventud de la población residente inmigrante, lejos en cualquier caso de 2,1 hijos por mujer que aseguraría nuestro reemplazo generacional.

A la vez España seguirá envejeciéndose por la cúspide de su pirámide de población, pues nuestra esperanza de vida pasaría, para los hombres, de los 80 años actuales a los 86 y para las mujeres de los 86 años a los 90 para 2072.

Las migraciones se considera que se mantendrán constates en los primeros años y nos favorecerá demográficamente el balance migratorio netamente positivo entre nuestras salidas y nuestras entradas: en 2006 la población inmigrante extranjera era de 3,8 millones; en la actualidad, 2023, es de 6,3 millones. Nuestra emigración al exterior es actualmente de 400.000 personas y se prevé que estos valores se mantengan constantes en los próximos años.

Pero otra cuestión es el balance cualitativo: la alta cualificación profesional de muchas de nuestras salidas contrasta con la menor cualificación de la entradas, tema en el que convendría seguir profundizando, habida cuenta la dificultad y diversidad de fuentes para analizarlo.

Pero, sin duda, el tema que suscita mayor preocupación es el de los efectos económicos que se derivan de los cambios en a estructura por edad y sexo: el tema de la pirámide población futura.

España será más numerosa pero también mucho más envejecida. Preocupa el efecto de los que podría definir como la onda u ola demográfica: en 2023 el grupo más numeroso es el de la cohorte 40-45 años (por eso debería hablarse en la actualidad más de otoño que de invierno demográfico) sin embargo estas cohorte o grupo de población seguirá siendo el grupo quinquenal más numerosos pero con 55-64 años en 2037 y con 75-79 años en 2055 (es entonces cuando habrá sobrevenido verdaderamente el invierno demográfico).

La cúspide de la pirámide crecerá notablemente y se mantendrá o retrocederá su base. La población potencialmente activa pasará del 60% actual 53 % en 2052, diez puntos porcentuales menos, los mismo que ganará la población de 65 y más, grupo en el que estaría en 2050 uno de cada tres españoles.

Este hecho supondrá un gigantesco reto para nuestra Seguridad Social que necesitaría, según se ha estimado en fuentes oficiales, casi medio millón de afilados más para hacer frente al déficit derivado del cambio en nuestra pirámide de población.

De otra parte, territorialmente Cataluña, Valencia y Madrid concentrarían el 40% del crecimiento interno del país, en tanto que Castilla y León, Extremadura, Asturias y Galicia, regiones con una fuerte componente rural, sumarían el 98% de la población de las regiones con crecimientos negativos, en otras palabras, de la despoblación.

En suma, España, si se mantienen las tendencias actuales, se encamina hacia un modelo de país más envejecido, más desequilibrado, más diverso y más dualalizado territorialmente entre sus dinámicos polos metropolitanos, y sus plurales espacios rurales, en franca despoblación. Todo lo cual le hará más frágil demográficamente (también ambientalmente, aunque este es otro tema).

Tan solo la inmigración extranjera se presenta como solución a nuestros problemas demográficos y como respuesta económica a las necesidades e imperativos futuros de nuestro mercado laboral.

Alfred Sauvy, prestigioso demógrafo francés contemporáneo, afirmaba que las crisis económicas actúan sobre la población como dinamita, mientras que la crisis demográfica (añadimos sostenida como es el caso España) actúa como las termitas, pero cada una de ellas es capaz de derribar un edificio. Imaginemos sumadas.

La actual situación política no debería procrastinar las respuestas que se han de seguir dando a la cuestión demográfica, si fuera posible buscando el máximo consenso político posible, pues media España políticamente no debe cargar sobre sus espaldas con la responsabilidad de dar respuestas a un problema que es de todos los españoles cual es hacer frente a nuestro futuro demográfico y sus consecuencias sociales, económicas y territoriales. Si hay políticas de Estado urgentes esta es una de ellas. El factor demográfico es nuestro elefante en la habitación.

Pedro Reques Velasco es catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Cantabria

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