Deuda elevada, déficit alto y Trump al mando ¿Qué puede salir mal?
El nuevo presidente no es el problema pero tampoco la solución. El problema es la deuda. La que hay y la que viene. Deuda elevada y déficit alto, la receta infalible para una digestión difícil.
Durante esta extenuante campaña electoral ambos candidatos han hecho innumerables propuestas en todos los ámbitos. Pero lo más llamativo es precisamente de lo que menos han hablado, y curiosamente, algo en lo que parecían estar de acuerdo: su total y absoluto abandono de la disciplina fiscal. Gastar algo más de lo que ingresas no es bueno. Gastar mucho más de lo que ingresas, y hacerlo de manera continuada, es mucho peor.
El tamaño que debe tener un Estado está sujeto a ideología. El sector público en Estados Unidos creció mucho después de la segunda guerra mundial cuando apenas representaba un 20% del PIB. Hoy casi duplica, con un 37%. En España, el Estado representa un 45%. En esto no nos ganan los americanos.
EL tamaño del Estado es, por tanto, opinable. Pero gastar constantemente mucho más de lo que ingresas es insostenible, independientemente de la ideología. Y eso es lo que está ocurriendo. Como consecuencia, la deuda del Gobierno estadounidense representa hoy un 122% del PIB frente al 61% de hace 20 años. Y seguirá creciendo, gracias a un déficit muy elevado. Este año el Gobierno americano gastará un 7% más de lo que ingresará. Con la economía en pleno empleo, cuando debería estar ahorrando para los momentos difíciles. Y esto sí que es un potencial problema. Enorme.
Este déficit dobla lo razonable, lo sostenible y lo asumible. Salvo que una parte sustancial del gasto sea inversión productiva, es decir, que traiga asociada un retorno. Y este es el meollo de la cuestión. No es lo mismo la parte de presupuesto que va orientada a gastos corrientes que la que va destinada a inversión. Los gastos corrientes no deben ser financiados con deuda de manera recurrente de la misma manera que una familia no debe endeudarse para irse de vacaciones. La inversión sí puede financiarse con deuda dada la expectativa del retorno que esta inversión generará. ç
Es razonable endeudarse para pagar la universidad de los hijos, siempre que haya un plan de repago creíble. De la misma manera es razonable hacer frente con deuda a grandes inversiones de infraestructura física (carreteras, puentes,…) o digital (chips). El tiempo nos dirá si la nueva administración favorecerá la inversión sobre el gasto corriente. Los ciudadanos deben estar muy atentos (si no lo están, el mercado financiero se lo recordará) a como se ejecutan las inversiones: si son improductivas supondrán un problema (piensen por ejemplo en los millones de pisos vacíos construidos en China durante las últimas décadas que han dado lugar a su actual crisis).
Un ejemplo relevante es el de Reino Unido esta semana. Habiendo heredado un Estado con deuda y donde se ha invertido menos de lo razonable, el nuevo gobierno laborista de Reino Unido presentó la semana pasada su primer presupuesto: un claro manifiesto de su ideología junto con un intento de disciplina fiscal. Motivado en buena parte por la calidad de algunos de sus asesores, como Mark Carney, ex gobernador del Banco de Inglaterra. Mayor gasto, mayor inversión, mayores impuestos y mayor deuda. Es decir, un Estado más grande (puede gustar más o menos) donde el gasto corriente se financia con impuestos y la inversión con mayor deuda.
Volviendo a Estados Unidos, para financiar el festín de gasto solo hay dos caminos: subir impuestos o emitir más deuda. Los impuestos son impopulares pero honestos —reducen el consumo privado para que gaste el Estado—. La deuda es más traicionera: permite gastar hoy pero genera inflación y problemas futuros. Estados Unidos tiene el privilegio de contar con el dólar como moneda mundial, lo que le permite endeudarse más barato. Pero incluso este privilegio tiene límites, especialmente porque empiezan a postularse candidatos a tomar la alternativa como el oro, el bitcoin o el yuan chino.
Los problemas de deuda no envejecen bien. Se arreglan por las malas o por las muy malas. O reduces drásticamente el gasto, o subes sustancialmente los impuestos, o acabas con impagos. Y con tipos de interés al 5%, cada punto de deuda nueva pesa cinco veces más que cuando estaban al 1%. Trump promete más gastos y menos impuestos. Una ecuación imposible que solo puede acabar con más deuda. Los árboles pueden crecer, pero nunca llegan hasta el cielo. La deuda tampoco.
Beltrán de la Lastra es presidente y director de inversiones de Panza Capital