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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Magra moderación de la inflación alimenticia

La tendencia refuerza la tesis de que no está habiendo efectos de segunda ronda derivados de subidas salariales

CINCO DÍAS

Dar por ganada la batalla contra la inflación antes de tiempo puede equivaler a perderla. La experiencia de los años setenta pesa sobre el ánimo de economistas y banqueros centrales y sobre la ciudadanía en general, sabedora de que, una vez que se empieza, subir precios es mucho más sencillo que bajarlos. Con todo, el detalle de la inflación de octubre, que permanece en una tasa del 3,5%, superior a la deseada, refleja un cierto alivio. La inflación de los alimentos ha bajado del 10% por primera vez en año y medio. Bajando a los pormenores, la moderación es patente: si en abril harinas, pastas alimenticias y huevos subían más del 20%, ahora permanecen planos. En el plano energético, la electricidad pasa de subir el 35% a bajar el 22%, el alza de la gasolina es la mitad que entonces y el gasóleo, que subía un 32%, ahora baja.

Es un consuelo muy relativo. El ciudadano no calibra la cesta de la compra en términos interanuales: solo sabe que la alimentación está cara. Algunos básicos, como aceite de oliva, arroz o patatas, de hecho, suben más ahora que en primavera. Y, en cualquier caso, el encarecimiento de los alimentos no es una percepción subjetiva: los precios son un 26% más elevados que hace dos años, cuando empezó el pico inflacionista. La carga de subidas de precios de la alimentación tiene componentes que multiplican su impacto: pesa más en los presupuestos de las rentas bajas y es un gasto donde, llegado un cierto punto, recortar es difícil (además de seguramente insalubre). No es menos importante el factor psicológico: no hay forma más cruda de sufrir una subida de precios que una compra presencial y rutinaria.

La tendencia generalmente positiva de la inflación refuerza la tesis de que en este episodio no se están produciendo efectos de segunda ronda derivados de eventuales subidas salariales ligadas a los precios. Ahora, por más que la inflación aporte señales de ser un fenómeno pasajero, la complacencia es mala consejera. El BCE hizo bien en pausar las subidas de tipos (podría haberlas pausado antes, tal y como sostenía buena parte de su consejo de gobierno) y, si entretanto no saltan sorpresas, en el segundo semestre de 2024 habrá una bajada del precio del dinero. Y, por más que los ciclos de la zona euro y EE UU no estén acompasados, la reacción del mercado al descenso de la inflación estadounidense en octubre es una buena vara de medir sobre las preocupaciones del inversor.

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