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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

JP Morgan arroja a Jes Staley de las almenas de la fortaleza

Demandar a exempleados no pinta muy bien, pero el banco tiene más razones que la mayoría para defenderse

El ex-CEO de Barclays Jes Staley.
El ex-CEO de Barclays Jes Staley.REUTERS

JP Morgan ha interpuesto una demanda para recuperar ocho años de indemnización de su exejecutivo Jes Staley –que dejó el cargo en 2013 para ser CEO de Barclays– por sus vínculos con el delincuente sexual ya fallecido Jeffrey Epstein. Demandar a exempleados –en este caso usando una doctrina que suena arcaica y que tacha a Staley de “servidor infiel”– no pinta muy bien, pero el banco tiene más razones que la mayoría para defenderse.

A primera vista, Dimon no tiene por qué perder demasiado el sueño por el caso Epstein. Su empresa ha sido demandada por daños y perjuicios no especificados por una mujer que alega que conocía las operaciones de tráfico sexual de Epstein, y también ha sido demandada por el Gobierno de las Islas Vírgenes de Estados Unidos. Pero el banco sostiene que las acusaciones carecen de fundamento. Staley ha negado tener conocimiento de las acciones de Epstein.

Aunque JP Morgan confíe en su defensa, el valor de la reputación que debe defender es alto, y crece. El banco ha dado una rentabilidad superior al 400% desde que Dimon asumió el cargo en 2006, al tiempo que ha hecho alarde de su “fortaleza” de balance. Tiene un don para esquivar las crisis: sobrevivió al colapso de 2008 y evitó la quiebra de Archegos. Han pasado más de 10 años desde las sonadas pérdida sde trading de JP Morgan en London Whale. Además, el sueldo de Dimon, líder del sector con 34,5 millones, refleja –y exige– un retorno impecable.

La respuesta del banco es, por tanto, agresiva. Si JP Morgan pierde alguno de los juicios en los que le demandan, quiere que Staley comparta los daños. Incluso si no lo hace, quiere recuperar el sueldo del directivo desde 2006, unos 80 millones, alegando que fue un servidor infiel del banco, un concepto que a veces se usa en los tribunales de Nueva York cuando un empleado actúa gravemente en contra de los intereses de la empresa. Eso va mucho más allá del plazo de tres años que establecen las normas de EE UU sobre devoluciones.

Podría ser contraproducente. A los empleados actuales o futuros podría preocuparles que a ellos también se les tachara de servidores infieles por no revelar sus faltas morales, o por tener clientes que caen en desgracia. Pero JP Morgan también tiene que calmar a otros clientes, depositantes, reguladores y políticos. Cuanto más rico es un reino, más feroces son sus defensas.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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