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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El largo brazo de Rusia y la política del uranio

La potencial pérdida de Níger de la esfera de influencia europea tras el golpe de estado es una victoria para Putin

Un manifestante porta una camiseta con la bandera de Níger y un gorro con la de Rusia durante las marchas a favor del golpe de Estado producidas este jueves en la capital del país, la ciudad de Niamey.
Un manifestante porta una camiseta con la bandera de Níger y un gorro con la de Rusia durante las marchas a favor del golpe de Estado producidas este jueves en la capital del país, la ciudad de Niamey.ISSIFOU DJIBO (EFE)

La ciudad de Arlit, un desolado asentamiento en el extremo sur del Sáhara, es el improbable ojo del huracán de una nueva contienda geopolítica: la lucha por el control del uranio, el combustible de la industria nuclear.

Fue allí, en las áridas tierras del norte de Níger, donde geólogos franceses encontraron el radiactivo mineral en los años 50. Desde entonces, compañías estatales francesas han horadado el terreno de su antigua colonia, transformando Níger en el séptimo productor mundial de uranio. En 2022, las minas que rodean Arlit, aportaron el 25% de todas las importaciones de uranio de la Unión Europea. Ahora, el golpe de Estado en la empobrecida nación africana ha puesto ese flujo comercial en peligro.

Puede que esta materia prima no cope tantos titulares como lo hace el petróleo, el gas o incluso el carbón, pero es crucial para un mundo que necesita desesperadamente energía libre de emisiones de carbono.

Aunque el Kremlin no parece estar directamente detrás del golpe de Estado, su máquina de propaganda propagandística ha estado promoviendo un sentimiento anti francés y anti estadounidense en el Sahel, el área que comprende el sur del mayor desierto del mundo. Esta región ha visto como desde 2020 se han sucedido las revoluciones para hacerse con el poder. En este periodo de tiempo, Burkina Faso, Chad, Guinea, Mali y Sudán también han sido el escenario de episodios como el de Níger.

En la capital de Níger, la ciudad de Niamey, multitudes a favor del golpe enarbolaban la bandera rusa como una forma de oposición al imperialismo francés. Yevgeny Prigozhin, el cabecilla del paramilitar Grupo Wagner, celebró el alzamiento militar. Wagner ya opera en la vecina Mali tras el golpe de Estado de allí. El largo brazo de Rusia medra en la geopolítica de la energía de muchas maneras y, a menudo, no siempre de la forma más obvia.

Si Níger cae en la órbita rusa, el mundo será más dependiente de Moscú y de sus países satélites en lo que a energía atómica se refiere. Kazajistán y Uzbekistán, ambos países exrepúblicas soviéticas, son los dos principales productores de uranio del mundo, aportando entre los dos más del 50% del suministro mundial. Sumando a la propia Rusia y a Níger a esta ecuación, el porcentaje escala al 60%.

Pero el uranio es solo el principio de lo que se denomina “ciclo del combustible nuclear”. Mientras Rusia es también el sexto mayor productor del mundo de uranio, su poder real se asienta en el resto de eslabones del ciclo del combustible. La transformación de la materia prima original en combustible atómico utilizable en las centrales nucleares se produce mediante la fase llamada “conversión y enriquecimiento”.

Rusia está detrás del 45% de la conversión y enriquecimiento del uranio a nivel mundial, según los datos de la Asociación Mundial Nuclear. Es un cuello de botella que ha creado lo que las autoridades estadounidenses calificaron recientemente de “vulnerabilidad estratégica” que es “insostenible”. Una tercera parte del uranio enriquecido consumido por EE UU el año pasado procedía de Rusia, a un coste de casi 1.000 millones de dólares pagados a una compañía dirigida de forma directa por el Kremlin. Más de un año después del inicio de la invasión rusa de Ucrania, Washington sigue sin prohibir las importaciones de combustible nuclear ruso.

Durante los primeros 50 años de la era atómica, América fue autosuficiente, pero con el final de la Guerra Fría, abandonó el grueso de la minería de uranio y el crucial proceso de la conversión y enriquecimiento. A día de hoy, “Estados Unidos es ampliamente dependiente de fuentes internacionales de combustible nuclear, incluyendo a naciones que no tienen nuestro bienestar en mente”, según John Wagner, director del departamento estadounidense de energía del Laboratorio Nacional de Idaho.

El cómo Rusia llegó a dominar la industria del combustible nuclear es una combinación de suerte geológica, innovación ingeniera y un bien intencionado acuerdo diplomático firmado entre Moscú y Washington justo después del colapso de la Unión Soviética.

En primer lugar, Rusia cuenta con depósitos del mineral de uranio, dándole al país un rol en la industria ya simplemente por esto. Luego, sus ingenieros desarrollaron un sistema de enriquecimiento del material radiactivo que era significativamente menos intensivo en el uso de energía que el método empleado por los ingenieros franceses o estadounidenses, haciéndolo más barato. Ya solo estos dos factores bastaban para dar a Moscú un papel prominente en la minería y el enriquecimiento de uranio. Entonces, en 1993, EE UU y Rusia acordaron el acuerdo que popularmente se conoce como “megatones por megavatios”, mediante el cual el uranio altamente enriquecido procedente de antiguas cabezas nucleares soviéticas se transformaba en uranio poco enriquecido para su envío a Estados Unidos, donde alimentaría las centrales nucleares civiles. En pocas palabras, la industria nuclear estadounidense no podía competir con la rusa, y poco a poco, fue muriendo por asfixia en medio del desinterés de los sucesivos Gobiernos demócratas y republicanos.

Incluso antes de la invasión de Ucrania, la industria nuclear estadounidense ya estaba dando la voz de alarma de su dependencia de proveedores extranjeros. Desde entonces, las conversaciones entre ejecutivos y políticos ha sido sobre una “crisis”. Añadiendo los problemas de Níger, ahora la situación parece más bien una “emergencia”.

Resolver el problema no será fácil y requerirá de una intensa cooperación entre Estados Unidos y Francia. Irónicamente, las dos potencias occidentales que más se juegan en Níger.

Washington y París podrían desarrollar un plan para impulsar la producción y así desempolvar sus plantas de producción de combustible nuclear. También podrían intensificar los esfuerzos diplomáticos y militares en las naciones que producen el uranio, empezando por Níger. Todo esto no va a ser barato. Pero con Vladimir Putin mostrando que es capaz de usar los combustibles fósiles como el petróleo y el gas como un arma, Occidente necesita actuar antes de que el Kremlin también convierta en un arma el uso pacífico del uranio.

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