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EL FARO EL INVERSOR
Tribuna
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Los bancos centrales, protagonistas en 2026

El cambio en la presidencia de la Reserva Federal será observado con lupa por los mercados

En apenas unos días, de hecho, casi unas horas, 2025 pasará a ser un recuerdo. Es cierto que su vida se prolongará un poco más en todo el sector financiero, pero será para cerrarlo contablemente, auditarlo, reportarlo y convertir lo que fue el calor de los mercados en fríos datos estadísticos. Un año más, en suma. Un buen año de bolsa, por cierto, no tanto de bonos, aunque con señales de normalización en las curvas, algo siempre positivo. Y un año que dejará un legado a su sucesor, en forma de realidades, expectativas y puntos de interés.

Dentro de este último aspecto, el nuevo ejercicio se abre con muchos focos que requieren su atención: la inteligencia artificial, sin duda, y su efecto sobre el crecimiento económico y los beneficios empresariales, algo muy en boga en los últimos tiempos, por su efecto particularmente relevante sobre las cotizaciones bursátiles. También estará la geopolítica, tan importante en los últimos meses, si bien la saturación de noticias en este ámbito —guerras comerciales y no comerciales, Oriente Medio, China, dudas con respecto a la excepcionalidad estadounidense y, por supuesto, Ucrania— han terminado por ofrecernos rendimientos decrecientes, por lo que se refiere al impacto de estos temas sobre los mercados. Pero, por encima de todo, desde el punto de vista financiero, destacará una cuestión: la relevancia de las decisiones y guía de los bancos centrales.

Debemos tener en cuenta que los tipos de interés, entendidos como la herramienta primaria en poder de los organismos monetarios, auna en buena medida los datos que se refieren a crecimiento e inflación. Porque la cuestión protagonista en 2026 será si la economía global logra un crecimiento sostenible tras el ciclo de ajuste monetario, sin recaer en inflación ni entrar en recesión. En ese contexto, el punto de partida es disimilar a ambos lados del Atlántico.

En el caso europeo, la imagen general es que los tipos han llegado hasta donde tenían que llegar. Las previsiones del BCE incluyen una inflación controlada en un contexto de recuperación de la actividad económica. Ello no invita a tipos más bajos y, de hecho, pone la mirada en un nuevo ciclo de tipos al alza, aunque seguramente no será ni inmediato ni de gran intensidad. En realidad, el problema en Europa viene del elevado endeudamiento, que comienza a ser no solo público sino también privado. ¿Puede la economía crecer nominalmente —crecimiento real más inflación— lo suficiente como para sostener esta deuda sin crisis fiscales financieras? Tal vez, en esa línea, Lagarde no tenga mucha prisa en comenzar a subir el precio del dinero…

En EE UU la situación es algo distinta. Es cierto que comparte con Europa el problema del endeudamiento y, en este caso, excesivo déficit. Pero su inflación, aunque hay expectativas de que se suavice, dista de estar embridada. Y lo peor en este caso es que la economía da muestras de ralentización. En suma, la Reserva Federal se encuentra en una disyuntiva —de hecho, se encuentra dividida— entre seguir bajando tipos para favorecer el crecimiento o mantenerlos para controlar los precios. En este marco de indecisión vamos a tener el cambio de presidente de la FED.

No se pide a la cabeza máxima de la Reserva Federal que sea el Fénix de los Ingenios. Probablemente no hay una respuesta correcta en la actual tesitura estadounidense de crecimiento/inflación. Cada decisión tiene pros y contras. Pero sí se le pide credibilidad. En ese sentido, no es lo mismo para los mercados que el “ganador” sea Waller que, aunque propuesto por Trump, atesora credibilidad técnica y un discurso relativamente independiente, que Hassett, mucho más cercano a las tesis maximalistas de la Casa Blanca. Que piden más y más intensas bajadas de tipos, por cierto.

Porque, llegado a este punto, conviene tener presente que, de todos los riesgos posibles para 2026, cisnes negros aparte, el más relevante sería que los mercados puedan interpretar que los bancos centrales no están tomando las medidas correctas para atajar un posible repunte de precios. Es decir, que se obliguen a sobrerreaccionar en el futuro. Algo parecido (aunque con una menor intensidad) a la situación vivida en 2021. Esto es más visible con Hasset que con Waller. Y el riesgo estaría más o menos controlado si no fuera porque la alternativa número dos de problemas para el mercado consistiría en lo contrario: un retroceso serio sobre la renta variable (derivado, por ejemplo, de un pinchazo en la IA) que se contagie al mercado de crédito. En este caso, posiblemente, veríamos que el ciclo de bajada de tipos continuaría en EE UU, llámese como se llame el nuevo director monetario y, muy probablemente, se extendería a este lado del charco.

Naturalmente, que se produzca alguna de estas alternativas, tendría un efecto instantáneo en la cotización de los bonos y estructura de las curvas de deuda, en un primer momento: al alza, claramente en la primera hipótesis, a la baja, en términos de rentabilidad, en la segunda. De ahí vendría también el contagio a renta variable y resto de activos. Una renta variable, por cierto, en niveles notables de valoración, actualmente…En otras palabras, cualquier alternativa a estabilidad de tipos y precios es, hoy por hoy, mala para las bolsas.

Por todo ello, muchas dudas y mucha atención a las reuniones de los bancos centrales. Y ojo, que debemos incluir también como variable relevante al Banco de Japón, que puede causar también distorsiones en el ámbito inversor global, si mantiene una política de restricción monetaria (los inversores japoneses, tan importantes para el flujo de activos globales, preferirían su deuda a activos estadounidenses, por ejemplo). En ese sentido, los organismos monetarios, sus decisiones y previsiones, van a constituir una guía de primera magnitud para establecer el año económico. Así que, no está de más ir marcando en rojo en nuestras agendas el calendario de citas en el que los inversores nos veremos cara a cara con ellos.

Pedro del Pozo es director de inversiones financieras en la Mutualidad de la Abogacía

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