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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

PIF, de Arabia Saudí, es una clase peculiar de fondo soberano

Su estrategia es más arriesgada que la de sus pares noruego y del Golfo, e invierte poco en el exterior, solo un 21%

Premier League Newcastle
Yasir Al-Rumayyan, gobernador del fondo soberano saudí, PIF, y presidente de Newcastle, club de fútbol inglés.PAUL ELLIS (AFP)

Apenas pasa un día sin una noticia llamativa relacionada con el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudí, PIF (por sus siglas en inglés). Solo en los últimos meses, el inversor de 700.000 millones de dólares y las empresas que controla han llevado a cabo un acuerdo histórico para revolucionar el mundo del golf, han adquirido un negocio de arrendamiento de aviones de 3.600 millones de dólares de Standard Chartered, han comprado un 10% de Telefónica y han lanzado una audaz oferta de 300 millones de euros por los servicios de la superestrella del fútbol francés Kylian Mbappé.

El extravagante estilo de inversión de PIF desafía las comparaciones con otros fondos soberanos. Sus múltiples objetivos de largo alcance hacen difícil saber si está alcanzando sus metas. También es difícil juzgar cuánto tiempo seguirá invirtiendo en los mercados mundiales.

Sesgo local

Los fondos soberanos suelen parecerse al Government Pension Fund Global de Noruega, de 1,4 billones de dólares, o a la Abu Dhabi Investment Authority (ADIA), que supervisa casi 1 billón, según Global SWF. Estos gigantes han sido dotados por Gobiernos ricos en petróleo para crear fondos nacionales que invierten prudentemente en deuda, capital e infraestructuras en el extranjero.

PIF es diferente. Fundado en 1971, fue renovado en 2015 bajo el control del príncipe heredero saudí, Mohammed Bin Salmán (MbS), con el mandato de ayudar a cumplir su plan Vision 2030 para diversificar la economía del reino, dependiente del petróleo, y crear empleos en el sector privado para sus 32 millones de habitantes.

El gobernador de PIF, Yasir Al-Rumayyan, no recibe un flujo predeterminado de riqueza petrolera del Estado, sino que se le ha entregado una cartera de activos nacionales e internacionales. Un tercio del fondo consiste en importantes participaciones en empresas nacionales, como Saudi Telecom Company, de 51.000 millones de dólares, y Saudi National Bank, de 53.000 millones. También controla el 8% del gigante petrolero Saudi Aramco, valorado en unos 180.000 millones, que Riad transfirió en 2022 y a principios de este año.

Un quinto de los activos de PIF en 2022 se destinaron al desarrollo de nuevas industrias como el juego, mientras que otro 5% se destinó a gigaproyectos como NEOM, de 500.000 millones: será la sede de The Line, una futurista “ciudad inteligente lineal” de 170 kilómetros de longitud.

A pesar de su imagen de adquirente en serie de baratijas occidentales de alto perfil, PIF solo desplegó el 21% de sus activos fuera del reino en 2022. Fondos como Qatar Investment Authority, Mubadala –de Abu Dabi– y Temasek –de Singapur– invierten solo un cuarto de su patrimonio en sus propios países, según Global SWF.

La estrategia de PIF también es más enérgica que la de sus homólogos. En un podcast grabado en octubre de 2022, Al-Rumayyan relató cómo él, MbS y altos directivos de PIF presionaron al rey, Salman Bin Abdulaziz, para que apostara 35.000 millones en valores occidentales hundidos durante la pandemia, desoyendo las objeciones de los políticos del consejo del fondo. La apuesta salió bien, ya que el desembolso inicial ascendió rápidamente a un valor de 49.000 millones. Pero el episodio refuerza la impresión de que el PIF es una mezcla de capital riesgo, hedge fund y dinero para startups.

Líneas difusas

PIF ya tiene en su haber algunas meteduras de pata sonadas. La más espectacular fue probablemente la entrega de 45.000 millones al jefe de SoftBank, Masayoshi Son, para su primer Vision Fund, de 100.000 millones. En marzo, el derroche del inversor japonés en apuestas tecnológicas de alto perfil, incluido el fracaso de las oficinas compartidas de WeWork, había generado desde su creación una escasa tasa interna de rentabilidad del 3% para socios limitados como PIF, pese a que una parte del efectivo estaba en acciones preferentes que pagaban cupones. Saudi National Bank perdió un paquete en Credit Suisse cuando lo rescató UBS.

El hiperambicioso mandato de PIF hace más probables estos errores. Pero en general no lo está haciendo especialmente mal. En 2021 obtuvo una rentabilidad para el accionista del 25%. Con la caída de los mercados en 2022, sufrió una pérdida del 6,5%, aunque en línea con el 5,5% registrado por los fondos soberanos en general, según Global SWF.

Aun así, el objetivo de PIF de promover la diversificación complica cualquier evaluación. El fondo dice que se centrará en 13 “sectores estratégicos”, que cubren casi todo, excepto el petróleo. Cualquier valoración creíble de NEOM y de otros tres gigaproyectos saudíes dependerá de la participación de grandes inversores internacionales. Pero el reino sigue muy lejos de su objetivo de atraer 100.000 millones de inversión extranjera directa para 2030. En 2022 solo recibió 8.000 millones.

Visión triple

También es peculiar el objetivo de PIF de aumentar sus activos gestionados hasta 2 billones. Si sigue obteniendo la misma rentabilidad media anual del 8% que ha logrado desde 2018, sus activos alcanzarían los 1,3 billones en esa fecha, calculamos. Para llegar a 2 billones por sus propios medios, tendría que generar un abultado 14% de rentabilidad anual durante el resto de la década.

Al-Rumayyan podría obtener efectivo vendiendo más participaciones empresariales de PIF. En los últimos años, se ha desprendido de participaciones en Saudi Telecom Company, la Bolsa local Tadawul y la gasista Gasco. Otra opción es pedir prestado. Su deuda neta, de 25.000 millones, es inferior al 5% de sus activos.

Luego están las posibles transferencias del Estado. Al-Rumayyan podría, por ejemplo, recibir más de los 19.500 millones de dividendos trimestrales que reparte Aramco entre los inversores, incluido el Estado, que posee el 90%.

La otra opción es colocar más acciones de Aramco en PIF, lo cual engrosaría sus activos, aumentaría sus ingresos y lo convertiría en un prestatario más solvente. El gigante petrolero también puede ayudar de otras formas, como cuando invirtió 69.000 millones en un 70% del grupo químico Sabic en 2020. Al-Rumayyan tiene cierta influencia en estas transacciones, ya que también preside Aramco.

Si se suma todo, es posible que PIF alcance el objetivo de MbS. Pero para alejar la economía del petróleo, necesitará más inversiones en industrias incipientes, como su nueva empresa conjunta de vehículos eléctricos con la taiwanesa Foxconn.

Nadie sabe si esta visión de color de rosa se materializará. Mientras los Estados rivales rellenan sus fondos para imprevistos, PIF podría ser una poderosa fuerza para diversificar la economía saudí, o un cajero automático para sostener un Gobierno falto de liquidez. En todo caso, será un fondo soberano solo de nombre.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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