El estatus perdido de China y el incierto futuro del fútbol femenino
China pierde todo su valor como ejemplo económico o de gestión para Occidente
La pandemia provocó un cierto resurgir de la admiración occidental hacia el sistema político chino –la dictadura– y su forma de abordar los problemas. La mayoría de los países optó por imitar su método contra el Covid: confinar, o sea, encerrar a los ciudadanos para frenar el movimiento del virus. Los encierros chinos, de hecho, fueron los más severos: la idea era que es mejor, tanto en lo sanitario como en lo económico, confinar duramente, pero durante menos tiempo. Al final, en Occidente las medidas fueron aflojándose, mientras China se empeñó en mantener a cero los contagios, hasta que la gente no aguantó más y el Gobierno tuvo que ceder. Algo sorprendentemente, soltar las riendas no ha provocado un rebote en la actividad más intenso que el de Europa o EE UU. El país asiático está viviendo su propio proceso de madurez, con una población de cada vez más edad, un mercado inmobiliario saturado y un sector financiero cogido con pinzas. Los últimos datos procedentes de allí deberían de bastar para bajar del guindo a los analistas que crean que un sistema autoritario, o dictatorial, como en este caso, puede manejar mejor las crisis sociales o económicas.
La vida sigue en Ucrania, gracias a la ayuda internacional (y no solo para defensa)
Las guerras no las gana nadie (salvo las empresas de armamento): si acaso, las pierden unos más que otros. Rusia ya lo nota en sus cuentas, pese al maquillaje oficial y al efecto rebote inicial de la subida del precio del gas, mientras que Ucrania tira para adelante con la ayuda de Occidente, que alcanza casi el 10% del PIB. Ayuda que no es solo militar, sino que también sirve para pagar a profesores y médicos, porque allí la vida sigue más allá del frente.
El país tiene problemas más urgentes ahora mismo, pero ya antes del conflicto vivía vampirizado por la corrupción. Tiempo habrá para abordarlo, y europeizarse de verdad.
Los trabajadores extranjeros están aún más sobrecualificados que los españoles
Estar sobrecualificado es, ciertamente, una nada deseable manera de camaleonizarse con la sociedad española, de sentirse como en casa. Seis de cada diez trabajadores no comunitarios tienen capacidades académicas superiores al puesto que ocupan en España. En el caso de los locales, son el 34,5%, el nivel más alto de la UE, donde la media es el 20%. El problema sería menor si se aceleraran los trámites burocráticos para homologar sus títulos, en particular los de Medicina.
Se suele lamentar que emigren fuera de España profesionales formados en las universidades públicas españolas, pero la realidad es que a cambio hay un gran flujo de trabajadores que han podido estudiar gracias a su esfuerzo y al de sus compatriotas.
El fútbol femenino, ¿flor de verano o brote verde que ha venido para quedarse?
El éxito de la selección española en el Mundial femenino de fútbol ha provocado el lógico interés de la audiencia por una categoría deportiva, el balompié jugado por mujeres, hasta hace poco invisible para la mayoría de los ciudadanos. Pero está por ver si es el fruto de la falta de competencia propia del verano, y si se mantendrá cuando sus colegas varones abarroten las horas y los días de la semana con la Champions, la Conference League o cualquier otro torneo de nuevo cuño que se inventen los organizadores del mayor espectáculo del mundo. Cada cuatro años, la audiencia se agolpa ante el televisor para ver bádminton o esgrima en los Juegos Olímpicos, pero se olvida rápido, y vuelve al entretenimiento de las polémicas sobre el VAR o el último fichaje del Real Madrid o el Barcelona.
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