El sueño del coche eléctrico barato, y la peculiar incultura financiera del español
A fecha de hoy, tener un vehículo eléctrico es un lujo que poca gente puede permitirse, no solo por su precio, sino por las limitaciones de su autonomía y la escasez de infraestructura de recarga
Aunque la transición hacia el coche eléctrico comienza a dar frutos –en junio se vendieron por primera vez más unidades que coches diesel en Europa–, se trata de una revolución bastante más impulsada por las autoridades políticas y gubernamentales que demandada por la industria y, mucho menos, por el consumidor. A fecha de hoy, tener un vehículo eléctrico es un lujo que poca gente puede permitirse, no solo por su precio, sino por las limitaciones de su autonomía y la escasez de infraestructura de recarga. La razón que explica el alto precio de estos vehículos es el coste de fabricar las baterías, por lo que reducir el precio de este componente es clave para democratizarlos. Basquevolt, una empresa vasca con un 25% de capital público, sostiene que su tecnología de baterías en estado sólido permitiría vender coches eléctricos a 15.000 euros, al reducir un 30% el coste respecto a la tecnología actual y almacenar un 50% más de energía. Si el proyecto sale adelante, no solo situaría a la compañía a la cabeza de un sector en pleno crecimiento, sino que cuadraría el círculo y permitiría a Europa competir con la ganga con la que China quiere conquistar la UE: un coche eléctrico por 10.000 euros.
Fráncfort, en busca del oximorón del riesgo cero en la solvencia bancaria
La caída del Silicon Valley Bank, la quiebra de Credit Suisse y el descubrimiento de las deficiencias de supervisión en la banca regional de EEUU, han vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre cómo garantizar la solvencia de la banca y evitar una crisis sistémica. Fruto de esa reflexión, el BCE planea endurecer los controles sobre la liquidez del sistema financiero. Fráncfort exigirá a la banca datos sobre las reservas de liquidez semanalmente para estrechar la monitorización de las entidades. Todo apunta a que el objetivo es el riesgo cero, la cuestión es si es posible en un mundo de finanzas globalizadas y contagios inmediatos.
Los letrados de Justicia amenazan con perseguir al Gobierno hasta el fin de los tiempos
Los acuerdos están para cumplirse, especialmente si se trata de acuerdos con el personal de la Justicia, que conoce muy bien los resortes para hacer que se cumplan. Los antiguos secretarios judiciales, en pie de guerra desde hace meses por motivos salariales, no están dispuestos a permitir que el Gobierno arrastre los pies con la excusa del 23J y deje sin cumplir el acuerdo que suscribió con el colectivo a finales de marzo. Mientras sectores como el del automóvil no han sufrido retrasos en sus compromisos con el Ejecutivo, ellos siguen a la espera de una subida de sueldo que no se materializa. El último episodio de esta guerra es un ultimátum: si el Gobierno no sube las nóminas en julio, irán a los tribunales, y lo harán con el Ejecutivo en funciones ...y antes de que salga por la puerta.
La frase del día
“Propuestas como la planteada por los responsables de salud pública [introducir la siesta en el horario laboral estival] deben tomarse muy en serio y discutirse entre todos”.
Steffen Hebestreit, portavoz del Gobierno alemán
Los españoles no sabemos de finanzas, pero sí (y mucho) de ‘hacer cuentas’
Bernard Shaw lo explicaba muy bien. “La estadística es esa ciencia que demuestra que, si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno”. Esa misma ciencia, con datos extraídos de una macroencuesta europea, concluye que la mayoría de los españoles contamos con una deficiente cultura financiera: solo el 19% tiene un conocimiento elevado. Eso nos convierte en el cuarto país por la cola de Europa, solo por delante de Chipre, Portugal y Rumanía, en el arte de calcular rentabilidades y defenderse de productos complejos. Pese a ello, a la hora de la verdad, en la economía doméstica, los españoles demostramos tener mucha prudencia, sentido común y disciplina para lo que siempre se llamó hacer cuentas. Tal vez eso explique la baja popularidad de las criptomonedas en el país, al menos, de momento.
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