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Las Bolsas vuelven a la casilla de salida: siete lecciones de la caída y recuperación de los mercados

La bomba arancelaria ha puesto a prueba las estrategias de cientos de millones de inversores en todo el mundo

El toro de Wall Street, símbolo de un mercado alcista, fotografiado en Manhattan en 2019.
Álvaro Sánchez

Cuando las Bolsas abren telediarios, lo normal es que algo malo esté ocurriendo. Las recuperaciones suelen ser menos estruendosas informativamente, carentes de la épica del crash y el espectáculo —morboso para los que lo siguen desde fuera, angustioso para los que lo sufren en sus carnes— de ver volatilizarse grandes cantidades de dinero. Los poco más de 100 días de Donald Trump en el poder han tenido ambas cosas: hundimientos pronunciados de las acciones —el S&P 500 llegó a perder más de un 20% desde sus máximos de febrero—. Y una remontada igual de vertical que ha sorprendido por su rapidez. Eso ha empujado a los principales índices mundiales a la casilla de salida, de nuevo por encima de los niveles en que estaban antes del aciago Día de la Liberación, e incluso en casos puntuales como el Dax alemán, a zona de máximos históricos. Una vez superada la vorágine que llegó a destruir 9,2 billones de euros de valor en Bolsa en cuestión de días, un parón para sacar algunas conclusiones.

La psicología es clave. Dejarse llevar por el pánico y venderlo todo es una reacción natural ante pérdidas masivas. El capital, sobre todo en el caso de los pequeños inversores, puede haber sido fruto de años de trabajo y ahorro, por lo que el instinto de preservación es una fuerza poderosa. Las emociones pueden jugar en contra, y empujar a muchos que tenían una visión largoplacista a abandonar su estrategia y salir del mercado. El inversor Warren Buffett dejó una frase célebre sobre cómo actuar en momentos de máxima tensión. “Sé codicioso cuando los demás tienen miedo, y temeroso cuando los demás sean codiciosos”.

Visto a posteriori, comprar en las caídas se ha demostrado como la mejor fórmula durante la crisis comercial, pero el dicho de Buffett no siempre se cumple, por lo que se recomienda tener en Bolsa solo el dinero que se esté dispuesto a perder, y no utilizar nada que se vaya a necesitar a corto plazo. Tratar de predecir el mejor momento para entrar es difícil incluso para los más veteranos o quienes se dedican profesionalmente a comprar y vender en operaciones intradiarias. “Soy más temeroso ahora que cuando empecé en el trading, porque sé lo efímero que puede ser el éxito en este sector”, dice el inversor Paul Tudor Jones en Los magos del mercado (Valors editions).

Diferenciar crisis. A la hora de abordar qué hacer cuando todo se desploma, hay que ir al origen de las caídas. Las crisis bursátiles pueden tener raíces profundas o superficiales. La Gran Recesión pertenece al primer grupo, porque sus réplicas se sintieron durante años, y la pandemia al segundo, dado que fue transitoria. Por ahora, el impacto de la guerra arancelaria forma parte también de ese segundo grupo. ¿Había probabilidades de que Trump no cediese y mantuviese las tarifas elevadas a todo el mundo? Sí, la voluntad humana puede ser ajena a la racionalidad durante más tiempo del que se espera. Otra pregunta que conviene hacerse para saber la hondura de una crisis es: ¿Cómo de difícil sería revertirla? La respuesta, en este caso, era que solo bastaba la decisión de una única persona, por muy tozuda que fuera.

La presión del mercado es efectiva. Incluso cuando uno se apellida Trump, la presión del mercado puede acabar resultando asfixiante. Las Bolsas son decenas de millones de votantes, y un indicador en tiempo real, como pocos, de la salud de las empresas. La italiana Giorgia Meloni o la británica Liz Truss ya tuvieron que dar marcha atrás en el pasado a decisiones que no gustaron a los inversores, como le ha ocurrido a Trump cuando el bono a 30 años se acercó a la temida barrera del 5%.

Diversifica. Pocas Bolsas se libraron de las fuertes caídas de comienzos de abril, pero quienes diversificaron por sectores y geografías limitaron el impacto frente a quienes solo estaban expuestos a Estados Unidos o a compañías fuertemente internacionalizadas como los Siete Magníficos, que resultaron especialmente golpeados. Igualmente, quienes invirtieron en índices aguantaron mejor: a pesar de la feroz embestida, ninguno de los grandes índices europeos pasó a estar en números rojos en el acumulado del año, algo que sí ocurrió, con claridad, a los referentes de Wall Street (S&P 500, Nasdaq y Dow Jones).

El peligro del apalancamiento. Endeudarse para invertir puede multiplicar los beneficios cuando todo va bien. Pero si el mercado se da la vuelta con furia, puede deshacer posiciones de forma automática si no eres capaz de ingresar más fondos para mantener el margen. La cuenta permaneció por debajo del margen de beneficios y fue congelada. Eso acrecienta los riesgos, porque puede causar pérdidas incluso entre quienes pretendían mantener y beneficiarse de la recuperación. “El mercado puede permanecer irracional más tiempo del que usted puede permanecer solvente”, decía el economista John Keynes.

El inversor Benjamin Graham, referencia de Buffett y otros grandes, cuenta en sus memorias la desazón que le causó un episodio de este tipo. “Tenía una deuda con la cuenta que no podía pagar; lo que era peor, mi gestión del capital había sido un estrepitoso fracaso. Recuerdo que pasé una de mis horas de almuerzo caminando por el distrito financiero desesperado. En ese momento pensé, más o menos en serio, en el suicidio”.

Sin liquidez no hay paraíso. Incluso si manejabas la tesis correcta y creías que el temporal arancelario acabaría amainando, no podías sacarle provecho sin liquidez disponible. Las crisis suelen arrastrar a todo el mercado, y esa generalización deja a veces oportunidades de inversión, por lo que contar con un colchón para estas eventualidades puede resultar rentable. El caso de Buffett y su acumulación de liquidez en los últimos trimestres ha estado entre los más comentados. Todavía se desconoce si la utilizó durante lo peor de la tormenta arancelaria o su intención es dejarla disponible para su sucesor, Greg Abel.

Riesgo divisa. La evolución del dólar ha sido, durante años, una fuente de rentabilidad extra para millones de inversores de fuera de EE UU que apostaban por Wall Street. Pero en lo peor del shock comercial, el riesgo divisa elevó las pulsaciones de todos ellos: la caída del dólar fue paralela a la de las acciones, y el billete verde todavía no ha recuperado el umbral previo al descalabro (pierde un 7% con el euro en lo que va de año). Su mal comportamiento puede animar a los inversores más conservadores a cubrir el riesgo divisa, y quienes no lo hagan y confíen en su recuperación, al menos no olvidarán durante un tiempo los efectos potencialmente negativos que puede tener sobre sus carteras un dólar débil.

Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.
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