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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El fraude de los metales desaparecidos

La electrificación del mundo es buena para el sector, pero también lo hace más susceptible al delito

Mina de cobre El Teniente, de Codelco, en la comuna de Machalí (Rancagua, Chile).
Mina de cobre El Teniente, de Codelco, en la comuna de Machalí (Rancagua, Chile).FABIAN CAMBERO (REUTERS)

Los delincuentes están poniendo sus miras en la transición verde. Esa es una de las lecciones que se desprenden de los problemas del productor alemán de cobre Aurubis, cuya acción llegó a caer un 15% el viernes tras revelar un déficit de inventarios que, según concluyó, estaba relacionado con actividades ilícitas. Dado que la demanda de metales clave como el cobre va a superar a la oferta, este tipo de fraude corre el riesgo de hacerse más común.

Los fraudes relacionados con los metales parecen ir en aumento. En febrero, el operador mundial de materias primas Trafigura registró un cargo de 577 millones de dólares tras descubrir que algunos cargamentos de níquel que había pagado no contenían la materia prima. El jueves, Aurubis dijo que había descubierto grandes discrepancias en los niveles de inventario de su centro de reciclaje de Hamburgo, que extrae cobre y metales preciosos de placas de circuitos informáticos desechadas.

La evaluación inicial de la empresa –valorada en 3.000 millones– del incidente, que se produce tras otro caso de robo en junio, sugiere que los metales perdidos pueden suponer un golpe de al menos 100 millones, más o menos un quinto de su beneficio anual antes de impuestos, previsto entre 450 y 550 millones para el ejercicio que finaliza en septiembre.

Esto pone de relieve un punto de presión de la transición ecológica. El abandono de los combustibles fósiles requiere enormes cantidades de cobre, que se usa en grandes cantidades para ampliar y mejorar las redes eléctricas y hacer vehículos eléctricos, turbinas eólicas y parques solares. Pero la oferta podría tener dificultades para seguir el ritmo de las necesidades de la economía verde.

La producción mundial de productos de cobre refinado podría crecer un 4% interanual, hasta unos 26 millones de toneladas métricas en 2023, según la AIE. Y crecerá hasta 30,1 millones de toneladas en 2031, según McKinsey, que calcula que la demanda alcanzará los 36,6 millones de toneladas a principios de la próxima década, lo que deja un déficit de más de 6 millones de toneladas al año.

La prisa por electrificar el mundo, unida a los cuellos de botella en el suministro, está haciendo subir el precio del cobre y otros materiales clave. Podría decirse que es bueno para productores, mineros y comerciantes. Pero también los hace más susceptibles al fraude.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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