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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Es hora de decir adiós al pensamiento mágico sobre China

Sánchez y Macron deberían abrir los ojos y aprender del realismo a sangre fría de Ursula von der Leyen sobre los verdaderos planes de Pekín

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y el primer ministro chino, Li Qiang, se saludan en Boao, China, durante la celebración del Foro Económico de Boao.
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y el primer ministro chino, Li Qiang, se saludan en Boao, China, durante la celebración del Foro Económico de Boao.Borja Puig de la Bellacasa (Moncloa / EFE)

El presidente del Partido Comunista Chino, Xi Jinping, hará la corte a los líderes europeos en las próximas semanas. Pedro Sánchez es el primer jefe de Gobierno europeo en reunirse con el presidente del Partido Comunista Chino tras la cumbre de este con el presidente ruso, Putin, en Moscú. La semana que viene, el presidente francés, Emmanuel Macron, viajará a Pekín acompañado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Para que esas visitas sean fructíferas, deben guiarse por una evaluación realista de las relaciones económicas con China y, lo que es aún más importante, del papel geopolítico de China sobre Rusia, Ucrania y más allá. Desgraciadamente, tanto Sánchez como Macron parecen caer con demasiada frecuencia en el pensamiento mágico sobre China. Deberían inspirarse en el realismo a sangre fría de la presidenta de la Comisión, von der Leyen.

Xi Jinping ha dejado muy clara su postura. En un discurso pronunciado en abril de 2020 dijo: “debemos reforzar la dependencia de China de las cadenas de producción internacionales, formando una poderosa contramedida y capacidad de disuasión contra los extranjeros que corten artificialmente el suministro [a China]”. Con España, el objetivo de Xi de hacer que los extranjeros dependan más de China al tiempo que China depende menos de las importaciones está funcionando de maravilla. En 2022, España exportó a China bienes por valor de 8.000 millones de euros, mientras que importó la cifra récord de 49.000 millones de euros. El déficit comercial de España con China, de 41.000 millones de euros, representa el 60% del déficit comercial total de España.

Como han explicado Janka Oertel y Agatha Kratz, China utiliza su enorme mercado interior protegido, las transferencias forzosas de tecnología y las subvenciones para crear ventajas desleales para sus empresas en la competencia con las europeas. Si no se controla, la dependencia europea de China aumentará en ámbitos clave para nuestro futuro económico, desde los equipos de telecomunicaciones hasta las tecnologías verdes. Ya lo estamos viendo con las tecnologías clave para nuestra transición energética con bajas emisiones de carbono. En tecnología solar, China ha conseguido prácticamente eliminar la competencia europea en toda la cadena de valor, dejando a Europa un 95% dependiente de las importaciones chinas. En tecnología de baterías, Europa también depende demasiado de China. Corremos el riesgo de que ocurra algo parecido con la energía eólica.

La empresa eólica hispano-alemana Siemens Gamesa es un buen ejemplo. Tuvo que abandonar el mercado eólico terrestre chino en 2021 y ahora también se enfrenta a una enorme presión en su mercado nacional. Sub cotizada en precios por los competidores chinos, además de enfrentarse a un aumento de los costes de la energía y a errores de gestión, Siemens Gamesa está sufriendo enormes pérdidas financieras. Eickholt, Consejero Delegado de Siemens Gamesa, afirmó que existe el riesgo de que el sector de los aerogeneradores se parezca al de los paneles solares, con China dominando el mercado y la cadena de suministro. Mientras tanto, Pekín ha demostrado que está dispuesta a utilizar la dependencia económica para coaccionar políticamente a los Estados europeos. Cuando Lituania cambió el nombre de la oficina de representación de Taiwán de Taipei a Taiwán, Pekín respondió con sanciones económicas a los productos procedentes de Lituania o con componentes lituanos (por ejemplo, en el caso del fabricante alemán Continental). Estas sanciones representaron un ataque frontal al Mercado Único Europeo.

