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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Inflación estructural y tipos altos complican llegar a fin de mes

El debate está en si la resistencia a que baje tiene más que ver con efectos de segunda ronda o con los elevados beneficios empresariales y las alzas salariales

CINCO DÍAS
Mercado Maravilla de Madrid.
Mercado Maravilla de Madrid.Javier Lizon (EFE)

El viacrucis de la inflación, que había dado algo de tregua en los últimos meses, volvió a repuntar en julio hasta el 2,3% interanual, cuatro décimas más que en junio. El vaso puede verse medio lleno o medio vacío. Por un lado, es cierto que los niveles en los que se mueven los precios están ocho puntos por debajo de los guarismos de hace apenas un año, lo cual es motivo de alivio. Es más, evolucionan en el entorno del 2% que fija como objetivo el Banco Central Europeo (BCE). Sin embargo, la inflación subyacente –que excluye para su cálculo las rúbricas más volátiles, véase la energía y los alimentos no elaborados– se incrementó hasta el 6,2%, desde el 5,9% del mes anterior. Es aquí donde radica el principal motivo de preocupación, ya que incluye categorías como el ocio y las telecomunicaciones, la ropa, la hostelería y la comida procesada, segmentos con peso suficiente para que los hogares continúen percibiendo que no llegan a fin de mes.

En ese escenario, los ojos deben volverse a la política monetaria como principal instrumento para contener los precios, una vía que ya no está en manos de cada Estado y debe navegar entre diferentes realidades europeas. El BCE, que ha subido los tipos de interés de cero a 4,25% en apenas un año, es consciente de que debe ir con extremo cuidado. De hecho, ya ha insinuado la posibilidad de pausar las subidas a la vuelta del verano, con economías como la alemana en zona de recesión y sin que su agresiva política de tipos haya logrado rebajar el IPC comunitario por debajo del 5%.

El gran debate precisamente está en si la resistencia a bajar de la inflación, especialmente de las tasas subyacentes, tiene más que ver efectos de segunda ronda –el impacto de los precios de la energía, por ejemplo, en el coste de producción de otros bienes– o, si como apunta el BCE, entronca con los elevados márgenes y beneficios empresariales de estos dos años, así como con las alzas salariales aplicadas para compensar la subida de los precios. Del análisis de esas variables dependerá que el supervisor continúe su política de alzas o se decante por esperar y ver.

En todo caso, y más allá de la teoría, los hogares españoles parecen abocados a convivir durante un largo periodo de tiempo con un entorno de tipos de interés altos y una inflación estructural elevada. Lo primero implica, por ejemplo, dificultad de acceso al crédito e hipotecas más altas. Lo segundo, una pérdida de poder adquisitivo recurrente y, en suma, un empobrecimiento. No han sido ni serán tiempos fáciles. Con impacto en los hábitos de consumo.

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