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El resurgir de los fondos soberanos como palanca de la política industrial: de EE UU hasta Euskadi pasando por Irlanda

Varios países y regiones van a usar estos vehículos de inversión para apoyar empresas estratégicas o para apuntalar las pensiones públicas

Nicolai Tangen, consejero delegado del fondo de las pensiones de Noruega.
Nicolai Tangen, consejero delegado del fondo de las pensiones de Noruega.Gwladys Fouche (Reuters)

Desde Dublín a Berlín, pasando por Washington, y hasta llegar a Vitoria. Los líderes de numerosos países y regiones occidentales están volviendo los ojos hacia los fondos soberanos. Vehículos de inversión dotados con dinero público que se van a utilizar como palanca de la política industrial —protección de la industria local, fomento de nuevos sectores, blindaje de empresas estratégicas— o, simplemente, para acumular capitales que ayuden en el futuro a la sostenibilidad de las pensiones públicas.

El último país donde ha empezado a oírse hablar de utilizar este instrumento como una herramienta más de política económica es Estados Unidos. De acuerdo con la agencia Bloomberg, consejeros del presidente Joe Biden le han propuesto crear un fondo soberano que invierta en compañías estratégicas para el país, en sectores vinculados a la seguridad nacional, la tecnología, la energía o eslabones críticos de las cadenas de suministro, como la fabricación de microchips. También el candidato presidencial Donald Trump propuso hace dos semanas la creación de un fondo para financiar “grandes proyectos nacionales”.

A falta de que se concrete el proyecto, el interés de los políticos de EE UU sigue los pasos dados recientemente por otros países. En julio, la ministra de Economía de Reino Unido, Rachel Reeves, anunció la creación del Fondo de Riqueza Nacional (NWF, por sus siglas en inglés), dotado con 7.300 millones de libras esterlinas (8.650 millones de euros) para “invertir en sectores prioritarios” y jugar un papel relevante para el fomentar “el crecimiento económico y la transición ecológica”.

En la otra orilla del canal de San Jorge, Irlanda está ya poniendo en marcha dos nuevos fondos soberanos que van a utilizar el maná de las ventajas fiscales para tratar de modernizar la economía irlandesa y garantizar las pensiones. Se calcula que para el año 2030 este bazuca inversor podría contar con una potencia de fuego de 100.000 millones de euros. Si finalmente lo ceban con los 14.000 millones que Apple tiene que pagar al país por haber pagado impuestos de menos, el calibre podría ser aún mayor.

El mayor fondo soberano del mundo es el de Noruega, con un capital acumulado de 1,3 billones de euros. El vehículo fue creado hace 28 años y se ha financiado con los ingresos del petróleo y el gas. Su número dos, el viceconsejero ejecutivo Trond Grande, explica a CincoDías que están siguiendo con interés los últimos anuncios de creación de nuevos fondos aunque matiza las diferencias. “El vehículo irlandés parece que va a invertir solo en compañías nacionales, justo al revés de lo que hacemos nosotros. Será más bien una herramienta de política industrial. En el caso del alemán, el plan es endeudarse para invertir en Bolsa. Además, nuestro fondo no está específicamente destinado a cubrir las pensiones futuras”.

Trond Grande, viceconsejero delegado de Norges Bank Investment Management.
Trond Grande, viceconsejero delegado de Norges Bank Investment Management.Imagen cedida por la firma

El directivo se refiere al anuncio que hizo en marzo el Ejecutivo socialdemócrata alemán de crear un fondo que permitiera garantizar la sostenibilidad del sistema público de pensiones. El vehículo invertirá en los mercados financieros, como hace el fondo noruego, y se espera que alcance los 200.000 millones de euros en una década. Pero, como apunta Grande, la diferencia principal entre los dos es que el vehículo germano se financiará con préstamos del Gobierno de Berlín.

Ignacio de la Torre, economista jefe de la firma de inversión Arcano, se muestra muy escéptico sobre todos estos anuncios. “Los fondos soberanos tienen sentido cuando un país tiene un enorme superávit por cuenta corriente, como les ocurre a Noruega o a los países del Golfo Pérsico gracias al petróleo. Para así invertir fuera y diversificar”, razona el experto. “Si no se tiene ese superávit, creo que las decisiones de inversión que se toman desde organismos públicos pueden acabar siendo desastrosas. Una fábrica o una empresa funciona porque es competitiva, no porque se le inyecta dinero público”.

