Banco busca relación estable. Abstenerse especuladores
Las entidades financieras deben priorizar a los clientes más fieles
España está de moda. Su Bolsa también. Desde que poco después de la pandemia, en octubre de 2020, tocara fondo, su cotización ha aumentado un 90%, casi el doble que la Bolsa europea. Sólo Italia le ha aguantado el ritmo. El motivo de tanta exuberancia es el mismo por el que España fue una de las peores Bolsas occidentales en la década posterior a la crisis de 2008: los bancos. Constituyen un 25% del valor de mercado de las empresas del Ibex 35, el doble de lo que pesan los bancos en el S&P500 americano y casi el triple del peso que tienen en el Stoxx 600, el índice europeo más completo. España es excepcional y lo que hagan sus bancos importa mucho más que en cualquier otro país.
Y claro, los bancos están viviendo unos años dorados. Todo ha funcionado. Esa inflación inesperada que provocó el accidentado rearranque pospandémico trajo una subida de tipos que les permitió, por fin, ganar dinero prestando los depósitos de sus clientes, los mismos que durante una década fueron fuente de pérdidas porque el BCE les multaba por cada euro que no hubieran podido prestar. Además, en contra de lo que se temía, la economía no ha entrado en una recesión y eso ha permitido que las empresas y las familias sigan pidiendo préstamos para invertir, comprar casas o coches. Por último —no todo ha sido suerte de vivir un buen entorno— esta fase ha pillado al sistema financiero con los deberes hechos, es decir, sin préstamos de dudosa calidad y valor indeterminado que puedan asustar a los inversores.
El resultado es que el crecimiento de los ingresos bancarios en Europa se ha acelerado de un pobre 1,5% anual entre 2013 y 2020, a un 8,7% entre 2020 y 2023. Los inversores estaban atentos y corrieron a comprar. En 2023 y 2024 los bancos europeos subieron un 61% mientras que la Bolsa en general sólo lo hizo un 27%. Esto no compensa los terribles años que siguieron a la gran crisis financiera. Entre 2008 y 2019 la Bolsa europea subió un 76% mientras que los bancos cayeron un 55%. Pero los que llegaron en el momento justo, las ganancias han sido fenomenales.
Los expertos creen que, aunque lo mejor ya ha pasado, de momento sigue valiendo la pena invertir en banca. Primero, porque a pesar de que este año pinta algo peor, seguirán ganando dinero. Obtendrán menos colocando los ahorros de sus clientes en el mercado interbancario o en el BCE pero eso se compensará con más préstamos, estimulados por los tipos más bajos. Se espera que incrementen sus beneficios un 12%, que es bastante más interesante que el 7% que se espera para la Bolsa europea en general. Y segundo, porque a pesar de los dos últimos años de grandes subidas, el sector sigue siendo extraordinariamente barato. El precio de una acción europea es un 40% inferior al de una americana, y, dentro de Europa, los bancos cuestan la mitad que una acción media. El resultado es que, mientras llega otra historia más convincente, la banca es el sector en el que los gestores profesionales de fondos tienen más dinero invertido si se compara con las medias históricas, según la encuesta de gestores de Bank of America.
Aun así, la extrema baratura del sector mosquea. ¿Por qué esos precios tan irrisorios? Tiene que ver con el largo plazo. La métrica de valoración de acciones más habitual, el ratio precio beneficio, compara el precio hoy con las ganancias esperadas los próximos doce meses. Y puede ser que, como es el caso con los bancos, el inversor se crea la promesa de que se ganará un buen beneficio el año que viene, pero que no se crea que la historia pueda durar mucho más. Los inversores temen que la banca de 2030 se parezca más a la de los años duros prepandemia que a los felices pospandemia.
La consultora McKinsey se alinea con los que creen que pasó el periodo dorado. Mantiene que a los bancos les esperan años complicados. Les va a costar más prestar y mantener márgenes y le van a subir los costes operativos y de riesgo. Por tres motivos:
Primero, porque los depósitos van a escasear. El libro de primero de economía dice que cuando los tipos están altos, los hogares ahorran más, pero no dice que ese ahorro tenga que estar en una cuenta corriente de un banco. De hecho, desde hace dos años el ahorro se concentra en bonos del gobierno, fondos de inversión de bajo riesgo y amortizaciones de hipotecas. Esto no significa que los bancos se vayan a quedar sin dinero para prestar. En España, solo son capaces de prestar 80 euros de cada 100 que los clientes depositan. En 2007 eran 150 por cada 100 de depósitos de clientes.
Segundo, porque los ingresos van a sufrir. Las comisiones (por tarjetas de crédito, seguros o productos de inversión) caerán por las limitaciones que están imponiendo los organismos reguladores y por la feroz competencia de otros bancos. Pero el 70% de la caída de ingresos vendrá por la reducción de los márgenes entre los tipos que cobran al prestar—que se ajustan con rapidez—y los que pagan a los depósitos—que son más rígidos. McKinsey espera que los márgenes caigan entre el 5 y 10% en todo el mundo.
Y tercero, porque los costes operativos (salarios, tecnología, cumplimiento regulatorio, etc.) también van a crecer paulatinamente, sobre todo para los bancos europeos que no van a disfrutar de la desregulación que Trump ha prometido a los bancos americanos.
¿Pueden hacer algo los bancos para evitar esas amenazas y convencer a los inversores? No hay fórmulas mágicas. McKinsey da dos recomendaciones a la banca. Primero, que consiga más relaciones “primarias” con los clientes, para poder conseguir una relación comercial más estrecha. Las relaciones esporádicas ya no compensan, los bancos deben casarse con sus clientes. Segundo, que protejan sus márgenes. Eso implica cerrar más sucursales, digitalizar todo lo posible, aprovechar hasta las espinas de las herramientas de inteligencia artificial, y fusionarse si se da la oportunidad. Lo descorazonador de estas recomendaciones es que son exactamente esas las acciones que los bancos llevan haciendo una década.
A los bancos les pasa como a Anna Karenina con el conde Vronsky. Ella siente que, aunque están juntos, él no está comprometido, y mentalmente está buscando alternativas. Por el momento los inversores tienen a los bancos en cartera, pero las valoraciones nos indican que están escudriñando el horizonte y en cualquier momento podrían soltar la mano de la banca. Los bancos tienen al menos un año para ponerse las pilas y mostrar que son capaces de hacer crecer sus beneficios en todos los ciclos económicos y así conseguir una relación estable no sólo con los clientes, sino también con los inversores.
Francisco Quintana es director de estrategia de inversión de ING