En su reunión con Xi Jinping al margen de la cumbre del G20 en Bali, Pedro Sánchez mostró su escasa comprensión de las realidades de la competencia económica con China. A pesar del déficit comercial récord, la competencia desleal y la coerción económica, Sánchez afirmó que “las relaciones económicas y comerciales” eran “positivas”. También recordó con cariño la actualización de las relaciones con China a “asociación estratégica integral” como resultado de la visita de Estado de Xi Jinping a España en 2018. Sánchez debe aprovechar la visita para cambiar de rumbo, pronunciándose contra la competencia desleal y la coacción económica, dejando claro que ve al capitalismo autoritario de Estado de Pekín como un competidor y un rival sistémico. Debería anunciar que España (también durante la próxima presidencia española de la UE) seguirá buscando lazos económicos mutuamente beneficiosos al tiempo que se mueve con decisión para reducir las dependencias en sectores críticos al igual que hace China. Eso incluye dejar de depender de proveedores chinos para infraestructuras críticas, incluida la 5G, un paso que Sánchez se ha negado a dar hasta ahora.

Una evaluación tan realista es aún más importante con respecto al papel geopolítico de China sobre Rusia, Ucrania y también en el propio vecindario chino. Previamente a la visita de Sánchez, el ministro de la Presidencia Félix Bolaños argumentó que “China tiene un papel clave en su posible mediación en la guerra de Ucrania”. Del mismo modo, Macron ha argumentado que “el hecho de que China participe en los esfuerzos de paz es algo positivo”. Estas ingenuas declaraciones pasan por alto que Pekín ni puede ser mediador ni está llevando a cabo un plan de paz. Afortunadamente, la presidenta de la Comisión, von der Leyen, tiene una visión más clara al afirmar que “no se trata de un plan de paz, sino de principios que compartían. Hay que verlos con un telón de fondo concreto. Y ese telón de fondo es que China ha tomado partido, firmando por ejemplo una amistad ilimitada justo antes de que comenzara la invasión rusa en Ucrania”. Pekín se ha puesto de parte de Rusia no porque le guste especialmente la guerra, sino porque quiere asegurarse a Moscú como socio menor en lo que Pekín ve como la inevitable lucha con Estados Unidos que puede desembocar en una guerra directa entre Estados Unidos y China.

Del mismo modo, el objetivo de Pekín con Europa es abrir una brecha entre Europa y EE UU en la medida de lo posible. Sánchez no debe caer preso de esto y, en su lugar, debe enviar un claro mensaje de disuasión a Pekín: no envíes armas a Rusia ni te muevas para atacar Taiwán, de lo contrario te enfrentarás a severas sanciones también por parte de Europa. El mensaje de disuasión sobre Taiwán es especialmente importante. Taiwán puede parecer muy lejano para los europeos, pero debería estar en el centro de nuestra atención. Las consecuencias de una guerra por Taiwán para Europa y también para España serían mucho más graves y de mayor alcance que las de la guerra de Rusia contra Ucrania. Tenemos que aprender del fracaso a la hora de disuadir a Putin de atacar Ucrania y hacerlo mejor con Xi y Taiwán. Necesitamos mejores barreras y medidas de fomento de la confianza entre Estados Unidos y China. Pero la forma más importante de intentar garantizar la paz en el estrecho de Taiwán es que Xi tenga claro que pagará un precio demasiado alto por atacar a Taiwán, militar, política y económicamente. Hacer una contribución no militar para disuadir a China de usar la fuerza contra Taiwán es necesario si España y Europa quieren proteger sus intereses. Según Bolaños, la visita de Estado del presidente a China subraya el “peso indudable” de Sánchez “en el mundo”. Pero a menos que se despoje de su ligero pensamiento mágico sobre China, no será rival para el implacable boxeador de peso pesado geopolítico Xi Jinping.

Thorsten Benner es Director del Global Public Policy Institute (GPPi) en Berlin. Traducción de Agenda Pública


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