Una figura que maneja inversiones por 6,3 billones de euros

El primer fondo soberano fue el Kuwait Investment Authority (KIA), creado en 1953 para gestionar la riqueza generada por el petróleo. Este vehículo fue el promotor en España de las famosas torres inclinadas KIO, que completaban el cierre de la ciudad de Madrid en los años 90.

Durante la década de los 70 se crearon la mayor parte de los vehículos de inversión de las monarquías del Golfo Pérsico. Tras los shocks del petróleo de 1973 vieron que sería interesante aprovechar los momentos de mercado con precios más altos para invertir los excedentes y diversificar las fuentes de riqueza de estos países.

El foro internacional de fondos soberanos (IFSWF, por sus siglas en inglés) reúne a buena parte de estos organismos, aunque no al gigante fondo del petróleo de Noruega. Además de los grandes fondos del Golfo Pérsico, China o Singapur, se suman una veintena de vehículos públicos o semipúblicos para invertir de países de África, Asia, América y Oceanía. También está el fondo inversor de Alaska (EE UU). Hace un año celebraron su reunión anual en Madrid, ejerciendo Cofides de organsimo anfitrión.

El grupo fue creado en 2008 para pactar una serie de compromisos en cuestiones de gobernanza y, en los últimos años, no ha dejado de incorporar a nuevos países. En total, sus miembros manejan inversiones por un total de 5,2 billones de euros, representando al 80% de todo el dinero canalizado a través de fondos soberanos. Por lo que la capacidad de fuego de estos instrumentos total supera los 6,3 billones de euros

En el caso español, el Gobierno utiliza varios instrumentos para tener una política industrial, aunque de forma tímida. Por un lado, la Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI), que es dueña de varias compañías (Navantia, Hunosa, Correos...) y participa en el accionariado de algunas empresas estratégicas, como Airbus, Indra, Red Eléctrica y, desde hace unos meses, Telefónica, con un 10% de su capital. El Estado también participa en Cofides, una empresa mixta (aunque con mayoría del sector público) que presta apoyo financiero a las inversiones de las empresas españolas en el exterior.

El caso vasco

No solo los estados quieren dotarse de nuevos fondos soberanos, también algunas regiones los tienen o aspiran a crearlos. Euskadi, por ejemplo, ha asistido en los últimos años a la deslocalización del capital, y por tanto de la gestión, de algunas de las joyas de la corona del tejido empresarial vasco. Fue el caso de Euskaltel, la operadora local de telecomunicaciones que nació con apoyo de las instituciones vascas y que perdió el arraigo con su salida a Bolsa. El fondo de inversión británico Zegona se convirtió en el principal accionista y propició la venta de la empresa de Derio (Bizkaia) a MásMóvil, hoy MásOrange.

A nivel industrial, Gamesa, que destacó en los sectores de Defensa y automoción para centrarse luego en el ámbito eólico, fue absorbida en 2017 por Siemens y ahora se enfrenta a una nueva reconversión, con 430 despidos en España, Su sede social sigue en Zamudio (Bizkaia) pero las decisiones se toman en el cuartel general de Siemens Energy en Múnich (Alemania). Otro ejemplo, en el área de la salud, el de Progenika, que recibió subvenciones del Ejecutivo de Vitoria para acabar en manos del grupo Grifols. Ahora se ha encendido la alarma por el interés de corporaciones extranjeras por Talgo, que desde hace casi 60 años cuenta en Rivabellosa (Álava) con la fábrica más grande de la compañía fundada por la familia vasca Oriol. Las instalaciones alavesas emplean a más de 700 personas.

Una bandera con el logotipo de Talgo, junto a la bandera de España y la de la Unión Europea.
Una bandera con el logotipo de Talgo, junto a la bandera de España y la de la Unión Europea.Violeta Santos Moura (REUTERS)

Ese desarraigo empresarial, por la falta de inversores locales con recursos financieros de relevancia, es el que está marcado en rojo en la agenda del lehendakari Imanol Pradales. El Gobierno vasco cuenta tan solo con un brazo inversor, el fondo Finkatuz, que está dotado con 300 millones, un presupuesto que le limita a operaciones puntuales en empresas consideradas como estratégicas. Tiene el 6% de la aeronáutica ITP Aero, filial del fondo estadounidense Bain Capital, el 3% del grupo ferroviario CAF y el 7,31% de la láctea Kaiku. Pero faltan inversores y recursos financieros. El Ejecutivo de Vitoria quiere que los fondos de pensiones vascos destinen parte de su cartera al tejido empresarial local. También se quiere que las fundaciones de las antiguas cajas de ahorros (BBK, Kutxa y Vital) vuelvan a apostar por aumentar su cartera de participadas.

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