El trabajo de Meloni en Italia es una lección para la derecha europea
Ha disipado los temores a su euroescepticismo, pero ha hecho poco con los problemas económicos a largo plazo
Para muchos partidos nacionalistas, como Vox en España y Alternative für Deutschland (AfD) en Alemania, la llegada al poder de Giorgia Meloni es a la vez un manual y una advertencia. En su primer año en el cargo, la primera ministra italiana, de extrema derecha, disipó los temores de que rompería con la OTAN y la rectitud fiscal. Pero la inacción a la hora de abordar los problemas económicos a largo plazo hará que el resto de su mandato sea mucho más difícil.
Algunas capitales europeas observaron con aprensión la victoria electoral de la coalición de Meloni el 25 de septiembre de 2022, un siglo después de que la Marcha sobre Roma de Benito Mussolini llevara al poder al líder fascista. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, llegó a advertir a Italia de posibles “consecuencias” si se desviaba de los principios democráticos. Por eso Meloni dedicó mucho tiempo y energía a distanciarse, ella y su partido posfascista Hermanos de Italia, de esos desagradables paralelismos históricos.
Dada la presencia de partidarios del presidente ruso, Vladimir Putin, en su coalición de Gobierno –en particular, el difunto ex primer ministro Silvio Berlusconi y el líder de la Liga, Matteo Salvini–, Meloni dio prioridad a garantizar a sus aliados extranjeros el compromiso de Italia con la OTAN. Su postura en política exterior ha sido inequívocamente pro-Ucrania, incluso a riesgo de enfadar a los votantes por el aumento de las facturas de los servicios públicos: “Ceder al chantaje de Putin sobre la energía no resolvería el problema”, dijo en su discurso inaugural como primera ministra en el Parlamento. Su Gobierno aceptó continuar con la política de su predecesor, Mario Draghi, de enviar armas a Kiev. Y está intentando desvincularse de un polémico pacto de infraestructuras con China para reforzar su postura favorable a EE UU.
Los antecedentes euroescépticos de Meloni y Salvini también habían despertado la preocupación de los inversores sobre el compromiso de Italia con las normas fiscales de la UE, o incluso con la moneda única. El diferencial entre los rendimientos de la deuda pública italiana a 10 años y su equivalente alemán, un indicador de la confianza del mercado en una Italia cargada de deuda, había superado los 250 puntos básicos en el periodo previo a las elecciones generales del año pasado. Pero la ley presupuestaria de Meloni para 2023, relativamente conservadora y basada en gran medida en el borrador de Draghi, calmó la ansiedad de los inversores. El lunes, el diferencial era de 183 puntos básicos, más manejable, aunque sigue siendo superior al de Grecia, que tiene una ratio deuda/PIB más alta, según los datos de LSEG.
El planteamiento inicial de Meloni puede haber provocado alivio en Bruselas por no haber hecho saltar por los aires la zona euro. Pero también es probable que haya galvanizado a partidos marginados que aspiran a gobernar, como Vox y AfD. El español se ha ofrecido a apoyar una coalición liderada por los conservadores, mientras el alemán es el segundo en las encuestas, con un 22% de los votos potenciales.
Sin embargo, Meloni no ha aprovechado bien la relativa calma política y del mercado. Con una sólida mayoría en el Parlamento y un amplio apoyo popular, tiene posibilidades de permanecer cinco años en el cargo, algo poco frecuente en un país donde los Gobiernos duran 14 meses de media. Pero en lugar de invertir ese capital político en grandes reformas, su coalición ha perdido el tiempo en una serie de proyectos de ley irrelevantes, a menudo como reacción a noticias nacionales de primera plana. Entre ellas, la represión de las fiestas rave ilegales, la prohibición de la carne cultivada en laboratorios, el apoyo a una prohibición universal de la paternidad subrogada, y la lucha contra la delincuencia juvenil, amenazando con penas de cárcel a los padres de niños que abandonen la escuela. Tampoco ha logrado frenar el creciente flujo migratorio, una de sus principales promesas electorales, y se peleó con la UE por los fondos pospandemia, retrasando varios meses el desembolso de un tramo de 18.500 millones.
Mientras se centraba en apaciguar a las bases de su partido, Meloni ha ignorado las reformas que impulsan el crecimiento, como la reducción de la burocracia que llevan años reclamando empresarios y ejecutivos. Tampoco ha dado prioridad a la inversión en innovación o educación. Los mercados han ignorado en general sus medidas, pero en los últimos meses algunas han tenido una acogida más fría.
En particular, la sorprendente decisión en agosto de gravar lo que Meloni calificó de “beneficios injustos” de los bancos nacionales. El 8 de ese mes, la medida borró más de 7.000 millones de la capitalización bursátil de los cinco principales bancos italianos, más del doble de lo que el Gobierno quería recaudar. La reacción de los inversores obligó a Meloni a una humillante retirada. A los mercados tampoco les gusta la propuesta de su partido de permitir a los pequeños prestatarios morosos devolver la deuda con un descuento, lo que podría distorsionar las operaciones de préstamos en dificultades de Italia, que se prevé que alcancen los 40.000 millones este año.
Los partidos de derechas harán bien en estudiar el próximo capítulo del mandato de Meloni. Su verdadero trabajo empieza ahora, y no tiene muchas cartas en la manga. Los analistas de Unicredit estiman que los créditos fiscales para la renovación de edificios, introducidos por un Ejecutivo anterior, ascenderán a 150.000 millones. Esta cifra es 30.000 millones superior a la prevista en abril por el actual Gobierno, es decir, en torno al 1,5% del PIB.
Esto elevará el déficit al 5,5% del PIB este año, por encima del 4,5% previsto por el Gobierno en abril, y probablemente por encima del 3,7% en 2024. Mientras, la Comisión Europea afirma que el crecimiento se ralentizará hasta el 0,9% del PIB en 2023 y el 0,8% en 2024, lo que supone un recorte de 0,3 puntos respecto a las estimaciones anteriores, y predice que la inflación se reducirá. Esta tendencia dificultará que Italia rebaje su ratio deuda/PIB por debajo del 142% previsto a finales de año.
Según el ministro de Economía, Giancarlo Giorgetti, los altos tipos de la zona euro, ahora en el 4%, obligarán a Italia a gastar el año que viene al menos 14.000 millones más de lo previsto en el pago de intereses. Además, la inflación está disparando el coste de las pensiones, al tiempo que se prevé una caída de la población activa. Esto deja poco margen a Meloni para cumplir sus principales promesas, como bajar los impuestos a los trabajadores en 2024. Los mercados probablemente castigarían cualquier recorte fiscal sin financiación, como hicieron con la británica Liz Truss. Pese a sus inclinaciones estatistas, Meloni probablemente tenga que privatizar activos estatales.
Quejarse de la ineficacia del Gobierno es fácil cuando se está en la oposición. Pero la dura realidad económica cotidiana difícilmente puede afrontarse con inútiles guerras culturales. Esa es la mayor lección para partidos como Vox y AfD.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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