China aviva la corrección veraniega: medidas de urgencia para su economía y metales en mínimos de abril
El banco central interviene por segunda vez en la semana bajando tipos y el cobre desciende del umbral de los 9.000 dólares por primera vez en meses
Los mercados financieros se concentran estos días en esperar la bajada de tipos de la Fed, en intentar anticiparse a las medidas que tomará el próximo inquilino de la Casa Blanca y en tomar buena nota de los resultados empresariales, que esta semana decepcionaron causando una notable caída en Wall Street. Pero China continúa siendo foco intermitente de sobresaltos y el gigante asiático vuelve a recordar que la ralentización de su economía y el desplome de su sector inmobiliario tienen una fuerte onda expansiva, que ya se está haciendo notar en Occidente en evidencias como el descenso en las ventas del sector del lujo o en el retroceso de los precios de los metales ante una menor demanda.
El precio del cobre ha descendido esta semana del umbral de los 9.000 dólares por tonelada, reflejo de la inquietud por la demanda global y, en especial por la procedente de China. Este metal industrial ha perdido alrededor de una quinta parte de su valor desde el récord alcanzado en mayo y el jueves marcó en el London Metal Exchange el precio más bajo desde principios de abril, llegando a caer más del 2%. Su descenso fue compartido, por el zinc o el hierro, con retrocesos superiores al 1%.
La caída de precios de los metales es una señal más de la inquietud del mercado sobre la capacidad de crecimiento de la economía china. Las autoridades del país continúan mostrando su compromiso con la adopción de medidas que estimulen el consumo interno y compensen el derrumbe del sector inmobiliario, motor incansable de crecimiento durante años y cuya burbuja Pekín intenta pinchar de forma controlada. El plenario celebrado la pasada semana por el Partido Comunista Chino insistió en el objetivo de alcanzar un crecimiento del 5% del PIB para este año y en el propósito de estimular el consumo y atraer inversiones. Sin embargo, cierta ansiedad en la toma de esas medidas de estímulo han inquietado, una vez más, a los inversores. El Hang Seng ha cerrado la semana con un descenso del 2,3% y el CSI 300, del 3,7%.
El Banco Popular de China ha anunciado un programa de 300.000 millones de yuanes (41.400 millones de dólares) en bonos a muy largo plazo para apoyar la modernización de equipamientos industriales y el impulso de bienes de consumo. El banco central sorprendió así al mercado por segunda vez en la semana con una operación de financiación a tipos más bajos, después de que ya rebajara el lunes el tipo de referencia de operaciones de financiación a medio plazo. Aunque tales medidas no se han interpretado de forma positiva en el mercado y su premura en el tiempo se ha recibido con más inquietud que tranquilidad.
El Banco Popular de China está intentando dar estabilidad al mercado financiero del país, y con ello al yuan, y busca enfriar el rally del precio de la deuda soberana a largo plazo, recordando incluso a los inversores el riesgo de cuantiosas pérdidas potenciales si el mercado cambia de rumbo. Pero sus esfuerzos no encuentran eco en el mercado y tras el programa de bonos a muy largo plazo anunciado, el rendimiento del bono chino a 10 años marcaba este viernes un nuevo mínimo en el 2,17%, por debajo incluso del 2,18% del pasado 1 de julio. Un nivel del 2,25% de rentabilidad en el bono a una década sería de hecho una línea roja para el banco central.
La autoridad monetaria china se ha puesto al frente de los objetivos de Pekín de estimular a sectores clave de la economía, como las pequeñas y medianas empresas, hacia las que se dirige el programa de financiación con bonos a muy largo plazo. Las autoridades han prohibido de hecho a los gobiernos locales el uso de esos bonos para repagar deuda local. China tiene prevista la emisión de un billón de yuanes en bonos públicos de propósito especial este año dentro de su estrategia de impulso de la economía con la que superar el impacto del derrumbe inmobiliario.
Pekín afronta además la creciente tensión con Estados Unidos en otra industria clave, la tecnológica y de semiconductores sobre la que gira la gran disputa de fondo entre las dos potencias económicas, el dominio por el futuro de la inteligencia artificial. La actual administración de Joe Biden ya ha amenazado con severas medidas arancelarias contra la tecnología china y si es Donald Trump quien gana las elecciones presidenciales de noviembre, la guerra comercial y tecnológica con Pekín promete ir todavía a más.
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